A las peleas, gritos y altercados que protagonizan algunas de las personas que acuden al centro de día de Font Honrada, en el barrio barcelonés de Poble Sec, se suman varios bajos ocupados donde, según denuncian los vecinos, se trapichea con drogas. No pueden más. A pesar de que el comedor social funciona desde hace años, los últimos meses “han sido horrorosos”, denuncia Mónica Soler, que reside en la misma calle, quien reclama que el consistorio incremente la seguridad y la limpieza en la zona y lamenta: “Cualquier día nos darán un navajazo”.
Fue a principios de junio cuando uno de los vecinos grabó como varios individuos se enzarzaron frente al comedor. Una trifulca entre tres hombres, uno de los cuales habría amenazado con un arma blanca a los otros dos. Según fuentes municipales, uno blandía una botella de vidrio rota y un cuchillo de grandes dimensiones que guardaba en su mochila. No es un incidente aislado, señala Soler, aunque lamenta que no había pensado en que tendría que contar con imágenes para que la administración ponga freno a la inseguridad que sufre a diario y que tampoco le permite dormir.
Okupas en bajos
Al igual que en aquella ocasión, efectivos de Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana patrullan la zona, pero la presencia policial solo es efectiva mientras dura, y tampoco pueden expulsar a los okupas. “Los bajos del 5 y el 9 de Font Honrada están ocupados. En el primero se han producido varias intervenciones policiales, pero nos han dicho que hasta dentro de meses no les podrán echar”, asegura Mónica. Del 9 emana un intenso olor a marihuana que también sufren los vecinos. “Poble Sec ya está casi peor que el Raval”, lamenta.
Esta vecina es consciente de que los agentes tienen las manos atadas. “Vienen, se los llevan detenidos y al rato vuelven a estar en libertad. Las leyes son un poco extrañas”, ironiza. Para conseguir que el Ayuntamiento refuerce la seguridad en la zona ha impulsado una campaña en el portal Change.org para pedir el cierre el espacio [AQUÍ]. “El centro da de comer a personas que lo necesitan, pero siempre hay follones. Orinan, se pelean, se emborrachan, llegan en un estado lamentable y por eso no les dejan entrar”, denuncia.
Aumentar la vigilancia
El reclamo es claro, si el comedor no cierra, al menos esperan un incremento de la seguridad. “El centro cuenta con varios vigilantes, hemos hablado con ellos, pero nos dicen que si están en el exterior, no pueden hacer nada. Se desentienden”, critica esta vecina. Y es que muchos residentes están hartos de tener que ir a trabajar sin haber podido pegar ojo por las trifulcas que se producen bajo sus pisos.
“Si en ese momento pasa la Urbana, todo se calma, pero al irse, vuelta a empezar”, detalla. Algunos residentes han dejado de comprar en el supermercado que tienen bajo sus viviendas por miedo. “Se sientan allí y no te dejan entrar”. También se han producido robos y agresiones, pero lamentan que si no hay imágenes, nadie les toma en serio. “Hasta que no pase algo grave, no nos van a hacer caso”, pronostica Mónica.
Restricción de aforo
Desde el Ayuntamiento de Barcelona apuntan que trabajan para reducir el impacto que este recurso tiene tanto sobre el espacio público como en los vecinos. Señalan así que, durante el confinamiento, el centro permaneció abierto con medidas de restricción de aforo, lo que ha podido generar concentración de personas en sus alrededores, pese a que el personal de seguridad ha estado “presente” en todo momento.