El 26 de junio de 2023 arribó al puerto de Barcelona un buque procedente de Guayaquil, Ecuador. El navío iba cargado hasta los topes de plátanos, chirimoyas y otros vegetales cultivados en el país andino.
A los pies de las torres de contenedores en las que una grúa iba apilando los inmensos bloques repletos de artículos procedentes del otro lado del charco, los agentes aduaneros revisaban aleatoriamente su contenido. La tarde transcurría como cualquier otra hasta que uno de los trabajadores reparó al pasar el escáner en que al otro lado de la chapa había una máquina de alta precisión utilizada para separar metales. Este hecho llamó su atención, pues Ecuador no destaca por ser un país exportador de alta tecnología.
El envoltorio de un alijo de cocaína
El trajín de los funcionarios aduaneros en las calles del puerto se detuvo y, junto con agentes de la Guardia Civil, todos ellos enfocaron su atención en esta misteriosa carga. Tras abrir el contenedor y, ante la imposibilidad de desguazar la robusta máquina, los agentes de la benemérita decidieron introducir una cánula por una de las rendijas de esta cámara acorazada. Cuando la extrajeron y constataron que el alambre estaba empolvado con una sustancia blanquecina movilizaron a la unidad cinológica. A diferencia de los policías, el perro del instituto armado no dudó: aquella máquina era sólo la envoltura de un cargamento de 785 kilos de cocaína enviados por el cártel de Guayaquil.
Ante la imposibilidad de desguazarlo, los agentes acordaron que aquel armatoste, junto con la droga que albergaba en su panza, quedase depositado en dependencias de Vigilancia Aduanera del Puerto de Barcelona. Sin embargo, permitieron que el contenedor siguiese su curso, ordenando una entrega controlada de la mercancía para cazar a los responsables.
"Sólo quedaba el efluvio pestilente"
A las pocas horas, como esperaban los agentes, la cabina de un camión cruzo la zona portuaria y arrastró el container hasta una nave industrial de Barberà del Vallès. Lo que no sabía el conductor era que, muy de cerca, lo seguían ocho agentes del instituto armado y un dron. Cuando el remolque llegó a la nave estaba “ya vacío, a excepción del efluvio pestilente” que la cocaína había dejado en su interior.
Así lo expuso el pasado jueves en la Audiencia de Barcelona Ignacio Ramírez, abogado de H. M., uno de los dos sujetos a los que la Guardia Civil aprehendió aquella tarde de junio. Junto a su cliente cayó también D. C., ambos procesados como presuntos autores de un delito contra la salud pública de sustancias que causan grave daño a la salud en cantidad de notoria importancia.
Hace ya nueve meses que su defendido duerme en el módulo 5 del centro penitenciario Brians 1, en Sant Esteve Sesrovires, acusado de un delito que asegura no haber cometido nunca. Desde el momento en el que fue engrilletado siempre sostuvo que él no conocía el contenido de la carga y que, quien le encargó que la recogiese, M. A. F., el mismo que habría gestionado tráfico de esta droga, logró huir en un Škoda de color blanco.
"Atraparon a dos inocentes"
A preguntas de Crónica Global el entorno del detenido sostiene que, desde el día de su detención, H. M. se encuentra muy afectado y que siempre ha mantenido la misma versión: que “fue engañado”.
Según les ha explicado, el ahora encarcelado conoció al presunto narco en un bar y éste le ofreció “un dinero” por ayudarlo a hacer un transporte. “En ningún momento le dijo lo que llevaba la carga”, sostienen. De haberlo hecho, el ahora procesado, al que describen como “una persona noble”, nunca hubiese aceptado. “El responsable se escapó y atraparon a dos inocentes”, reiteran.
Así lo cree también su abogado, Ignacio Ramírez, que en la vista oral por el recurso de reforma contra el auto de procesamiento del 17 de noviembre de 2023 celebrado el jueves en la Audiencia Provincial de Barcelona intentó invalidar, punto por punto, los argumentos de la Fiscalía, que sostiene que hay indicios de criminalidad.
Nunca descargó los paquetes
Mediante este recurso de reforma penal, una herramienta jurídica para oponerse a las resoluciones dictadas por los jueces de instrucción de los procedimientos penales, Ramírez sostiene que en el auto no se especifica que el contenedor ya estaba vacío cuando llegó a la nave de Barberà del Vallès.
“La droga quedó depositada en las dependencias de Vigilancia Aduanera, no se transportó nunca, por lo tanto el relato que aquí se hace es incorrecto”, sostiene en relación al documento en el que se describe cómo H. M. descargó los paquetes de cocaína en este almacén. “El relato de estos hechos es falso, allí no había nada, como así corroboraron también la policía aduanera y los agentes”.
Además, el abogado de H. M. sostiene que es “cuanto menos extraño” que el principal sospechoso lograse escapar de una localidad a la que sólo se accede por una carretera principal a pesar de que lo sobrevolaba un dron. Un hecho que califica de “imprudencia punible”. Si los agentes hubiesen atrapado aquel día, insiste, su cliente hoy estaría “exculpado” y él procesado.
No tenía las herramientas necesarias
Así lo asegura con rotundidad el letrado, pues según él, su defendido no tenía ningún tipo de relación ni con la nave ni con este sujeto, al que no lo unía ningún lazo ni familiar ni de amistad. “Estas organizaciones sólo envían a recoger y almacenar este tipo de cargas a personas de su más absoluta confianza, y mi cliente no lo era”, remarca.
Además, en el momento en el que fue aprehendido no disponía de herramientas para despiezar la máquina “más que sus propias manos”. Su abogado insiste en que, si estuviese al corriente de que tenía que descargar un cargamento de cocaína del cártel de Guayaquil embutido en una máquina metálica hermética y robusta, se habría preocupado de proveerse de utillaje similar al que usan los bomberos o los estibadores.
“Tendrían que haberse provisto de herramientas apropiadas, pues ni los agentes de aduanas, acostumbrados a descerrajar y violentar todo tipo de aparejos, fueron capaces de abrirla”. Por todo ello solicita la revocación absoluta del auto de procesamiento y que su cliente, que mantiene firmemente su inocencia, quede en libertad sin medidas cautelares. Hasta que esto se resuelva, H. M. seguirá durmiento entre rejas mientras la persona que le ofreció "ganarse un dinero" en la barra de un bar continúa en libertad.