Vida

Évole: la de langostas que comer para llevar el pan a casa

Repaso del reportero dicharachero a las prácticas de Mercadona: el nuevo paradigma de publireportaje

28 noviembre, 2016 20:38

¿Qué sería de los domingos por la noche sin Salvados? Antes existía el Estudio Estadio. Y aún más atrás, en el pleistoceno, La Moviola, un programa de servicio, la quintaesencia del interés público y el Vamos a la cama de los domingos por la noche. Ahora lo peta Jordi Évole, alias El Follonero. Reportero intrépido, culo de mal asiento, interrogador insolente, plumilla justiciero y referente de la gente en La Secta de Atresmedia. Poca broma. Tres millones y medio de espectadores en el prime time pegados al plasma con la etiqueta "fenómeno Mercadona". ¿Mercadona? ¿Fenómeno?

Para bien o para mal, Évole sí que es un fenómeno capaz de entumecer las neuronas de sus fans con un presunto reportaje-denuncia mientras excita el trozo del cerebro que rige las compras compulsivas en el supermercado con los mejores productos a los precios más bajos. Évole es un auténtico genio, un monstruo de la comunicación, el renovador del género del publireportaje. Mercadona sí, Mercadona no. Trending topic total brutal.

El temerario periodista se sumerge en los vericuetos del comercio alimentario organizado, se introduce en el negocio de los intermediarios, en las cuitas de los productores, en las desdichas de los agricultores, en los beneficios de las panificadoras, en la trama de los productos gluten free y en el inframundo de cajeras, reponedores, jefes de mercadotecnia, de comunicación y de prensa. La repera.

El masterchef arroba follonero ha logrado el grado exacto del solomillo, exterior caramelizado y un interior jugoso y suculento que se mece entre lo crudo y al punto. Sus fans no volverán al Mercadona de abajo mientras que tibios, dudosos e ignorantes refractarios al adoctrinamiento acudirán en masa al súper que ofrece el mejor producto al mejor precio. Ni se imaginan el pelotazo de cesta navideña que le va a llegar a Évole de parte de Juan Roig. Jamón, jamón. Y de Jabugo.

Mientras tanto, el periodista por antonomasia y su equipo continúan su incesante cruzada contra el mal y el capital. Pero en el vertedero de Twitter hay verdaderas joyas, agujas de oro en el pajar de heces. Pues resulta que la productora de Buenafuente, donde empezó nuestro gran héroe mediático, seleccionaba becarios a cero el polvo, o sea sin cobrar un duro, trabajo en negro (traer cafés y tal), cosa que en Mercadona sería impensable porque aún no se ha legalizado la figura del reponedor aficionado. Eso es lo que le reprochaban al genio, que en el montaje final miraba con jeta de Torquemada a los directivos de Mercadona y se quejaba de no poder hablar con Juan Roig. La viga o la paja y eso tan característico del periodismo de todos los tiempos: la cantidad de langostas que hay que comer para llevar el pan a casa, pero a lo grande y sin complejos. Con la diferencia, eso sí, de que Roig tiene una empresa que emplea a ochenta mil trabajadores y Atresmedia no.