Al ritmo que crece la población mundial (Naciones Unidas estima que en el 2050 alcanzará los 9.700 millones) la alimentación global se plantea como uno de los mayores retos a los que deberá enfrentarse la humanidad. Si además consideramos las dramáticas consecuencias del cambio climático, incluida la alarmante pérdida de ecosistemas y biodiversidad que impacta directamente en la producción de recursos, nos encontramos ante una apremiante misión en la que la biotecnología, la investigación y la innovación constituyen pilares fundamentales.
“En los mares se está gestando el futuro de la humanidad”, apuntaba Benjamín Lana, presidente de la división gastronómica de Vocento, en la apertura del simposio Encuentro de los mares. Un foro en el que se ha debatido acerca de la situación de nuestros mares y océanos, de pesca sostenible y de cómo los bosques de algas o el cultivo de de especies vegetales marinas redundarán en beneficios medioambientales y alimentarios.
Reforestar los mares
El activismo medioambiental pasa, inexorablemente, por un cambio en los hábitos de consumo así como por una profunda transformación del modelo de producción. La reforestación marítima se plantea como una revolucionaria solución con múltiples beneficios. Conviene recordar que más del 70% de la superficie de la Tierra lo ocupan mares y océanos y que bajo esta extensísima superficie acuática existe una extraordinaria biodiversidad aún desconocida e inexplorada.
Para Carlos Duarte, catedrático de Ciencias del Mar de la Universidad King Abdullah, “la gran diversidad genética que existe entre los diferentes tipos de algas permite una gran diversidad de opciones en sectores como la alimentación, biocombustibles, bioplásticos, aplicaciones biomédicas…”. No solo eso sino que al contrario que los cultivos terrestres, que impactan en el entorno (uso de pesticidas, consumo de agua dulce, etc.), estos campos marinos constituyen un auténtico pulmón verde para el planeta, generando oxígeno y absorbiendo altos niveles de CO2, mejorando la calidad del aire que respiramos. Por tanto, sostiene que el cultivo y “el consumo de algas no es una opción, es un imperativo para una sociedad global sostenible”.
Cómo cocinar un arroz en la luna
Estos versátiles organismos suponen una eficaz herramienta para luchar contra el cambio climático y a favor de la gastronomía, su gran aliada. Agua, microalgas, colágeno y arroz son todos los ingredientes que Ángel León necesitaría para elaborar una sabrosa paella en la Luna. Un plato que ya ha experimentado con su equipo de investigación pero que “aún no me he atrevido a servir en Aponiente”, comenta. Tiempo al tiempo. Mientras tanto, sueña con “cocinar un menú donde no hubiese pescado, donde solamente hubiese proteínas del mar, donde no se echara en falta ni las carnes, ni las verduras, ni el pescado, ni absolutamente nada”. Y a la vez avanza con su proyecto piloto de siembra de zostera marina, el arroz del mar, un cereal autóctono de la bahía de Cádiz con múltiples nutrientes y sin gluten. “La idea final es sustituir el cereal de tierra con los beneficios medioambientales y sostenibles que comporta, es que tú coseches el mar, no que el mar te regale nada”.
Para Ángel León “la gran base del ser humano es la tierra, el gran desconocido del ser humano es el mar”. Y es que el gran azul atesora infinitas posibilidades por descubrir. Los países orientales nos llevan mucha ventaja en cuanto al uso de algas en la cocina. Teniendo en cuenta que las microalgas son altamente proteicas y las macroalgas muy ricas en carbohidratos su incorporación a nuestros platos resultaría muy beneficioso.
Pese a sus múltiples propiedades, el hándicap está en encajarlas en la dieta mediterránea y popularizar su consumo. Además su producción a gran escala resulta compleja. Según Juan Luís Gómez Pinchetti, director del Banco Español de Algas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, “el futuro pasa por mejorar la tecnología de producción de algas para hacerla más asequible y sostenible”.
Activistas por una economía azul
Pero no todo son bondades en el mundo acuático. La Rugulopteryx okamurae, a la que los pescadores llaman “roña”, es un alga invasiva, originaria del Pacífico, que se ha extendido por todo el litoral marítimo andaluz y amenaza con colonizar todo el Mediterráneo. Los científicos José Lucas Pérez Lloréns y Fernando G. Brun junto al cocinero David Chamorro alertan sobre ello pero además aportan soluciones. Aprovechando su sabor amargo y picante, el Food Idea Lab de Chamorro ha elaborado una sriracha, una angostura y una salsa similar al Tabasco a la que han llamado Tabanco, en honor al popular nombre de la tabernas jerezanas. De esta manera “podemos ayudar a luchar contra esta plaga dando valor económico a la especie”, visibilizando y concienciando así un problema ante el cual, aseguran, nada se puede hacer.
Y es que mucho ha cambiado El mundo submarino que nos mostraba Jacques Cousteau a bordo del Calypso. Su nieta Alexandra se ha propuesto recuperar la diversidad y abundancia perdidas con un programa de acción global: Oceans 2050, un equipo multidisciplinar que se afana por revertir su palpable deterioro.
En nuestras manos está la supervivencia de mares y océanos pero también la nuestra. Como dice Benjamín Lana: “Lo que le pase al mar va a ser probablemente lo que nos va a pasar a nosotros como especie”.