Caso Palau: una historia vergonzosa
La Agencia Tributaria, primero, y la Fiscalía Anticorrupción, después, mostraron las bajezas de una entidad “modélica”, usada para delinquir
15 enero, 2018 11:29A principios de 2009, llegó a la fiscalía de Barcelona un informe reservado que sobre las cuentas del Palau de la Música habían elaborado durante meses los más reputados inspectores de la Agencia Tributaria. “El Palau de la Música es la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones”, dicen que le dijo el inspector al frente de la investigación a la entonces fiscal jefa de Catalunya, Teresa Compte.
El fisco había detectado cómo se movían cientos de miles de euros en efectivo, en ventanilla, en billetes de 500 entre las diversas empresas, fundaciones y contabilidades que conformaban el entramado societario e institucional del Palau de la Música.
Dinero de aquí para allá
Ese trasiego de dinero se efectuaba con tal desfachatez que parecía increíble. El fiscal anticorrupción, Emilio Sánchez Ulled se hizo cargo del asunto y antes de ordenar las primeras indagaciones en el expediente preprocesal de investigación de la fiscalía, este fiscal anticorrupción, ya abrigaba la convicción de que el Palau de la Música era una gigantesca herramienta del delito. El dinero entraba en el Palau a espuertas y se repartida a partes no iguales entre Félix MIllet y su troupe, la entidad y una puerta de entrada y salida que bien podía servir, pensó el fiscal, para financiar a CDC. Y acertó.
La fiscalía en escena
Sánchez Ulled, a quien se conoce en la ciudad judicial como el Messi de la fiscalía, se encontró en sus manos y bajo su determinación con el partido de su vida, o uno de los que le harían pasar a la historia. (Entonces, ese destacado miembro de la fiscalía anticorrupción no sabía ni podía imaginar que acabaría siendo el fiscal del 9N que llevó a la condena de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau, otro caso histórico, sin duda).
Sánchez Ulled tenía que lidiar con un rival muy poderoso, de mucho renombre pero extremadamente debilitado y vulnerable ante la flagrancia de su fechorías. Millet, Jordi Montull y los demás, no tenían escapatoria. El fiscal afrontaba el partido sabiéndose ganador.
Juez tibio, tirando a frío
Sánchez Ulled presentó la querella y el 23 de julio de 2009 se ejecutó la entrada y registro de los Mossos d'Esquadra en el Palau de la Música. La policía registrando un palacio que es patrimonio cultural de la humanidad. La noticia corrió como la pólvora en medio mundo y a más de uno aquella noticia se le atragantó
El juez Juli Solaz les tomó declaración pero como quiera que Millet y Montull reconocieron parcialmente la autoría de los hechos y se prestaron a colaborar, el juez, benévolo y dócil, acumuló motivos suficientes para no meterlos en prisión. Así empezó el caso Palau. Y así, con los dos capos en libertad, continuó la instrucción, una andadura judicial llena de baches y de trampas.
Llinares: un hombre solo
El consorcio, bajo la tutela judicial, nombró director a Joan Llinares, hombre de prestigio en la lucha contra el fraude, primero en la comunidad valenciana y más tarde en Cataluña.
Llinares, fue el hombre clave de la fiscalía. Descubrió infinidad de documentos que los Mossos no atinaron a encontrar porque los adláteres de Millet los guardaban en recónditos e insospechados rincones del Palau. No sólo eso, Llinares interceptó a colaboradores íntimos de Millet tratando de esconder o eliminar documentos delatadores.
El trabajo de Joan Llinares fue clave para el afloramiento de la verdad, clave pero insuficiente, porque con la sentencia ya en la mano, aún faltan por aparecer nueve millones de euros desviados por aquel a quien un inspector de hacienda calificó de Ali Babá. Llinares jamás fue citado a declarar por el juez Solaz.
Parece que sus datos y argumentos sí han sido tenidos en cuenta por la magistrada que ha presidido el tribunal de la Audiencia de Barcelona, Montserrat Comas.