De alimentar a los guerreros (sanitarios) al 'nadie sin un plato en la mesa'
La iniciativa solidaria de Francesc Terns y Nacho Ballesta para repartir comida a hospitales y residencias da el salto para ayudar a colectivos en riesgo de exclusión
11 mayo, 2020 00:00Una anciana de 93 años que vive en una casa de la Floresta, Collserola, come una sola vez al día. Decía García Márquez que el amor es tan importante como la comida, pero no alimenta. Y, como en tiempos de pandemia la solidaridad también se contagia, la iniciativa de Francesc Terns y Nacho Ballesta, que nació para llevar raciones de comida a sanitarios de hospitales catalanes, ha ampliado su marco de acción a los más vulnerables.
Fue el 16 de marzo cuando Terns, propietario de un restaurante, alumbró Health Warriors. El planteamiento inicial era mostrar reconocimiento, apoyo y fuerza a un colectivo tan menospreciado como el sanitario en plena emergencia por el coronavirus. Ballesta, director de una agencia de publicidad digital, se unió al proyecto y, tras un llamamiento a través de redes sociales, en menos de 48 horas varios locales se sumaron a la iniciativa. Durante su andadura, ya han servido más de 11.000 raciones a hospitales y residencias de ancianos y cuentan con la colaboración de más de un centenar de casas de comidas.
Los payeses arriman el hombro
Todos los integrantes del proyecto lo hacen de forma voluntaria. Fue hace tres semanas cuando muchos de los restaurantes empezaron a darse de baja porque no contaban con recursos ni materia prima. Lejos de tirar la toalla, Ballesta se puso manos a la obra. Primero contactó con operadores de alimentación y “al no obtener respuesta positiva”, decidió recurrir al sector primario. “Acudo a cooperativas de payeses. Al final, son los que colaboran siempre y tienen ganas de echar una mano”, señala. Entre ellas, Agricultura pel Territori, en El Prat, que dona cada semana 45 kilos de alcachofas y habas.
Los alimentos se almacenan en un economato y los restaurantes tienen que cocinar con los productos disponibles. Los platos se distribuyen entre el personal sanitario de hospitales, centros de atención primaria, residencias y también voluntarios de Open Arms, encargados de realizar test masivos en geriátricos de titularidad pública, y que también participan en el ensayo clínico de Can Ruti, que dirigen el epidemiólogo Oriol Mitjà y el doctor Buenaventura Clotet. Hace unos días, estos guerreros voluntarios visitaron el centro donde se encuentra ingresada la madre de Ballesta. “Llevaba dos meses sin verla, fue muy bonito”, rememora.
Alianzas solidarias
Pero el proyecto ha evolucionado. Han establecido alianzas con otras entidades locales como Food 4 Heroes. “Intercambiamos productos: te dicen ‘yo tengo arroz’, ‘pues yo atún’; es economía de guerrilla”, ríe Ballesta. “Es una iniciativa de la calle. El pueblo alimentando al pueblo. Tanto al personal de la planta 15 del Vall d'Hebron, como a camilleros del Parc Taulí de Sabadell. El 95% de los que elaboran los platos son pequeños restaurantes de barrio, la mayoría cerrados, y algunos han comenzado con el servicio de entrega a domicilio estos días”, detalla su impulsor.
A la colaboración de payeses y restauradores se ha unido la de más de 40 grandes marcas que, de forma anónima, han donado centenares de productos. Nacho gestiona un equipo de 35 personas que, hasta hace dos semanas, no conocía. Taxistas solidarios se encargan de la logística. “Hacen el reparto en furgonetas adaptadas para minusválidos y un equipo de cuatro personas crea las rutas, porque no todos los restaurantes colaboran a diario, y hay que organizar la entrega por cercanía con el local, por ejemplo, si está en Travessera se lleva al Hospital Clínic”, detalla.
Nadie sin un plato en la mesa
Eso sí, admite que la gestión, por momentos, “es una locura”. “Tenemos un modelo estructurado dentro del caos”, señala. A pesar del sobreesfuerzo, que compagina con su actividad laboral --“hay que llenar la nevera”--, este padre de cuatro niños ha sacado tiempo para más, y ha replicado la iniciativa en su ciudad, Sant Cugat. “Es uno de lo municipios con la renta per cápita más alta de España y con el metro cuadrado más caro, pero aquí hay gente que no tiene para comer”, advierte, “y yo no puedo dejar a una mujer de 93 años en una casa de la Floresta con una sola comida al día”, cuenta.
Así que, desde casa, con sus pequeños y “el culo apretado”, preocupado por la salud de su madre, Health Warriors avanza hacia un nuevo formato. Aunque continuarán sirviendo comida a sanitarios, cuando la situación se estabilice, y se descongestionen los hospitales, se volcarán con los más vulnerables durante la crisis. “Hay una capa de personas que acuden a Cáritas o a Cruz Roja, pero otros ni si quiera saben de su existencia”, explica Ballesta. Desde trabajadores paquistaníes a familias filipinas o ancianos de zonas apartadas que ni si quiera salen de sus casas. “Queremos detectar esos colectivos y darles soporte a diario”.
Ballesta subraya que tras la iniciativa no se encuentra ni una marca, ni un partido político ni tampoco ninguna institución pública. “Somos personas que nos hemos conocido a través del Covid-19 y queremos seguir ayudando, en la medida de lo posible, todo lo que podamos. Que la población tenga acceso a una alimentación en condiciones es una necesidad”, subraya.