El trapicheo y consumo de drogas en el centro de Barcelona no se ha interrumpido pese al decreto del estado de alarma. Ahora, en plena fase 0 de la desescalada se han sumado los botellones en la franja de 20:00 a 23:00, que permite paseos y actividad física a mayores de 14 años. Una posibilidad que algunos aprovechan para comprar alcohol y consumirlo en grupo en plena calle. Así lo denuncian vecinos de la Barceloneta y el Raval, hartos de que sus barrios concentren aglomeraciones y delincuencia.
“Hay zonas, como la plaça dels Àngels, a la que son asiduos gente joven y no tan joven que viene a hacer lo que ya hacían antes del estado de alarma: beber en la calle, fumar porros; como si aquí no estuviese pasando nada. Una conducta que pone en peligro a los que vivimos aquí”, denuncia Lluís, vicepresidente de la asociación de vecinos del Raval. “Desde que se puede salir a pasear, nos encontramos la misma situación que en febrero. Gente que luego deambula hacia donde vive, porque el 85% de estas personas no reside en el barrio, algunos incluso vienen en metro, mucho más lejos de lo que permite el real decreto”, alerta.
Botellón en la playa
Una situación que se repite en la Barceloneta y de la que son testigos sanitarios del Hospital del Mar, cuando abandonan el centro tras jornadas de doce horas. “Botellones desde las 20:05, tras el aplauso de rigor, hasta las 23:00”, atestigua Manel Martínez, vicepresidente de la asociación de vecinos. “Por la mañana el barrio se llena de nuevos deportistas y por la noche, de gente joven. Por eso pedimos a las autoridades que limiten la venta de alcohol --prohibida a partir, justamente, de las 23:00--. Van cargados de packs de cerveza, botellas de ron y refresco para hacerse su cubata. Y claro, a ver quién les llama la atención porque encima se ponen chulos”, señala.
Los vecinos de esta zona también son testigos del consumo de drogas en plena calle. “Vemos como circula, tenemos localizadas esquinas que funcionan como puntos de distribución y lo hemos denunciado. También okupas en plantas bajas y gente que va a comprar o a trabajar con miedo. Hemos advertido en tres ocasiones al ayuntamiento porque se han producido robos y asaltos. Dan tirones y se llevan la cartera y el móvil”, detalla Martínez. Las zona más peligrosa, cuenta, es el triángulo entre el mar --calles más solitarias, donde gente que malvive ataca a los vecinos: antes lo sufrían más los turistas, pero ahora no hay--; las paradas de metro de Barceloneta y Vila Olímpica, y las calles comerciales de alrededor del mercado.
Trapicheo y consumo en el Raval
También sucede en el Raval. “El tráfico de drogas sigue, igual que la actividad de los narcopisos. Cuando las limitaciones eran más estrictas, se hacía más evidente porque no había nadie más por la calle, y veías a consumidores deambulando para comprar y consumir; el círculo vicioso que sufrimos”, explica Lluís. Aunque los Mossos d’Esquadra han desplegado varios dispositivos durante los últimos dos meses para clausurar varios inmuebles de venta de estupefacientes, los vecinos aputan que no es suficiente. “Hace falta algo más”, reclaman, “es lo que siempre denunciamos, la policía hace su trabajo, pero en cualquier momento esos puntos vuelven a estar operativos, porque los inmuebles están en manos de fondos de inversión y nadie se hace cargo”.
La consecuencia es el malestar de los residentes. “Tenemos miedo, sobre todo la gente mayor, que no quiere pasar por zonas donde ha habido grandes aglomeraciones de gente con una actitud incívica”, relata el presidente de los vecinos. Por ello reclaman la desinfección de puntos concurridos; entre ellos, los lavabos de Reina Amalia. “Con el consentimiento del regidor, siguen abiertos y durante estas semanas se están utilizando como espacios de venopunción. Es su único uso, porque nadie del barrio entrará allí”, denuncia Lluís.
Aglomeraciones en fase 0
Los vecinos piden su cierre. “Quienes entran lo hacen para pincharse o consumir”. Un espacio que se ubica frente a un bloque de pisos que habitan ancianos y desde la asociación alertan del riesgo que conlleva. “Hay colas y restos de consumo en la zona por la que tienen que pasar para ir a comprar”. Para evitar esta situación, a raíz de las quejas vecinales, la Guardia Urbana distribuyó la pasada semana patrullas estáticas en algunas plazas del Raval. “Las aglomeraciones de gente se están produciendo en todo el barrio”, lamentan desde la asociación.
Por su parte, Martínez, también portavoz de Tsunami Vecinal --entidad que agrupa a más de 40 asociaciones de vecinos de Barcelona-- avanza que presentarán diferentes propuestas al consistorio para atajar la inseguridad. Entre ellas, la de sustituir sanciones a los incívicos por trabajos a la comunidad, o demandar protocolos ante un posible aumento de los contagios y, con ello, de las restricciones. “Queremos previsiones y que la administración no sea siempre reactiva”, manifiesta.
“Queremos que las autoridades den instrucciones claras, fáciles de entender y que velen por su cumplimiento. También apelamos al sentido común de los ciudadanos; tenemos que respetar la convivencia”, reclama Manel, quien ve a diario como a su barrio llegan vehículos con tablas de surf o patinetes “para hacer deporte al lado de la playa. Entendemos que la gente lleva dos meses encerrada, pero, ¿realmente es necesario venir hasta la marina, cuando es un barrio de 16.000 habitantes, pisos pequeños y calles estrechas? El único sitio que tenemos para pasear los vecinos y lo encontramos abarrotado. Y debemos ser solidarios”, concluye.