Los Mossos d’Esquadra han superado el examen de este jueves con nota. En el mediático desalojo de la Bonanova los focos estaban puestos sobre los agentes de la policía catalana por la complejidad de un desalojo que se auguraba tan complejo que nadie se atrevía a asegurar que se ejecutaría, pero que finalmente ha culminado con éxito.
A pesar de la violencia desmedida utilizada por los okupas, la policía catalana vació El Kubo y La Ruïna, propiedad de la Sareb, y contuvo la manifestación en apoyo a los squatters con una precisión quirúrgica, efectuando cargas muy controladas para frenar los conatos de disturbios.
La jaula de la Brimo
Los agentes se enfrentaron con templanza a la furia de los okupas, que se pertrecharon en las plantas superiores de las casas con elementos incendiarios. Tras analizar el comportamiento de los squatters, en una labor efectuada en las semanas previas por la Unidad de Información, la Brigada Móvil (Brimo) ya vaticinó, con mucho acierto, que tendrían que enfrentarse a una lluvia de objetos contundentes.
Por eso, decidieron estrenar una jaula diseñada por ellos mismos, con techo macizo, que frenó el impacto de piedras de gran tamaño, bolas de acero y pintura, que los okupas lanzaron desde la parte superior de la casa. Este artilugio, que no fue diseñado para este dispositivo pero que nunca antes se había usado, les permitió acercarse a la valla perimetral de las casas, que serraron con radiales.
Máxima previsión
Los Mossos acudieron a la cita con toda suerte de herramientas, que tuvieron que usar para acceder al fortín okupa, sorteando montañas de muebles y escombros y cortando vallas herrumbrosas que los allanadores se molestaron en soldar hasta pocas horas antes del inicio del desalojo para blindarse. Asimismo, acudieron ataviados con mascarillas y gafas, que les permitieron seguir trabajando bajo la nube tóxica que los okupas rociaron sobre ellos con extintores.
Entre los 300 efectivos desplegados para la ocasión figuraban, además de las unidades de Información, de seguridad ciudadana y orden público (Brimo y Arro), unidades de Subsuelo, encargadas de revisar los sótanos de El Kubo, y de Montaña, que tuvieron que bajar a los okupas acuartelados en el tejado de La Ruïna y a uno suspendido en la fachada de El Kubo. También la Unidad de Drones y la Hélix, que guiaban desde el aire a los agentes sobre el terreno, pues la intensa humareda provocada por la pirotecnia les impedía ver con claridad.
Coordinación por tierra y aire
El dispositivo estuvo dirigido por la cúpula del cuerpo policial desde un Centro de Coordinación (CECOR) instalado en la calle Bolivia de Barcelona, en el Poblenou. Allí estuvieron presentes el Comisario Jefe de los Mossos d’Esquadra, Eduard Sallent; el jefe de la policía, Pere Ferrer, y el conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, que se desplazaron a la Bonanova para felicitar a los agentes por la actuación.
También estuvieron presentes en el CECOR el teniente de alcaldía de Seguridad, Albert Batlle, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que seguían con expectación un desalojo que, en caso de fracasar, podría haberse convertido en un nuevo Can Vies.
Se temía un nuevo Can Vies
El Ayuntamiento de Barcelona se jugaba mucho en este desalojo, pues el último de características similares, el de Can Vies en 2014, fue un fracaso. Tras el lanzamiento de esta casa okupa, los graves disturbios se extendieron desde el barrio de Sants a otros puntos de la Ciudad Condal, motivo por el cual el entonces alcalde de Barcelona, decidió suspender la intervención y les permitió reconstruir la casa.
Los squatters de Can Vies se salieron con la suya y, a día de hoy, continúan haciendo uso del espacio allanado, que utilizan como casa okupa y punto de encuentro, así como para organizar talleres, conciertos y fiestas, con las consiguientes molestias para los vecinos de la calle Jocs Florals. El jueves se temía que la historia se repitiera y el movimiento okupa se colgara una medalla.
Un dispositivo “de máximos”
En esta ocasión, los Mossos d’Esquadra han logrado vaciar los dos bloques con serenidad. No ha sido fácil, se han enfrentado a una situación extrema, en la que han tenido que lidiar con las hostilidades de los okupas, que incluso destruyeron las escaleras para evitar que los agentes pudiesen acceder a las plantas superiores.
De poco les ha servido, porque la coordinación de Mossos d’Esquadra, Guardia Urbana de Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona, Bomberos y Sareb ha sido máxima. También la previsión del cuerpo, que ha desplegado a 300 agentes en un colosal dispositivo “de máximos”.
El coste del desalojo
El coste de la virulencia de los okupas a las arcas públicas se estima, solo en el sueldo de los agentes, en un mínimo de 40.000 euros, contando que todos fueran de la escala básica, sin tener en cuenta a la escala intermedia y a los mandos. Asimismo, fuentes policiales no oficiales señalan que el coste del vuelo del helicóptero parte de los 2.000 euros la hora, lo que ascendería a un montante de, al menos, 8.000 euros.
A esto habría que sumar el precio de la limpieza de la vía pública, que ha quedado repleta de pintura y escombros, los trajes de los antidisturbios y de las unidades de Subsuelo y Montaña, que han quedado dañados, los vehículos utilizados, incluyendo una grúa de Bomberos de Barcelona y la construcción de la jaula, la gran protagonista de la jornada.