Varios mensajes y actividades en un mural de la Fundación ASAM Familia / EUROPA PRESS

Varios mensajes y actividades en un mural de la Fundación ASAM Familia / EUROPA PRESS

Vida

Alarma suicida entre los jóvenes

El 47,2% de los ciudadanos de 15 a 29 años ha tenido pensamientos relacionados con quitarse la vida

20 diciembre, 2022 00:00

La salud mental de los jóvenes se encuentra seriamente resentida. Así se desprende del Barómetro Juvenil 2021 del Centro Reina Sofía sobre Adolescentes y juventud, que sostiene que el 47,2% de los ciudadanos con edades comprendidas entre los 15 y los 29 años ha experimentado en alguna ocasión ideas de suicidio y el 8,9% sufre estos pensamientos de forma recurrente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef ya señalan el suicidio como una de las principales causas de muerte entre niños y adolescentes, superando, incluso, al cáncer y los accidentes de tráfico.

Este agravamiento de la salud mental es consecuencia directa de la pandemia, según apunta Luis Fernando López Martínez, psicólogo general sanitario, psicoterapeuta y codirector ISNISS del programa de Doctorado de Psicología de Salud de la UNED. “La crisis no solo ha sido a nivel social, económico y sanitario, sino también y esencialmente emocional”, explica. Este hecho, especialmente observable en los jóvenes y adolescentes, se ha hecho notar, apunta este profesional, en el aumento de los cuadros de estrés, trastornos de la conducta alimentaria, ansiedad, depresión, conductas autolesivas e ideación suicida.

Una voluntaria contesta a la línea del Teléfono de la Esperanza / EFE

Una voluntaria contesta a la línea del Teléfono de la Esperanza / EFE

Analfabetos emocionales

Las redes sociales, gran refugio durante el forzado aislamiento social, confinamiento mediante, se han convertido en escenario en el que se han desarrollado “conductas digitales de riesgo para la integridad física y psicológica de los adolescentes, favorecidas en ocasiones por el anonimato, como las derivadas del suicidio o la autolesión online”, indica López.

Uno de los grandes hándicaps en la salud mental de los jóvenes es que mantienen serias dificultades para la expresión de estados emocionales. “Podemos decir que son analfabetos emocionales: no son capaces de dotar de palabras los sentimientos, emociones y percepciones que desarrollan en sus relaciones, muchas de ellas digitales”, destaca. El lenguaje simbólico de las redes sociales, construido a través de emojis, memes, gifs… “impide el desarrollo de un adecuado vocabulario que permita expresar emociones y dotar de sentido y significado las experiencias percibidas, sentidas y vividas en sus relaciones, dificultando la aceptación e integración significativa en los procesos de maduración”.

Una mujer usa su móvil para navegar en redes sociales / EUROPA PRESS

Una mujer usa su móvil para navegar en redes sociales / EUROPA PRESS

Baja tolerancia a la frustración

A ello hay que sumarle las falsas expectativas que generan las redes sociales, que chocan de forma brutal contra la cruda realidad; un nulo análisis objetivo de su realidad –no saben ver los aspectos positivos de su vida—; una baja tolerancia a la frustración; una mermada capacidad de resolución de problemas; y una falta de habilidades sociales en el contacto más tradicional. La suma de todo ello favorece, según este profesional de la salud mental, conductas autodestructivas como reguladoras de las emociones.

El bullying y el ciberbullying también son fenómenos que inciden de forma determinante en la salud mental de la población infanto-juvenil, “un gran factor de riesgo que ocasiona conductas suicidas y autolesivas”, advierte.

Señales de alerta

Para tratar de detectar señales de alarma que nos alerten de ideaciones suicidas, Rosa de Arquer Pulgar, psicóloga sanitaria del Teléfono de la Esperanza, recomienda a madres y padres buscar momentos compartidos con sus hijos mostrándose disponibles para ellos: “Programar actividades que sean interesantes para ellos puede ser una buena ocasión para facilitar que nos hablen de cómo se encuentran”. También, mostrar interés sin juzgar ni cuestionar sus preferencias y poner en valor las cosas que les interesan o preocupan. “Si se detecta un estado de ánimo decaído, hacerles saber que estamos con ellos para lo que necesiten o que, si lo prefieren, pueden consultar con un psicólogo. En muchas ocasiones puede resultar más fácil hablar de sus preocupaciones con una persona ajena a la familia”, señalan.

Dada la incidencia, impacto e influencia que las TIC ejercen en los nativos digitales, es fundamental estar atento a los movimientos de los hijos en el entorno digital. Diversas investigaciones llevadas a cabo por el proyecto ISNISS –uno de sus objetivos es estudiar la posible influencia que los entornos digitales puedan tener en la autolesión— han arrojado una serie de señales que deben servir como advertencia de que la salud mental de los hijos no pasa por un buen momento.

  • Cambio de hábitos y costumbres de uso de redes o internet.
  • Aumento o disminución del tiempo dedicado a la navegación en redes sociales o internet.
  • Aumento o disminución representativo de las publicaciones.
  • Cierre de cuentas y perfiles de usuarios en redes sociales.
  • Disminución de las interacciones online con amigos y/o familiares.
  • Bloqueo o eliminación de personas significativas en perfiles sociales (amigos, familiares, seguidores habituales…).
  • Publicaciones por las noches o a horas inusuales.
  • Publicaciones que indican abandono o apatía hacia las actividades habituales.
  • Cambio “del tono emocional” de las publicaciones.
  • Hashtags # utilizados por la propia persona y por sus contactos.
  • Publicaciones con contenido triste, culpable y otros estados de ánimo negativos.
  • Tipos de emojis usados en mensajería instantánea (cuchillos, pastillas, sangre, armas…).
  • Cambio de estilo en las imágenes publicadas (colores, filtros utilizados, cantidad de personas incluidas en las imágenes).
  • “Seguir” repentinamente páginas o a personas con muchas publicaciones con mensajes negativos.
  • Publicaciones de comportamientos imprudentes o autodestructivos.
  • Visitas a páginas web con contenido prosuicida o visualización de series o foros con contenido prosuicida o autolesivo.

España: 4.000 suicidios y 80.000 tentativas al año

Uno de los grandes mitos que circulan sobre el suicidio es que cuando la persona avisa de su intención de quitarse la vida lo hace únicamente como llamada de atención. Desde el Teléfono de la Esperanza son rotundos: “Siempre hay que tomar en serio a aquellas personas que manifiestan que su vida no merece la pena o que quieren terminar con sus vidas”. Hablar abiertamente sobre cómo se sienten, insiste la psicóloga Rosa de Arquer, “puede facilitar disipar algo de la tensión que está causando sus sentimientos suicidas, ayudarles a reconsiderar su decisión y descubrir otras opciones además del suicidio”.

Pese a que 2022 cerrará en España con unas cifras cercanas a las 4.000 muertes por suicidio al año y más de 80.000 tentativas de suicidio anuales, situando el suicidio como la principal causa de muerte no natural en población adulta y la segunda en población infanto-juvenil, el país no dispone aún de un plan nacional de prevención de la conducta suicida. “Sabemos que las políticas y campañas de prevención en materia de seguridad vial han disminuido las tasas de siniestralidad vial. E igualmente conocemos que países que han desarrollado estrategias y planes de prevención nacional de la conducta suicida han disminuido las tasas de suicido. ¿Cómo es posible que aún no se esté desarrollando a nivel nacional este demandado y esperado plan de prevención?”, se pregunta López Martínez.

El creador del Proyecto ISNISS destaca el trabajo de las Comunidades Autónomas, que han elaborado estrategias, guías y planes de prevención, y del tercer sector, “verdaderos impulsores de la acción civil para la atención a la conducta suicida y al duelo por suicidio”. “Gracias a ellos, a los supervivientes y sobrevivientes del suicidio, a los profesionales que desde hace décadas trabajan para generar esperanza a través de la acción y el conocimiento científico, se sigue trabajando en el mayor problema de salud pública al que nos enfrentamos, como reto y desafío de nuestra sociedad moderna”, concluye.