Amalia Rubio: “Estaba obsesionada con viajar”
La ejecutiva defiende que la pandemia ha llevado a “conexiones sociales más genuinas” al tener que limitar las interacciones
9 agosto, 2021 00:00Amalia Rubio tenía cuatro billetes de avión comprados para las siguientes semanas cuando estalló la pandemia de coronavirus y la empresa para la que trabaja ordenó que se detuvieran todas las salidas internacionales. “Viajaba mucho, mucho”, recuerda esta ejecutiva de 42 años, madre de dos hijos y residente en Vilassar de Mar (Barcelona).
Rubio dirige la filial española de una multinacional inglesa de esencias para jabones y perfumería, con fábricas y clientes en todo el mundo. Hasta marzo de 2020 dedicaba gran parte de su vida a viajar por trabajo, fuese para visitar clientes en Nigeria, Dubái o Colombia, como para asistir a reuniones con el resto de la junta directiva o participar en actividades de team building en Londres.
Mala consciencia ambiental
“Estaba exhausta y empezaba a tener mala consciencia ambiental”, admite. Sin embargo, cuando llegaba el verano, su prioridad seguía siendo viajar. “Una de las discusiones frecuentes con mi marido empezaba cuando yo le decía yo necesito viajar, conocer gente y culturas nuevas, si trabajo tanto durante todo el año es para poder permitirme este input en verano”.
En verano de 2019, Rubio viajó con su marido y sus dos hijos a Canadá para visitar a su hermana y hacer excursiones por las montañas Rocosas. En verano de 2020 se limitó a pasar unas semanas en el Pirineo catalán. “De pronto me vi pasando el verano paseando por la montaña, descubriendo pequeños pueblos, hablando con sus gentes... y, para mi sorpresa, me di cuenta de que no echaba de menos viajar”.
Segundo verano en el Pirineo
“Estaba obsesionada con viajar”, admite Rubio. “Puedo satisfacer mi curiosidad por conocer otros países y culturas a través de libros y películas, o cenando en un restaurante mexicano. Lo único que me pierdo es la vivencia”, añade la ejecutiva, convencida. Igual la necesidad de viajar vuelve algún día, pero de momento no la echa de menos. Y ante la expectativa de otro verano por el Pirineo, asegura que no le importa, porque ha llegado un punto en que prioriza más estar en paz consigo misma, tanto a nivel medioambiental como en el terreno personal y familiar.
“Antes del confinamiento, había muchos días que me levantaba a las 5 de la mañana para viajar a Londres y poder estar de vuelta en casa por la noche, y poder desayunar por la mañana con mis hijos”, dice. Ahora lleva 14 meses seguidos “viendo a mis hijos cada día, algo inédito”. “Noto que me sienten mucho más cerca, me cuentan sus vivencias, sus problemas... Creo que así puedo hacerlos más felices y buenas personas, y de paso, mejorar el mundo. Y sin necesidad de viajar”, sonríe.
Reuniones por videoconferencia
Un año y medio después, Rubio combina el teletrabajo con las visitas presenciales a la fábrica, pero todas las reuniones con directivos en Londres se mantienen en formato de videoconferencia. “¿Realmente hacían falta tantos viajes de empresa?”, se pregunta. “¿Cómo podemos exigir a los empleados que trabajen para generar más beneficios cuando nos estamos gastando el dinero en billetes de avión y hoteles? Algunos de estos viajes eran una verdadera pérdida de tiempo, porque hay filiales que están en lugares remotos, que representaban un día y medio de viaje para estar allí seis horas”, inquiere.
Por otro lado, Rubio admite que con tanto teletrabajo y videoconferencia es cierto que se echa de menos la relación personal con los miembros del equipo y los comerciales, y algunas relaciones se descafeínan, porque las actividades de ocio y team building virtuales “no son lo mismo”. “Además”, añade, “es cierto que en las reuniones presenciales estás más relajado, hay más espontaneidad, la conversación fluye mejor, y eso genera más creatividad. En cambio, cuando haces una reunión virtual, estas en modo robot”, se lamenta.
El neceser de viaje, preparado en el baño
Afortunadamente para Rubio, la pandemia no ha afectado tanto a las ventas globales de la empresa como se temía al principio, e incluso han mejorado los beneficios. “Hemos reducido gastos --asistencia ferias internacionales, comidas con clientes...-- y, en general, hemos mejorado el margen de nuestro producto”, dice. Confía en que la denominada nueva normalidad ha venido para quedarse y no volverá a viajar como antes. “Hasta hace poco tenía aún el neceser de viaje preparado en el baño. Cuando lo vi, me dije: ¿por qué no lo deshice?”.
“Me he dado cuenta de que mi felicidad dependía demasiado de factores externos, como viajar, igual que mucha gente dependía demasiado de las relaciones sociales". Rubio señala que con la pandemia “se han acabado los compromisos sociales, o aquellas fiestas de cumpleaños a las que no querías ir... Creo que el Covid nos ha llevado a conexiones sociales más genuinas, solo por el hecho de tener que limitar las personas con quien te relacionas”.
Netflix, un nuevo hábito
Ante la imposibilidad --y no necesidad-- de viajar, Rubio ha desarrollado nuevos hábitos. Netflix, por ejemplo. “O todas esas aplicaciones para identificar la vegetación, los árboles, las constelaciones y las montañas” que antes no estaban en su móvil.
“La tecnología nos sirve para sacar mucho más provecho de lo que tenemos al lado”, concluye.