Sílvia Còppulo ha sido la última protagonista de Fora de Sèrie, el espacio de entrevistas de TV3 a mayor gloria de los entrevistadores. El secundario de este domingo fue el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, que se prestó con franciscana resignación, pero benedictina alegría a la inquisitiva e incisiva, a la par que simpática y dicharachera reportera, quintaesencia del modelo Teresina de La Cubana con la alcachofa por delante.
El formato comienza con una semblanza del que pregunta, reveladora declaración de intenciones sobre el aspecto periodístico del asunto. De modo que aparecen imágenes de cuando Cóppulo trabajaba con Joaquim Maria Puyal en La vida en un xip, en pleno apogeo de los cardados y las hombreras. Época en que lo petaba el estilismo de Corrupción en Miami. El impacto gráfico es demoledor, más potente y conmovedor que un topless furtivo o una portada de Interviú, malos pasos que nuestra estrella invitada seguro que habrá rechazado en plan “si me hubieran dado un dólar cada vez que me ofrecieron un posado”.
A los cinco minutos, con el paseo de Sílvia por la playa de la Villa Olímpica y lo que le gusta correr y admirar la inmensidad de la naturaleza acuática del Mediterráneo, el tipo que habla con la tele ya se ha calzado las pinzas para los ojos de Malcolm McDowell (Alex) en La naranja mecánica. Con algo de retraso aparece el abad Soler luciendo el hábito para los turistas, más y mejor planchado que la sotana blanca del Sumo Pontífice y con un aspecto de lechuga fresca que desata la envidia de Sílvia. "¡Qué cutis!", exclama. Setenta años contemplan al fraile, veinte de prior y desde el 70 en el convento.
Còppulo ataca por el flanco de la vanidad. Hubiera sido un gran marido, padre y abuelo, pena de hombre, cuánto desperdicio y a quién se le ocurre hacerse "monjo", pedazo de "malaguanyat". Claro que abad de Montserrat, que es otra cosa, nada que ver con los benedictinos de la misma orden del Valle de los Caídos, cenobio que también dispone de hospedería.
De hecho, Montserrat es, según la entradilla de Còppulo, un "lugar de recogimiento", pero "el lugar, también, donde hay un gran compromiso con el mundo, con las personas, con el país". El tuétano del hueso de lo catalán al cargo de un abad que "no te dice cosas como que a esta vida hemos venido a sufrir sino que te habla de la felicidad. O sea, es una persona abierta, ¿no?, como nosotros, como el país". Con eso está todo dicho. Soberbio Nodo. El hundimiento en TV3 arroja momentos sensacionales.