Fran, el tendero de la Boquería que combate el matrimonio infantil en India
Tras pasar 10 meses en Calcuta, fundó una ONG que facilita alimento y educación a niñas de una tribu con escasos recursos
5 agosto, 2019 00:00Fran Perelló (1983, Barcelona) pertenece a la cuarta generación de una familia que tiene varias paradas en el mercado de La Boquería. Cuando tenía 23 años, tras terminar sus estudios de fotografía, decidió emprender un viaje a la India antes de tomar el relevo del negocio que había iniciado su bisabuela. La intención era hacerse con un portafolio, pero lo que en principio iban a ser seis meses de ruta de ocio se ha convertido en un compromiso de por vida. "Todo se torció, para bien", cuenta a Crónica Global.
Aunque su objetivo inicial era conocer el país, no se movió de Calcuta. Tampoco disfrutó de tiempo libre, ya que comenzó a colaborar como voluntario en un hogar de religiosas. Entre medias tuvo que volver a su ciudad natal para trabajar en el mercado, ahorrar de nuevo y volver a emprender un nuevo viaje. Una jornada a la semana, la que libraba, aprovechaba para conocer zonas rurales, y es así como funda la ONG Hogar de las Niñas en la aldea de Harishpur, tras topar con 65 menores en "condiciones deplorables" a las afueras de la ciudad.
Comer tres veces al día
Perelló cuenta que ver el estado en que se encontraban las niñas le sobrecogió y por ello se comprometió a hacer algo para ayudarlas. Priorizó la alimentación. Aunque no tenía formación en cooperación, comprobó que las menores, que acudían a un centro a diario, solo comían una vez al día. Comenzó por asegurar que fuesen tres y buscar atención médica. Conseguirlo no fue fácil. "No entendían inglés, solo hablaban bengalí", recuerda. No solo eso, también tuvo que pagar la novatada. "Me robaron un dinero brutal por las obras. Por la cantidad que pagué por construir la caseta me hubiese comprado diez, pero me enteré después", señala.
Una vez el proyecto estuvo en marcha, este fotógrafo se vio desbordado. "Cada vez venían más niñas, y yo no sabía como gestionarlo", explica. Fue entonces cuando contactó con Guzmán Lago, que ahora se encuentra sobre el terreno. Él vivía en Calcuta y tenía otro proyecto junto a su pareja, así que le pidió consejo. "Vino a conocer lo que hacíamos, se enamoró, y se quedó", cuenta. Así se constituye la asociación como tal en 2009, con la aportación de amigos y socios.
Matrimonio infantil
Dos amigos alumbran el Hogar de las Niñas. "Lo primero que hicimos fue volcarnos con la alimentación, para dar tres comidas diarias", cuenta. También asegurar la atención sanitaria y la educación de las menores de esta zona rural de Bengala. Pero su mayor compromiso es contra el matrimonio infantil, muy arraigado en la cultura tribal. "Hay un analfabetismo enorme y una desinformación brutal. Por eso no entienden que una niña de 15 años no se tiene que casar", lamenta. Para ello, la labor de formación debe comenzar con los padres de las menores, aunque no siempre lo consiguen. "Las más pequeñas ya no, pero las mayores tenían muy interiorizado que ese era su destino", explica.
La intención final, subraya, es luchar contra la trata de mujeres. En la actualidad, la entidad acoge a 280 niñas tribales a las que cubren las necesidades de alimentación, salud y educación para evitar que se vean sometidas a un casamiento prematuro por obligación. Para sostener la iniciativa cuentan con la colaboración de amigos y conocidos que, en un 90%, han estado sobre el terreno para conocer la labor que llevan a cabo. Su mayor orgullo, explica, es que la primera generación de mujeres de la tribu que llega a la universidad se han formado en el Hogar.
Trasmisión del conocimiento
La labor que llevan a cabo en las aulas de la asociación se contagia a todo el pueblo. Como antaño, la educación se transmite boca-oreja, sin necesidad de otros medios. "Como todas vienen del mismo área, se autogestionan y todo lo que aprenden, lo cuentan luego en sus aldeas", explica Fran. "Cuando los padres acuden a la escuela, les explicamos el por qué de la importancia de seguir estudiando, de que puedan decidir, por qué no deberían casarlas, y también de la realidad que les espera después", cuenta. Y es que una vez empiezan a vivir en las casas de sus maridos, a pesar de las promesas previas, les impiden continuar con su formación, y pierden el poder de decidir sobre sus propias vidas.
"No obligamos a nadie, solo intentamos que entiendan qué significa el poder de elección", subraya el fundador de esta iniciativa, orgulloso de que las nuevas generaciones que acuden a este hogar sueñen con ser enfermeras o policías. Tras vivir en esta aldea a 250 km de Calcuta durante cinco años, ahora viaja cada cuatro meses al terreno. Durante el tiempo que pasa en Barcelona, sigue al frente de una frutería y un puesto de frutos secos en el mercado de Las Ramblas. El lugar al que supo que volvería cuando decidió coger su cámara para captar imágenes de la India, sin imaginar que sería la India quien lo atraparía a él.