La salud mental en España ha tomado especial relevancia en el último año y medio gracias, fundamentalmente, a la llegada del Covid y al aumento notable de suicidios. Y es que, según datos publicados en la revista científica The Lancet, la depresión ha aumentado un 28% por la pandemia. Además, tal y como muestra el IV Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon, realizado sobre una muestra de 1.600 personas, actualmente el 20,6% de la población española presenta síntomas de depresión moderada.
“En efecto, el aislamiento forzado junto con el miedo a enfermar, contagiarse, contagiar a los demás, el miedo a la muerte, pérdida de rutinas, actividades bruscas, la incertidumbre de la situación y evolución de la pandemia y la ruptura de la estructura como sociedad han contribuido al aumento de los casos de depresión y otros problemas de salud mental, como ansiedad, trastornos psicóticos, fobias o consumo de tóxicos”, confirma el psiquiatra Pedro Manuel Paulino Matos.
La tristeza no tiene por qué ser sinónimo de depresión
Sin embargo, tener algunos síntomas de depresión, como sentir tristeza, no significa necesariamente padecerla. “A menudo se confunden los términos tristeza y depresión, pero son conceptos diferentes con puntos en común. La tristeza es una emoción humana innata como lo son la alegría, la rabia o el enfado. Se puede considerar como una reacción a una pérdida, un disgusto, un problema laboral o familiar, normalmente es pasajera y no necesariamente indicador de ningún problema o enfermedad mental. Depresión, por otro lado, ya estaríamos hablando de un trastorno mental, donde junto con la tristeza pueden aparecer una miríada de síntomas asociados como apatía, falta de motivación, insomnio, pérdida de apetito, cansancio generalizado, ideas de ruina, sentimientos de minusvalía, impotencia y/o desesperanza, etc.”, aclara este psiquiatra portugués afincado en España.
“Cuando el estado de ánimo bajo se prolonga durante más de dos semanas y, además, notamos sensación de fatiga, agotamiento y pérdida de interés o de la capacidad de disfrutar de cosas que antes nos gustaban podemos pensar que estamos entrando en un episodio depresivo”, añade este especialista en salud mental.
Qué desencadena una depresión
Aunque para sufrir una depresión “no es estrictamente necesario que exista un detonante, éste suele darse en la gran mayoría de los casos. Algunos de los motivos que pueden desencadenar un episodio depresivo son la pérdida reciente de un familiar o persona querida, problemas económicos, una ruptura de pareja, un diagnóstico reciente de una enfermedad física, un problema de salud grave, la enfermedad de un familiar, un despido, cierre de negocio, etc. Existe un tipo de depresión que tiene un componente endógeno en cuyo caso puede no haber ningún factor desencadenante. En estos casos la persona progresivamente se va encontrando peor sin que se identifique una causa”, detalla el Dr. Paulino Matos.
Alrededor de un 15% intenta suicidarse
Se entiende mejor la gravedad de una depresión si hablamos del riesgo de suicidio que conlleva una depresión. “Casi todos los trastornos mentales se asocian con un mayor riesgo de suicidio. El porcentaje de intentos de suicidio superan en gran medida los suicidios consumados. Es difícil dar un valor exacto dado que suelen interferir y participar otros factores y eventos además de la depresión, pero lo podríamos cifrar en alrededor de un 15%. Se considera conducta suicida tanto los gestos consumados como los intentos. Los suicidios en gran medida son prevenibles”, sostiene el psiquiatra.
No obstante, aún hay ciertos estigmas alrededor de la tristeza y la depresión, hay quien habla de “estar deprimido” ante un momento puntual de tristeza, pero también quien quita hierro a una enfermedad grave como es la depresión cuando un familiar o amigo confiesa padecerla. “‘No llores. Alegra esa cara. ¡Anímate, hombre! Sonríe, que estás más guapa…’ Seguro que nos suenan este tipo de frases y, es más que probable que, incluso, hayan salido de nuestra boca alguna que otra vez. Normal. Porque en el ya de por sí incomprendido mundo de las emociones, la tristeza se lleva el gran trofeo. Está mal vista y, por tanto, como individuos y como sociedad, ni la permitimos ni la toleramos ni, incluso a veces, la queremos ver. Es un error”, afirma el filósofo Gabriel García de Oro, que además es coach y director creativo ejecutivo y strategy advisor en Ogilvy Barcelona.
Permitir la tristeza
“La emoción de la tristeza, como todas las emociones, nos brinda una información de gran valor. Nos cuenta algo importante acerca del mundo, ya sea interior o exterior. En el caso concreto de la tristeza nos está diciendo que he perdido algo importante para mí y, sospecho, que no voy a poder recuperarlo. Esa es su narrativa básica. Puede tratarse de una amistad, de un objeto preciado, de una oportunidad, del respeto de una persona en concreto… Lo que sea, pero la historia de la tristeza es una historia de pérdida. Eso sí, como suele pasar con cualquier tipo de información, es bueno no perderse en ella. Es decir, que esa información debe generar reflexión y consciencia para impulsarnos al futuro y no quedarnos anclados en la perdida. Esa es la finalidad de la tristeza. Primero ver qué es eso que tanto valoro y me hace estar triste. Pensar en qué he hecho o qué debería haber hecho para mantener eso que tanto valoraba y, sobre todo, si hay algo, o no, que pueda hacer para recuperarlo y volverlo a tener en mi vida. Obviamente eso es un proceso, uno que empieza por, simplemente, estar tristes y llorar y permitirnos estar tristes y llorar y, sobre todo, hacer oídos sordos a frases como ‘no llores. Alegra esa cara. ¡Anímate, hombre! Sonríe, que estás más guapa…’”, aconseja el filósofo García de Oro.
Enfermedad incomprendida y banalizada
“Me arriesgaría a decir que, junto con los demás problemas de salud mental, la depresión es una de las más incomprendidas, de las más incapacitantes y limitantes y causa creciente de baja e incapacidad laboral. El hecho de que no se suele detectar en la mayoría de los casos una causa física provoca un sentimiento de incomprensión por parte de la persona que la padece. Es importante el estigma asociado a la enfermedad mental. El término depresión si se usa de una forma banal en las conversaciones diarias, aunque, en la mayoría de los casos, no comprendiendo la magnitud del concepto y cómo afecta en el funcionamiento diario de las personas que sufren general”, concluye el Dr. Paulino Matos.