La guerra de Ucrania está mostrando el lado más solidario de las personas. Beth y Pau son un buen ejemplo de ello. Esta familia catalana ha cedido sus pisos turísticos a aquellas personas que se dirijan a Cataluña huyendo del conflicto. Cuando estalló, buscaron la forma en la que, de alguna manera, pudiesen colaborar para ayudar a los ucranianos que lo necesitaran. Y no sólo eso. Esta madre fue la encargada de mediar entre la asociación És per tu y el RCD Espanyol. Un autocar del club partió hacia Polonia con material esencial y alimentos. De vuelta, ha traído a niños y familias ucranianas hasta la destinación marcada por la ONG.
La idea inicial de la pareja fue “coger una furgoneta de siete plazas” y poner rumbo hacia Polonia, pero consideraron que no sería suficiente. Finalmente, decidieron ayudar ofreciendo alojamiento a las familias ucranianas. Y lo hicieron cediendo los apartamentos turísticos con los que cuentan y que están repartidos por distintas partes de Cataluña --L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona y Monsó--. "En cualquiera de esas viviendas, los refugiados tendrán un hogar por tiempo indefinido, hasta que puedan volver a su país”, explica Beth a Crónica Global.
Corren con los gastos del viaje
Además, este matrimonio cuenta con espacio en su propia casa para acoger a una madre con dos o tres hijos. Y no sólo eso, porque la ayuda que ofrecen va más allá. Pues a las familias que no tengan recursos propios para llegar hasta Cataluña, les facilitarán el billete de transporte.
Beth y Pau aseguran que, cuando estalló el conflicto, no pensaban que sería de la magnitud a la que ha llegado. Sintieron “que tenían que hacer algo más y estar al lado de ellos”. “En una crisis humanitaria hay que hacer lo que toque para ayudar a quienes lo necesitan”, relatan.
Dos familias ya tienen alojamiento
Hoy por hoy, de las cinco viviendas que tienen disponibles, han conseguido ocupar dos. Se trata de "dos madres con sus hijas de 14 años que han estado cinco días viajando en coche vía Rumanía”, acompañadas por sus mascotas. A través de una compañera ucraniana que ha ejercido de traductora, Beth ha podido comunicarse con ellas. Ambas han rechazado escolarizar a las menores y los trámites para que puedan conseguir un empleo. “No tienen intención de quedarse más allá de lo necesario”, explica.
En unas semanas llegarán tres mujeres más con sus respectivas mascotas, un perro y un gato, quienes contarán con otra de las llaves de estos apartamentos de Beth y Pau, quienes se sienten satisfechos por haber puesto “su grano de arena” para ayudar a los afectados de esta guerra.