La vicepresidenta del Gobierno y artífice de la frustrada operación diálogo, Soraya Sáenz de Santamaría, ha anunciado que con la aplicación del artículo 155 se espera que TV3 y Catalunya Ràdio ofrezcan algo así como una información "veraz", "objetiva" y "equilibrada" o "ponderada", "verosímil" y "transversal". También podría haber dicho "neutral", "plural" y "consensuada". Del texto del Consejo de Ministros sobre el espeluznante 155 se infiere que será la secretaría de Estado de Comunicación, con Carmen Martínez de Castro al frente, la que llevará a cabo, o no, la ambiciosa operación de transformar TV3 en lo que no es TVE, plan que puede salir por la culata o muy mal.
Las inercias de un medio de comunicación de tamaño regular no dependen tanto del humor de los directivos, sean públicos o privados, como del estado de ánimo del comité de empresa, los jefes de sección y los diosecillos menores que merodean por las zonas nobles del viejo negocio de los romances de ciego a la espera de cazar una palmadita en la espalda o las sobras de un opíparo almuerzo.
Si ya es homérico alterar el rumbo editorial de un medio privado, el mismo empeño en un medio público está abocado al fracaso, a una melancolía profunda y relativa a la terquedad de quienes tras largos años de dedicación han logrado adaptar la silla a sus posaderas y no sus posaderas a la silla. Como para que venga ahora un pavo encomendado de Madrid a cambiar los hábitos circadianos de las acomodadas plantillas.
Es raro, porque Sáenz de Santamaría ya lleva años en política, que el Gobierno deslice la impresión de que el control de la Generalitat va a ser un paseo militar. Eso mismo pensaba Napoleón cuando se adentró en Rusia y le atrapó el invierno, que en el caso catalán sería la capacidad de los bien pertrechados y remunerados altos cargos para dar largas, paralizar las órdenes, desviar recursos y tejer una indestructible malla de malas miradas y poco amistosos silencios. Todo ello, eso sí, con un aire de lanar colaboracionismo, como cuando Junqueras mostraba su lado amoroso con la vice.
TV3 y Catalunya Ràdio son lo que son porque nacieron para dar gusto y salida audiovisual al complejo mundo interior de Jordi Pujol y Marta Ferrusola. No cambiarán nunca y en todo caso agudizarán el sesgo combativo si sus prebostes notan el aliento de un censor de cuentas sobre las partidas de colaboraciones, dietas o producciones externas.
Contrasta el lirio en la mano de Sáenz de Santamaría con el cuchillo en la boca de Vicent Sanchis, el tenor funcionarial de Madrid del 155 con el carácter agreste de los soldados de la Generalitat reclutados por Mas, Junqueras y Puigdemont para reforzar las estructuras de agitación y propaganda. Cuidado con los medios, vicepresidenta, si no quiere verse metida en un fregado como la batalla de Stalingrado.