El auge del fenómeno de los narcopisos no se corresponde con un aumento del consumo ni del tráfico de heroína. Esta es una de las conclusiones del estudio Opioides en España, cuyo máximo responsable, David Martínez Oró, explica a Crónica Global que la proliferación de estas viviendas obedece a la reestructuración de las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona.
"Su suelo cada vez es más caro y es fuente de inversión. Lo adquieren grandes grupos para construir hoteles, viviendas turísticas de alto standing. Eso provoca la expulsión de los vecinos, que no pueden pagar las nuevas tarifas y, en consecuencia, durante todo el proceso de reestructuación, quedan fincas vacías. Es entonces cuando personas, en su mayoría en situación de exclusión social, ocupan los pisos para vender drogas al por menor", explica el doctor Martínez, que puntualiza que, si no fuese en estos, el menudeo se llevaría a cabo en otros lugares, como ya sucedía.
Heroína en el Raval
Explicar la aparición de estos espacios a partir de las dinámicas de oferta y demanda de estupefacientes reduce la complejidad del fenómeno. "En Madrid, se desmantelaron los barrios chabolistas donde se vendía heroína y ahora se ha desplazado a pisos vacíos en diferentes zonas. En Barcelona, cuando se desmanteló Can Tunis se produjo una diáspora, y en los últimos tiempos, el Raval, que había sido, históricamente, un barrio de compraventa de esta droga, ha vuelto a repuntar porque había muchas fincas vacías", señala el investigador, que descarta que exista un repunte del consumo.
Así lo avalan los datos del Departament de Salut, que muestran una disminución de las peticiones de desintoxicación por adicción a esta sustancia, que son estables desde el 2000. Así en 2018 supusieron el 12% de los casos --1.600 personas--, por detrás del alcohol, la cocaína y el cannabis.
Menudeo, no tráfico de drogas
"En el Raval no hay más consumidores, son los mismos de siempre", señala Martínez, quien recuerda que las cantidades de droga que se incautan en los llamados narcopisos sin ínfimas. “Ese es el modus operandi, porque si hay una redada policial se llevarían lo que hay dentro. ¿Cuál puede ser el balance del operativo, incautar 2 gramos y 200 euros en metálico, por ejemplo?", apunta. Cantidades irrelevantes en comparación a lo que el artículo 368 del Código Penal acredita como tráfico de drogas.
"Cuesta llevar a la gente a juicio, y en caso de ser así, las penas serían muy bajas”. Además, tras el arresto de estos distribuidores --el último escalón de una larga cadena--, "la organización seguirá operando, porque los sustituirá por otros".
Cierre de la ruta de los Balcanes por la crisis migratoria
El supuesto auge del tráfico de esta sustancia adictiva, según Martínez, obedece al denominado efecto globo. "Se hace presión sobre la oferta en una zona y esta no desaparece, sino que se reestructura", explica. Una reacción que se ha visto agravada por la crisis migratoria, con el cierre de las fronteras. “La ruta histórica de la heroína turca que llegaba a España era a través de los Balcanes, ahora se ha desplazado por vía marítima, pero no existe ni más tráfico de heroína global, ni hay más consumo, ni más ventas, sino que se desplaza y en ocasiones, se hace más visible".
"Nuestro país se convierte en la puerta de entrada de la heroína, pero no quiere decir que se quede aquí”, subraya el investigador. Así, recuerda una incautación de 331 kilos de esta sustancia en 2017, “cuando el decomiso medio en España es de unos 250 kilos al año”. La droga, proveniente de Turquía, llegó a Barcelona, pero su destino final era Holanda.