Un hombre sale a la calle para combatir la soledad / EUROPA PRESS

Un hombre sale a la calle para combatir la soledad / EUROPA PRESS

Vida

La soledad en personas mayores: lo importante, es llamar a su puerta

Se trata de un sentimiento que se caracteriza por la invisibilidad, hecho que obliga a la sociedad a dar un paso más para combatirla

13 noviembre, 2020 09:01

“Me quedé viuda hace tres años, no tengo hijos ni nietos, y las dos únicas amigas que me quedan vivas no residen en Palma”, lamenta Catalina el encuentro impulsado por Fundación La Caixa, una mujer de 87 años que, desde que falleció su marido, vive sola en un piso de 150 metros en el casco antiguo de la capital mallorquina. En España hay 4,5 millones de personas mayores de 65 años que viven sin compañía, de las cuales 880.000 tienen más de 80 años, según datos del INE. Y de estos, uno de cada 10 afirma sentirse solo a diario.

Ante esta situación, a la sociedad española le surge el reto de encontrar la forma de combatir la situación de estas personas, que con el paso de los años se han quedado viudas, o que no han tenido nunca compañero vital, y a las que con el devenir del tiempo, les emerge la necesidad de sentirse acompañadas.

La necesidad de tener a alguien

“Cuando uno es joven, estar solo puede llegar a gustar, yo viví sola de jovencita, y me encantaba. El problema está en que con los años te das cuenta de que tu vida está más cerca del final que del comienzo. En este momento, tomas consciencia de que necesitas a alguien a quien contarle cómo te sientes”, explica Catalina. En la actualidad la esperanza de vida se ha prolongado, y como consecuencia, el porcentaje de personas mayores de 65 años se sitúa en el 19,2% de la población, un valor que ya supera al de aquellos ciudadanos que tienen menos de 18, que representan el 17,9% del total de españoles.

La pirámide de población poco a poco se irá invirtiendo, sobre todo a medida que la generación del baby boom se vaya jubilando. Ante esta realidad demográfica surge el reto de dar respuesta a toda esta gente mayor que en unos años será aún más mayoritaria. Se espera que en el año 2066 los mayores de 65 años asciendan hasta los 14 millones de personas, un 34,5% de la población, de acuerdo con las proyecciones del INE.

Entender la soledad

En muchas ocasiones, la soledad se desencadena a partir de la muerte de un ser querido. En este caso la perdida se convierte “en un detonante para la identidad de la persona, debido a que se le ha arrancado una parte de su esencia, un mecanismo de conexión con el mundo”, afirma María Márquez, doctora en psicología clínica y de la salud por la UAM. En este sentido, “no es la perdida la  que genera el sentimiento de soledad, sino la forma de atacarla. Hay gente que la afronta de forma derrotista, y otra que se enfrenta con determinación”, sentencia.

Desde el punto de vista médico el aislamiento social “aumenta el riesgo de morir prematuramente, al mismo nivel que otras patologías como la obesidad o el tabaquismo”, apunta Jordi Surià, psicólogo general sanitario. Y está asociado con un aumento “del 50% en el riesgo de demencia”. Otro elemento sobre el que influye la soledad es en el “tipo de humor, en la autoestima, y en el estado de ánimo en general”, confirma. En este contexto, el sentimiento más complejo es el de la nostalgia, el recordar el pasado “y ser consciente de que ya nada volverá a ser como antes”, explica.

Para combatir la soledad en la vejez es necesario desarrollar un “envejecimiento activo” que consiste en mantener las relaciones sociales más allá de la jubilación. “No se puede llevar una vida laboral activa, ir a tomar unas cañas con los amigos y de un día para otro, dejar que todo se paralice”, afirma Jordi Surià. En este punto entra en juego la necesidad de tener aficiones, hacer deporte, y llevar una dieta equilibrada que mantenga al cuerpo en condiciones óptimas.

Hay que llamar a la puerta

La soledad es un problema invisible, la gente que la experimenta la vive en silencio, no es perceptible y menos a simple vista. En este sentido, “hay que llamar a la puerta de las personas que creemos que se sienten solas, preguntarles, darles la oportunidad de que se puedan abrir”, apunta María Márquez. Y añade, “vivimos en una sociedad caracterizada por los estereotipos y por el individualismo. Nos da miedo molestar, y por esta razón, no nos atrevemos a preguntar, aunque sepamos que tal vez detrás de la puerta hay una alguien que no está bien”, explica. Las personas tenemos que hacernos “un replanteamiento vital, cuestionar los cimientos de nuestra sociedad, y atrevernos a ayudar”, dice.

Sin embargo, se trata de una sensación subjetiva. Hay personas mayores que no comparten casa con nadie pero llevan una vida activa y su día a día está completamente ocupado. “Me levanto por la mañana pronto, salgo de casa, y ya no vuelvo hasta la hora de cenar”, dice Toni, un hombre de 82 años que vive en Lloseta, un pequeño pueblo de Mallorca. Toni se quedó viudo hace un año, y al principio sufrió la pérdida de su mujer, pero sus hijos “llamaron a su puerta” y “lo obligaron a vivir”. Cada día uno de sus nietos iba por la tarde a merendar con él, y los fines de semana “los pasaba con mis hijos y nietos”, comenta. “Me siento más activo ahora que hace 20 años, todo el día arriba y abajo. Cuando no me reclama uno, lo hace otro”, cuenta alegre.

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