Grito de auxilio del trabajador de una residencia para discapacitados en Barcelona
Jornadas maratonianas, sin material adecuado, y sin pruebas tras haber estado en contacto con infectados por coronavirus
24 abril, 2020 00:00Combatir el virus en primera línea sin protección. No son héroes. No pueden más. Jornadas maratonianas, sin material adecuado, y sin pruebas tras haber estado en contacto con infectados. Esta es la situación de los trabajadores de una residencia de titularidad pública para personas con discapacidad intelectual, en Barcelona, Mas Sauró. Uno de ellos, que prefiere no revelar su identidad, relata que estos centros son los grandes olvidados durante la pandemia.
“El foco se ha puesto en los geriátricos. Está claro que en estos el brote es más destructivo y el colectivo es vulnerable, pero donde yo trabajo hay personas mayores, con problemas respiratorios y físicos”, lamenta el profesional de este centro con 48 internos, donde dos de ellos han resultado positivos por Covid-19. Uno fue derivado a un hospital, mientras otro lleva 17 días aislado en una habitación.
Sin material para todos
Será este viernes cuando, por fin, realicen las pruebas a los empleados. Pero todavía no hay equipos de protección individual (EPI) para todos. “Uno por cada tres monitores. Al resto nos han facilitado una especie de bata ridícula que no protege de cintura para abajo y tampoco la espalda”, detalla a Crónica Global. La gran mayoría tampoco cuenta con gafas: “Solo los del turno de mañana; no llega material”.
“La explicación que nos da la dirección del centro es que están esperando recibir más; que preguntan --a la administración-- pero no reciben respuesta. Todo es muy precario, nos están haciendo utilizar una mascarilla de tela y lavarla cada día”, denuncia.
Protocolos inútiles
Parte de la plantilla ejerce teletrabajo, pero los que están al pie del cañón lamentan la inutilidad de esta medida. “¿Qué va a hacer un psicólogo de discapacidad intelectual desde casa? ¿Un sesión por Skype con una persona que no sabe ni manejar un móvil? Así no se puede”, critica.
Este empleado de Mas Sauró también lamenta que se centre únicamente en enviarles --“constantemente”-- protocolos sobre la importancia de mantener la distancia de seguridad, mientras no les proveen de la protección necesaria. “Trabajamos con personas que no entienden eso. ¿Cómo le digo a alguien que no me puede tocar si lleva años viéndome y abrazándome cada día?”, apunta. “Con su discapacidad, y algunos con trastorno de conducta, es muy complicado”.
Sin recursos
Desarrollar su labor no es tarea fácil. Tras 12 horas con la mascarilla, acaba con la garganta reseca y la nariz destrozada. Ni si quiera sabe si ya ha superado el virus. “He tenido malestar general y cansancio por la jornada destructiva que nos obligan a hacer, estaba físicamente mal, pero no le das importancia y vas tirando”, comenta.
Al menos, en los últimos días, la situación ha mejorado. “Hubo un chute de recursos mínimos porque estábamos a cero, no teníamos ni guantes. Yo usaba de la talla mediana; enanos, y no podía ni hacer curas porque se me agarrotaban las manos, pero prefería tenerlas agarrotadas que estar expuesto”, señala. Aún hay más. “Imagínate cómo estábamos los primeros días que no podíamos ni tomar la temperatura porque los termómetros no funcionaban”, recuerda.
Riesgo de contagio
El clamor de la plantilla es realizar su labor sin estar expuestos a contagios. Muchos son jóvenes y aún viven con sus familias. “No sé hasta qué punto me expondría si tuviese a mi abuela en casa, nadie quiere enfermar y menos por cuatro duros que es lo que nos están pagando”, cuenta uno de ellos.
“Entendemos la situación. La dirección está haciendo lo que puede, pero tienen que respetar a los trabajadores, darnos información y cuidarnos un poco. Unas mínimas condiciones”, reclama.