Una familia catalana ha querido compartir su trágica historia directamente relacionada con los estragos que causa el coronavirus para tratar de concienciar al resto de la población de lo importante que resulta cumplir con las medidas de prevención para evitar los contagios y, en su caso, para evitar que las personas más cercanas paguen las consecuencias.
A pesar de que cumplían a rajatabla las recomendaciones fijadas por las autoridades sanitarias, vieron cómo el Covid-19 se cebaba con ellos y acaba con la vida de uno de los miembros de la familia tras una simple comida.
Un encuentro habitual
En octubre, Marcel, de 54 años y Núria, de 51, fueron a comer a casa de los padres de ella como hacían todas las semanas. Diez días después, la vida se les comenzó a torcer cuando reciben una llamada telefónica.
“Nos llamó mi madre, y me dijo: Núria no te asustes, pero tu padre tiene fiebre”, explica Núria en TV3. El temor se apoderó de la casa ya que unos minutos antes la propia María se encontró a su marido estirado en el sofá con la temperatura corporal muy alta. Tres de los cuatro asistentes a aquella comida tenían fiebre y la preocupación se instaló en la familia.
Todos ingresados
Con razón. Díez días después, los cuatro estaban ingresados en el Hospital de Figueres. Hija y marido, en la uci. Al suegro lo tuvieron que trasladar a la Clínica del Remei de Barcelona, donde le practicaron intubación con ventilación mecánica. Mes y medio y después, el suegro ha salido del hospital pero Marcel ya lleva cinco semanas en la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Bellvitge, donde ingresó a raíz de las complicaciones. Ser una persona activa, camarero de profesión y deportista no ha evitado que el Covid le haya atacado a él con más dureza.
“Es muy duro. Estás todo el tiempo pendiente del teléfono. Nunca me hubiera imaginado que en un mes me habría cambiado tanto la vida”, explica Núria desde su domicilio en Vilacolum, en el Empordá.
Muere Marcel
Finalmente, Marcel falleció el 27 de noviembre. Durante 40 días los médicos trataron de salvar su vida pero el Covid fue mucho más fuerte.
“Siempre llevábamos la mascarilla puesta, nos lavábamos las manos… El único día que nos pudimos contagiar fue en aquella comida. Ahora, cuando nos reunimos con mi hermano o con mi cuñada, siempre llevamos la mascarilla. Algo que antes no hacíamos, porque no había pasado nada… hasta que pasa”, se lamenta Núria.