La segunda oleada de coronavirus que se está viviendo en España ha puesto en alerta de nuevo a la población. Las restricciones sociales se han extendido en todo el territorio, y la petición de reducir los contactos se ha generalizado. En este contexto, aplicaciones como Tinder y Grindr, habitualmente utilizadas para concretar encuentros sexuales con desconocidos, vuelven a estar en su máximo esplendor. Sea deseo o inconsciencia, esta es la realidad. Y conlleva riesgos.

Sus potenciales consecuencias son, en primer lugar, la contribución al incremento del número diario de contagios de coronavirus. La otra cara de la moneda es la dificultad para rastrear los contactos al tratarse de citas en las que, en muchos casos, no se intercambia ni el nombre.

 

 

¿Las relaciones sexuales implican un riesgo de contagio por el Covid-19? / FRANCE24

El mecanismo de apareamiento

En España, las aplicaciones de contacto están ciertamente extendidas. Un 13% de las personas con edades comprendidas entre los 16 y los 34 años tienen la app Tinder instalada. Este dato se traduce en que durante el primer semestre de 2020, la plataforma llegó a los siete millones de usuarios. El funcionamiento es fácil: deslizar e ir pasando candidatos hasta encontrar a alguien que te guste, darle like y esperar a que te lo devuelva. Hacer match. A partir de aquí, lo que pase pertenece a la más estricta intimidad.

Lo mismo pasa con la aplicación Grindr, destinada al público gay, y que cuenta en el mundo con 27 millones de usuarios. El funcionamiento es mucho más sencillo. Es muy habitual concretar encuentros sexuales en escasos minutos, lo que se tarda en concretar una hora y un lugar donde quedar.

El coronavirus entra en juego

El problema reside en que, en estos momentos en los que el coronavirus vuelve a amenazar la frágil libertad recuperada tras la reclusión de marzo, el hecho de quedar con gente desconocida para algo más que tomar un café se convierte en un riesgo. En caso de que alguno de los dos esté contagiado, el Covid lo tiene muy fácil. Y seguir la cadena de contagios es muy complicado. Grindr se caracteriza por la discreción, y en muchos casos no se intercambian ni los nombres ni los teléfonos, todo queda en la app. Todo es anónimo.

El logo de una de las apps para ligar más populares / XATAKA

Una rápida ojeada a la interface de la aplicación permite comprobar como de 36 personas conectadas en la zona, 28 buscan right now, término empleado en la app para referirse al “aquí te pillo, aquí te mato”. Por tanto, 56 personas que podrían llegar a estar infectadas en el caso, muy improbable, eso sí, de que 28 de ellas tuvieran el virus. Rastrearlo, una verdadera odisea.

Los usuarios no se ponen de acuerdo

El perfil de quienes usan la app es muy variado. Hay gente de todas las edades, desde algunos que seguramente no llegan a los 18, a aquellos que superan los 70. Francesc, usuario de 24 años, lo tiene claro y entiende que “a pesar del coronavirus la gente tiene que seguir viviendo”, y añade que “las necesidades sexuales deben satisfacerse, y la gente que no tiene pareja no tiene otro mecanismo que no sea este”.

Lo mismo considera otro miembro de 19, que a pesar de reconocer el peligro considera que “hay que arriesgarse”: Si la gente no deja de socializar ¿por qué yo no puedo tener encuentros sexuales?”. Pero no todo el mundo opina lo mismo, un usuario de 33 años asume que “no es el momento de comprometer la salud de nadie”. Y añade que “si se nos está pidiendo que ni tan siquiera quedemos con nuestros amigos, ¿cómo vas a quedar con alguien del que no sabes absolutamente nada? Es de locos”.

Una mascarilla junto a unos preservativos / PIXABAY

La opinión de los especialistas

Todo se reduce al impulso sexual, sobre todo al de los jóvenes, al deseo y a las ganas de tener sexo, que son más fuertes que el miedo a contagiarse. “Cuando uno es joven se cree invulnerable, y cree que no se va a contagiar”, asegura Manuel Fló, psicólogo, y añade que “la gente joven es más imprudente y tiende a arriesgarse. Ya pasó igual en los 90 con el VIH”. Los seres humanos tenemos deseo sexual, es innato a nuestra especie y es difícil de controlar: “La sexualidad es algo que no se puede cohibir”, afirma el sexólogo y coach Luis Duro.

Smartphones con emoticonos de amor / INNOVASPAIN

En muchas ocasiones “pesa mucho más el morbo de lo prohibido y el deseo de aventura que la responsabilidad ciudadana”. Durante el primer confinamiento la gente estaba más asustada, aún se tenía poca información sobre el virus, y la población iba con mucho más cuidado. En estos momentos la ciudadanía ya ha aprendido a convivir en la nueva situación, y esto hace que “desaparezca la sensación de peligro, y se imponga el deseo sexual incontrolable”.

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