El Sorolla más íntimo y personal inaugura el Palau Martorell
El nuevo espacio expositivo de la capital catalana abre sus puertas con una extraordinaria muestra dedicada al maestro valenciano
2 enero, 2023 00:00Pocas exposiciones centran su línea argumental en el proceso creativo del artista. Normalmente el corpus expositivo se conforma con obras consagradas y concluidas. En ese sentido Sorolla. Cazando Impresiones resulta una rara avis del panorama cultural. Comisariada por María López y Blanca Pons-Sorolla, biznieta del pintor y experta en su obra, la muestra reúne un total de 193 óleos de pequeño tamaño que Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 - Cercedilla, 1923) utilizaba para ensayar sus composiciones y recoger sus impresiones.
Más que simples bocetos fueron audaces pruebas donde experimentaba con el volumen, la luz, el color o la disposición de elementos.
La esencia de su obra
Maestros de la pintura como Tintoretto o Rubens fueron pioneros en el uso de este formato que posteriormente se extendió entre los grandes artistas del XIX. Autor prolífico, Sorolla llegó a pintar cerca de dos mil “notas de color”, “manchas” o “apuntes”. Así definía él estos pequeños lienzos que dibujaba constantemente sobre cartones, tablillas u otros materiales. “Hay que pintar rápido. Todo es fugaz y no vuelve”, decía. Por eso siempre estaba pintado, aun cuando no lo hacía. “¿Que cuándo pinto? Siempre. Estoy pintando ahora, mientras hablo con usted”, cuentan que le respondió en cierta ocasión a un periodista.
Estos breves ensayos normalmente servían como preparación de obras de mayor envergadura. Sin embargo no eran simples bocetos sino una valiosísima herramienta experimental. La esencia condensada de su genio creativo. “Pequeños en tamaño, pero grandes en audacia, contienen ráfagas del Sorolla más brillante”, apuntan los responsables.
De Valencia a Madrid
Las exquisitas y sencillas piezas cubrían las paredes de su estudio, aunque a veces también las regalaba, las donaba a causas benéficas o las intercambiaba con otros artistas. Ahora, estas extraordinarias “notas de color” conforman la narrativa de una muestra que recorre toda su trayectoria artística.
Desde los años de formación en su Valencia natal; su estancia en Roma entre 1885 y 1889 becado por la Academia de España; su breve paso por París hasta que finalmente se instala en Madrid junto a su familia.
Las breves pinceladas de un pintor excepcional
Así, en la selección de óleos expuestos se pueden contemplar los primeros apuntes de su etapa de formación en los que se percibe la influencia de Fortuny y de los pintores italianos. Después, tras su primera monográfica en París, celebrada en 1906, los temas reflejan mayores desafíos visuales como las variaciones de luz a lo largo del día o de las estaciones, el color de las sombras, los reflejos y transparencias del agua o los contraluces. Tras su paso por Biarritz, “su paleta se aclara y se refresca, y sus encuadres adquieren un máximo de instantaneidad fotográfica”, explican desde el museo.
Para Sorolla estos apuntes tenían tal importancia que los incluía, enmarcados individualmente, en las muchas exposiciones individuales que realizó entre 1907 y 1911 en Alemania, en Londres, en la Hispanic Society de Nueva York, en el Art Institute de Chicago, la Fine Arts Academy de Buffalo, la Copley Society de Boston o en el City Art Museum de St. Louis.
Culmen de su carrera
Durante los últimos años, llevado por su infatigable afán de experimentación, los apuntes lucen una ejecución cada vez más depurada. “Ahora es cuando mi mano obedece por completo a mi retina y mi sentimiento, ¡veinte años después! Realmente la edad en que debe uno llamarse pintor: ¡después de cuarenta de trabajo!”.
Esta frase del escritor y periodista Rodolfo Gil, citando a Sorolla, define a la perfección la destreza absoluta que alcanzó en la plenitud de carrera.
El nuevo espacio expositivo de Barcelona
Estas pequeñas joyas pictóricas estarán alojadas, hasta el próximo 5 de marzo, en el Palau Martorell. Un solemne edificio neoclásico con elementos novecentistas, obra del arquitecto Joan Martorell i Montells, construido entre 1886 y 1900 para albergar la sede de la Antigua Sociedad del Crédito Mercantil. La elegante sobriedad de la fachada da paso a un interior que ha conservado intactos muchos de sus elementos arquitectónicos y decorativos. Como por ejemplo la cabeza de león que presidiendo la entrada, las columnas dóricas o la espléndida vidriera de la claraboya que abastece de luz natural toda la planta baja.
Ubicado en el número once de la calle Ample, este antiguo palacete, de más de 1.600 metros cuadrados, aspira a convertirse en el nuevo referente cultural barcelonés de la mano de sus promotores Josep Fèlix Bentz y Jesús Rodríguez. Grandes exposiciones internacionales, actividades para todos los públicos o conferencias formarán parte de la programación del nuevo museo que acaba de abrir sus puertas frente a la céntrica plaza de la Mercè.