El inspector Jordi Montorio, jefe del Área Penitenciaria de los Mossos d'Esquadra, frente a un furgón utilizado durante los traslados penitenciarios / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

El inspector Jordi Montorio, jefe del Área Penitenciaria de los Mossos d'Esquadra, frente a un furgón utilizado durante los traslados penitenciarios / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Vida

Así se realizan los 30.000 traslados anuales de presos en Cataluña: de la iglesia al paritorio

Los 719 agentes que componen el Área Penitenciaria de Mossos d'Esquadra realizan una media de 2,5 millones de kilómetros por carretera cada año

26 noviembre, 2022 00:00

Pese a ser la más extensa del cuerpo, el Área Penitenciaria de Mossos d’Esquadra es una de las grandes desconocidas. Su aparición en los medios se limita a la fuga de alguno de los miles de presos que trasladan anualmente en un continuo trasiego por las carreteras catalanas: desde el acompañamiento hasta el altar al paritorio para asistir al nacimiento de un hijo. Los 719 mossos que componen el área son la sombra de los reos cuando tienen que abandonar, por cualquier motivo de peso, el centro penitenciario. Para ello, los agentes de esta área, que pertenece al Grupo de Seguridad Ciudadana, han adquirido un formación específica para efectuar traslados penitenciarios --tanto de penados como de preventivos-- y para encargarse de la vigilancia perimetral de todas las prisiones de Cataluña, a excepción de la de Ponent, en Lleida.

La cárcel de Ponent es una rara avis dentro de la comunidad. El motivo, expresa el inspector Jordi Montorio, es que el área que él dirige se creó en Barcelona. Tras asumir la competencia de la vigilancia perimetral de las prisiones de la provincia, se encargó también de la de Puig de las Basses (Girona) tras el cierre de las prisiones de Figueres y de la de Girona, y más tarde pasó a gestionar también la de Mas d’Enric (Tarragona) tras la clausura de la prisión antigua de Tarragona. “Como la de Lleida no se ha cerrado, todavía no ha sido traspasada, por lo que su gestión la realiza la propia región policial de Lleida”, aclara.

2,5 millones de kilómetros por carretera

A pesar de que el área penitenciaria solo copa titulares cuando algún preso se escapa, la realidad es que el 99,9% de los traslados que realizan se desarrollan sin ningún tipo de incidente. En total, expresa el inspector Montorio, efectúan más de 30.000 traslados anuales dentro de la comunidad, lo que se traduce en 2,5 millones de kilómetros por carretera. Lo normal, dice, es que en tres o cuatro años se escape un preso, un hecho que tiene que ver con diversos factores, no solo policiales, como la tensión dentro de los centros penitenciarios.

El pilar fundamental para garantizar el éxito de más de 30.000 traslados anuales es la labor preventiva que realizan los agentes, que están atentos a cualquier señal que pueda indicar un posible riesgo durante un traslado. Paradójicamente, expresa el jefe del área, aquellos que pretenden fugarse suelen tener un comportamiento ejemplar. “Si dan problemas, los agentes enseguida se ponen alerta, así que suelen ser muy amables y tranquilos”. No obstante, en sus años de experiencia ha visto a algunos a los que los nervios les han jugado una mala pasada.

Traslados de película

Para prevenir cualquier intento de fuga, el área cuenta con agentes que se encargan de valorar la conflictividad, no solo de los internos sino también de su entorno. Con base en los delitos que hayan cometido, a su comportamiento, y a otros muchos factores, los clasifican en niveles de conflictividad media, alta o muy alta. “Aquí no hay un nivel de conflictividad baja”, subraya el jefe del área. Para trasladar a los menos conflictivos, se precisa solamente una pareja de agentes. Tres para los de conflictividad alta y para trasladar a los más peligrosos recurren a los servicios especiales del cuerpo como la Brigada Móvil (Brimo), el Área Regional de Recursos Operativos (Arro) o incluso del Grupo Especial de Intervención (GEI). “Algunos tienen mucha ayuda externa. Hay delincuentes que tienen una capacidad económica muy fuerte y que pueden contratar cualquier tipo de ayuda. También para protegerlos de cualquier amenaza externa”.

Dependiendo de su nivel de conflictividad, los presos son trasladados en coches mampara --similares a los utilizados en seguridad ciudadana--, en furgonetas --mucho más seguras, en las que caben cinco reos--, en camiones de 12 plazas o en autobuses de 18, divididos en jaulas de dos. “Si es un preso muy conflictivo lo trasladamos solo y siempre en un furgón, porque es el vehículo más seguro”. En estos casos, cualquier precaución es poca. A pesar de que van esposados a la espalda, el jefe del área asegura que algunos de ellos “se quitan los grilletes” con una facilidad pasmosa.

¿Son los traslados que realizan como se muestra en las películas? “Sí, hemos llegado a movilizar tres furgones para que el entorno de un preso muy peligroso no pueda saber en cuál va él”, constata el inspector. No obstante, este tipo de maniobras las realizan de forma excepcional. “Hacemos traslados judiciales, sanitarios y administrativos”, aclara, pero dentro de los sanitarios distinguen entre los programados y los derivados de una urgencia, que pueden requerir el traslado inmediato de un preso si su vida está en peligro. “En casos vitales, en los que tenemos que trasladar a un preso de conflictividad muy alta, y teniendo en cuenta que los médicos nos informan de la gravedad pero no de la patología por una cuestión de protección de datos, no sabemos si ellos han provocado esa situación o no. Así que hemos hecho cosas de estas, sí. Pero es excepcional, si nos pilla de madrugada, por ejemplo, si no lo normal es que se movilicen Brimo, Arro o GEI”.

Funerales, bodas y nacimientos

Además de las salidas judiciales, para ir a los tribunales, y de las sanitarias, también realizan traslados administrativos: “Para ir al consulado, por ejemplo, o para renovar el DNI, aunque suele desplazarse algún agente del Cuerpo Nacional de Policía con un equipo móvil”. Pero también hay salidas extraordinarias: para asistir al funeral de un familiar directo, para casarse o para asistir al nacimiento de un hijo. “Aunque vamos uniformados por una cuestión de seguridad, intentamos ser discretos. Nos colocamos a cada lado de la columna de la iglesia y esperamos”.

Un furgón utilizado para el traslado de internos  / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Un furgón utilizado para el traslado de internos  / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

No son situaciones fáciles”, expresa el inspector, porque “aunque no puedes perderlos de vista, tienes que respetar su derecho a la intimidad”. En el caso de los nacimientos, por ejemplo, es una mossa la encargada de acceder al paritorio. “Tenemos que buscar el equilibrio, y creo que lo logramos porque no tenemos quejas”.

La última fuga

No obstante, la línea es muy fina. El caso de la última fuga es un buen ejemplo de ello. El inspector explica que, cuando un preso necesita permanecer hospitalizado, los agentes del Área Penitenciaria se quedan custodiándolo, a excepción de si el ingreso de produce en el Hospital Penitenciario de Terrassa. En este caso concreto, narra Montorio, el joven se encontraba en el Hospital del Mar. Tras hacer una valoración de riesgos y determinar que no podía escapar por un único ventanuco minúsculo situado en el cuarto de baño de la habitación que le fue asignada, los agentes le permitieron darse una ducha. "Estábamos ahí, pero por una cuestión de respeto no estábamos mirando", explica el inspector. Después de escuchar el agua correr durante varios minutos, los agentes pudieron comprobar que el interno se había fugado, efectivamente, por la diminuta ventana. 

Espacio en el que viajan los Mossos d'Esquadra en los furgones de traslado de presos / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Espacio en el que viajan los Mossos d'Esquadra en los furgones de traslado de presos / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

No obstante, la más famosa de los últimos años, expresa sin ningún tipo de dudas, fue la de Terrassa en la que un interno se fugó tras accionar un extintor con ayuda de un tercero durante una visita a una clínica dental. Por eso, las salidas se realizan con todas las precauciones. Un dato curioso, aclara el inspector, es que si un preso se marea, necesita ir al servicio o se encuentra indispuesto durante un traslado, no pueden parar, como hacen el resto de los ciudadanos, en un área de servicio. "Nuestras paradas en el itinerario son otros centros penitenciarios cercanos u hospitales", precisa. Por todo ello, remarca, "tenemos poquísimas fugas para los traslados que hacemos. El porcentaje es bajísimo, aunque la tendencia tiene que tender a cero", dado que no solo se pone en riesgo a los agentes que lo acompañan sino también al propio reo y a los ciudadanos de a pie.