Sokova, buscada por el Kremlin: “Dormimos desde hace dos años con un martillo bajo la cama”
La familia de la moscovita vive desde 2017 en Segur de Calafell, a donde huyeron de la justicia rusa y malviven en una casa sin agua ni luz de la que los quieren desahuciar
25 julio, 2022 00:00Svetlana Sokova vive desde octubre de 2017 en Segur de Calafell (Tarragona) con su marido y sus dos hijos, de 15 y 4 años. Nunca pensó que acabaría con su familia huyendo de la justicia rusa. La moscovita aterrizó en Cataluña para pasar unos meses, mientras se regularizaba su situación en Rusia por la compra de un piso que la jueza invalidó. Las acusaciones de terrorismo, extremismo, incitación a la violencia y al cambio de régimen se acumularon poco después en su historial delictivo. El Kremlin la considera una amenaza, especialmente por su pujanza en las redes sociales, donde se ha convertido en una auténtica influencer.
Sokova se ha hecho viral en el país del que huyó. El Kremlin, mediante el Roskomnadzor --una especie de agencia estatal para monitorear, controlar y censurar medios de comunicación y cuentas en redes sociales--, ha cerrado sus perfiles de Youtube en seis ocasiones, pero a pesar de ello atesora casi 20.000 seguidores, mientras en TikTok --de donde también fue expulsada-- supera los 80.000. Un caso de corrupción administrativa con la compra fraudulenta de un piso en Moscú la llevó a denunciar casos similares por internet, para ser escuchada en toda Rusia.
Esto derivó en amenazas a toda su familia e intentos de agresión. Pero lo peor estaba por aterrizar: después de quedarse sin dinero, tras tres meses de exilio forzoso en Segur de Calafell, decidieron ocupar una casa vacía del banco. Ahora malviven, sin agua ni luz, aunque han conseguido trabajo. Pero sufren la angustia de quedarse en la calle, de nuevo, mientras los Servicios Sociales españoles y catalanes miran hacia otro lado. Sus ojos grisáceos se tiñen de lágrimas durante la entrevista con Crónica Global, a donde acude con miedo y ni siquiera bebe un diminuto trago de agua. Teme correr la misma suerte que algunos de sus compatriotas: ser envenenada por el Kremlin.
--Pregunta: ¿Qué pasó en Moscú?
--Respuesta: Rusia es la corrupción en persona. La gente que no roba no puede vivir ahí. Mi marido y yo vivíamos en un piso compartido, que vendimos para comprar otro piso en la ciudad. Ahorramos e hicimos la transferencia bancaria al propietario. Pero dos meses después de ser los propietarios la exmujer del vendedor, que acababa de morir, nos denunció…
--Pero… el piso ya no le pertenecía.
--Sí. Pero aún así fuimos a juicio, aunque por suerte el padrastro de mi marido es abogado y nos defendió. Esto también nos permitió saber muchas cosas que le contaba la jueza.
--¿En qué sentido?
--En los pasillos del juzgado, la jueza le dijo que la exmujer “había pagado mucho para ganar este juicio” y si nosotros pagábamos más lo ganaríamos. Pero ¿cómo? Si nos acabábamos de gastar todos nuestros ahorros en comprar el piso [hace una pausa]. No nos parecía bien pagar otra vez por un piso que ya habíamos comprado.
--Entonces, perdieron el juicio.
--Sí.
--¿Y qué hicieron?
--Empecé a dar resonancia en las redes sociales. Acusé a la fiscalía, a la jueza, a la Administración pública, para la que además mi marido y yo trabajábamos… Quería llevar al dominio público nuestro caso y entonces me empezaron a llegar cartas de casos similares de toda Rusia. Era un caso clarísimo de corrupción del Estado.
--Y ahí empezaron las amenazas…
--Nos comenzaron a presionar. Empezó a venir gente rarísima a nuestra casa, por la noche. Tocaban la puerta, llamaban al timbre… Los niños se asustaban y además yo acababa de tener a mi segunda hija. Al mayor, además, lo cogieron cuando iba de camino al colegio e intentaron agredirle. Luego me amenazaron con matar a mi perro e intentaron quemar nuestro piso desde la buhardilla, porque era un ático.
--¿Cuánto aguantaron así?
--Un año. Aunque las presiones aumentaron los últimos seis meses. De hecho, al hablar en redes sociales de casos similares que la gente me enviaba tuve mi primer caso penal y la fiscalía dio orden de bloquear mis perfiles: Youtube, Instagram, TikTok…
--Ahí decidieron salir de Rusia.
--Cogimos el poco dinero que nos quedaba y nos fuimos a España. Mi marido tenía visado abierto en el país porque tenía unos amigos viviendo aquí. Así que lo aprovechamos. Aunque la idea era esperar aquí unos meses hasta que pasara todo.
--Pero no volvieron.
--No. Y además al día siguiente de llegar a Segur de Calafell, donde alquilamos un piso por tres meses, unos amigos me llamaron que la policía había entrado en mi casa en Moscú y se habían llevado absolutamente todo.
--Y ahí es cuando decidió aumentar su presión en redes sociales.
--Exacto. Decidí no callar. Empecé a hablar de casos, pero también de la corrupción política en Rusia. Divulgaba información para cambiar el régimen y animaba a la gente a salir a la calle en Rusia. Mi último mensaje sobre este tema fue el 15 de enero.
--Esto haría aumentar sus casos en la justicia.
--Sí, no gustó al Kremlin. Cada vez me caían más y más causas penales. Ahora mismo tengo cuatro: terrorismo, extremismo, incitación a la violencia y al cambio de régimen. Me han dado dos opciones si vuelvo a Rusia: cadena perpetua o ingreso en un psiquiátrico.
--¿Psiquiátrico?
--Mi abogado de oficio allí, en Moscú, me dijo que han estudiado mis caras, mis reacciones, mi expresión… tienen un documento de 150 páginas acusándome. Por eso justifican el psiquiátrico. Aunque yo creo que me matarán antes de que me encarcelen. Espero estar aquí, en España, segura.
--Pero ahora, aunque continúan en Segur de Calafell, ya no viven en el piso de alquiler de cuando llegaron de Rusia…
--Pensábamos que estaríamos en España unos meses, pero el dinero con los niños se acabó. Una chica nos enseñó una casa vacía propiedad del banco en Segur de Calafell. No teníamos otra opción, así que okupamos la casa. Estuvimos 48 horas y ya no se nos podía desalojar.
--¿Cuáles son las condiciones de la vivienda?
--Cuando entramos no había nada. Ni agua, ni luz, ni teníamos dinero para poner cerraduras. Aunque teníamos un techo y no estábamos amenazados. Pero malvivimos. Dormimos desde hace dos años con un martillo bajo la cama, y vivimos con cuatro perros que hemos acogido para que nos protejan. De hecho, nos entraron a robar y nos quitaron la guitarra de mi marido, lo único valioso que había en la casa.
--¿Han intentado pedir asilo político en España?
--Hace seis meses que presentamos la solicitud. Estamos esperando. Nos han dicho que es un proceso muy largo. Tenemos la sensación de que nadie nos quiere… de Rusia nos echaron, nos persiguen, nos quieren meter en la cárcel… y aquí tampoco hacemos falta, nadie nos hace caso.
--¿Existe rusofobia?
--Hay que entender las raíces de la rusofobia. La gente cree que los rusos tienen la culpa porque no han sabido elegir mejor, y escogieron a Putin. Pero nadie le eligió. La gente en Rusia está intimidada, acojonada, son esclavos políticos. Si les pagan 500 rublos falsifican las elecciones, porque no tienen ni para comer.
--Eso es lo que denuncia en redes.
--Llamo a la revolución, a la insurrección. Quiero que todos los países que han sufrido las acciones de Putin; Georgia, Chechenia, Ucrania… se unan para acabar con él. Que ayuden al pueblo ruso que está propagandizado y zombeado desde la guardería y por sí solo no es capaz de hacerlo. No me callaré, seguiré hablando hasta que cambie el régimen en Rusia. Porque hasta entonces seguirá muriendo gente.
--Pero sin asilo político, aunque intente cambiar su país a mejor, su vida aquí es difícil.
--Sí. Hace unos días salió la orden de desahucio de nuestra casa. El plazo es hasta el 6 de octubre, el cumpleaños de mi hija pequeña.
--¿Han intentado hablar con el banco?
--Llamamos al banco, contactamos con ellos y les dijimos que les podíamos pagar un pequeño alquiler. Para ver si podíamos hacer contrato y cambiar la situación. Pero nos dijeron que no.
--¿Y qué van a hacer para evitar el desahucio?
--El abogado de oficio de aquí nos explicó, después de meses sin contestarnos a las llamadas y al Whatsapp, que teníamos que hacer un recurso y pedir unos certificados al ayuntamiento. Pero hay que pedir citas y no hay. No sé si llegaremos a tiempo.
--¿Han pedido ayuda a los Servicios Sociales?
--Sí. Vino una trabajadora social a casa y vio que no había luz ni agua y dijo que no podía hacer nada. Aunque la Cruz Roja nos ha ayudado mucho, sobre todo con comida cuando nos quedamos sin nada.
--Ahora trabajan.
--Sí. Mi marido y yo, en un hotel. El 30 de julio tendré mi primer sueldo. Por eso pido que me den un poco más de tiempo para poder salir y alquilar algo. Aunque nadie en Segur de Calafell nos quiere de inquilinos, porque saben que estamos de okupas en una casa.
--De poder parar el desahucio unos meses y aunque no puedan alquilar una vivienda, existen otros mecanismos y ayudas.
--Estamos inscritos en la lista de vivienda social. Aunque nos dijeron que si “éramos rusos” teníamos que esperar entre tres y cuatro años, por ser rusos.
--¿Discriminación?
--No puedo hablar de discriminación, porque España me ha dado tranquilidad y seguridad. Es el país donde viven mis hijos y yo puedo vivir. Aún no me han matado.