Prensa rosa y prensa amarilla. No limits, como en el anuncio de 'pachuli'. Mañana es 12 de octubre, la Virgen del Pilar, el Día de la Hispanidad y lo que los hispanomericanos de Nueva York celebran como Día de la Raza. Para millones de personas en todo el mundo es un día madre y chévere. Aquí, en Barcelona, hay convocadas dos manifestaciones y dos concentraciones que confluyen en la plaza de Cataluña, entre las once y las doce. Ambientazo en el centro de Barcelona. La España de todos, nación, Constitución y circunstancia. Es la fiesta de la diversidad, donde todo el mundo exhibe su "español sí, pero", que es el individualismo, la esencia última, el caldo concentrado de lo español. Mañana, en el centro solar de Barcelona se encuentran todas las tendencias posibles, las disidencias más arrojadas, los acentos agudos, los circunflejos y los cecijuntos, una mezcolanza de heterodoxos, iconoclastas, "llevacontrarias" y "torracollons".
A pesar de la natural aglomeración, de la agorafobia y de la incómoda intemperie, pocas veces se tiene ocasión de contemplar un espectáculo más singular, una fiesta gótica en la Casa Blanca, el día mundial de la gente a la que no le importa lo que digan los demás, que es el himno de la concentración.
Canción protesta, musica alternativa, pura desobediencia, desviacionismo, herejía. Es lo más. Digan lo que digan. Viene todo esto a cuento del amplio despliegue informativo que no le concede ningún periódico a tal muestra de osadía. En cambio, La Vanguardia tampoco le dedica ni una línea a este acto de ciego heroísmo de mañana en la ciudad de las unanimidades cuatribarradas. Eso sí, la ANC disfruta de su correspondiente espacio para anunciar que este domingo no, el otro, la van a liar en el mismo escenario. Será para enterrar la sardina, pero ya anda el comité de actividades anticatalanas metiendo mano en el diario. Y como no me lo puedo creer vuelvo sobre mis pasos y efectivamente, ni una línea del acto de mañana, ni de lo de Sociedad Civil Catalana en Madrid, una conferencia a tres voces de Josep Ramon Bosch, José Domingo y Francesc Moreno en el Cercle Català. O sea, que diría Pitita Ridruejo, ni una, es decir, ni una línea. Lo cual tiene un mérito superlativo. Así es la prensa: rosa, amarilla y/o de partido.
El ébola es un clamor, como las tarjetas negras de la Villa y Corte, un sainete monumental. La lista sí que es negra. Sólo falta Urdangarín, que a este paso va a quedar como un honrado no contribuyente, un mindundi. Igual que Pujol, que está a punto de retirar la confesión y volver a su versión anterior, la de honrado y trabajador. De hecho, los del Centre d'Estudis Jordi Pujol, que trastean en el antedicho diario, planean la reapertura del CEJP en el Palau Robert, al que tras la visita de Junqueras, Mas y Fernàndez el pueblo llama el Palacio de Linares, por los fantasmas.
La crónica rosa es el soponcio de Isabel Pantoja para recopilar la fianza que se le exige para no ingresar en la trena. Dice el representante y sostienen los familiares que le alcanzará, y en efectivo. Más rosas y barras, También es una mujer a seguir con atención Mariló Montero, la reina de las mañanas catódicas. Chica de Estella de la generación del año que triunfó Charles Aznavour, luce estupenda y amenaza con llevar a los tribunales a quienes la escarnian y vilipendian por su espontaneidad. El último rasgo de naturalidad ha consistido en una lección práctica de cómo quitarse unos guantes sanitarios. El ébola, que si no pasa nada más, va a acabar siendo como una canción del verano en el invierno de la crisis. El ébola, de Georgie Dann, con silbidos de Curro Savoy y letra de Javier Rodríguez, consejero madrileño.
Esto es que hasta lo rosa tiende a lo negro y todo el glamour de Pozuelo de Ana Mato se viene abajo con estrépito mientras en TVE Montero nos da un máster en quitarse los guantes. ¿Y ponérselos qué? Eso es lo difícil, como sabe cualquiera que se haya puesto unos guantes sin ayuda. Más política rosa. Pasamos de la cárcel para la Pantoja y del ébola como materia de chanzas a las quiebras. Sonada ha sido la de Antonio Banderas, primero la sentimental y después la económica. Va a tener que hacer películas a destajo para superar el bache económico, pero no sería la primera vez. Ahora lleva barba, que es tendencia total. Cuanto más abrupta, mejor. Barbas pobladas, barbas descuidadas y más barbas. Es la moda Conchita Wurst. En la casa Gillette están desesperados.
El Museo de Cera de Madrid es la Casa de los Horrores. Está cerca de la sede del PP y del Tribunal Constiutucional. Es la zona cero de Madrid (no confundir con el kilómetro cero de la España radial en la Puerta del Sol), a un número de Gomorra/Bocaccio y a un paso de cebra de dónde se alza la prueba de poderío de la banca con pabellón gibraltareño, en el edificio del enchufe. Han remodelado la Sala Real del Museo. La princesa de Asturias de cera es peor que un anuncio de una película de miedo, en plan muñeca diabólica, casa encantada, niños muertos y mensajes a medianoche. Un crimen estético, un ultraje a la infancia, un desafuero que no lo arregla ni Antonio López en veinte años que se ponga.
Sin noticias de la peña La Chistorra. Nos echaron burundaga en las ostras y no nos acordemos (sic) de nada.
Santoral 11 de octubre, Nuestra Señora de Begoña, San Juan XXIII y San Escubículo.