Esta es la playa de Cataluña que enamoró a Dalí y está declarada Bien de Interés Cultural, cala s'Alguer
Ni Cadaqués ni Garraf: esta es la playa de Cataluña que enamoró a Dalí y está declarada Bien de Interés Cultural
"Es una de las pocas zonas en la Costa Brava que no se ha degradado por la actividad constructiva indiscriminada e inadecuada", aseguran
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Hay playas de una belleza tan espectacular que merecen ser protegidas. Su biodiversidad, su entorno, sus aguas cristalinas, la naturaleza que le rodea son espacios que merecen de reconocimiento.
Eso es lo que sucede con una cala de la Costa Brava. Una playa que enamoró a figuras como Lola Flores, Ava Gardner o Dalí. Y no, no es ni Tossa de Mar, ni Cadaqués y ni tan solos Calella. Está en Palamós.
Si Cala Fonda es una de las playas más famosas de este pueblo que enamoró a Truman Capote, Cala S’Alguer fascina a los artistas. No es para más, allí se encuentran unas construcciones que han sido catalogadas Bien Cultural de Interés Nacional y Paisaje Pintoresco en 1972.
“Es una de las pocas zonas en la Costa Brava que no se ha degradado por la actividad constructiva indiscriminada e inadecuada”, indicaron cuando fue catalogada. Y esos que hay unas casas que dan a la arena, pero son especiales.
Qué dicen de ella
Son “casetas son de planta rectangular y se organizan formando medianera” que construyeron los pescadores que hace décadas salían a faenar. Se nota porque “estas construcciones, con paredes de piedra y bóvedas de cerámica a la catalana con tres capas de ladrillo, disponen de terrazas y rampas naturales para varar las barcas”, detalla el texto.
Su aspecto, con paredes blancas y sus puertas y ventanas pintadas de colores, hacen pensar que no son más que un decorado, pero nada más lejos de la realidad. “En su interior disponen de pozos de agua dulce”.
La playa favorita de los famosos
Todo preparado para el trabajo que antaño se realizaba. Ahora, en cambio, parecen elementos casi decorativos que permanecen intactos y protegidos para recordar las actividades que allí se llevaban a cabo.
Y es que acercarse a Cala s’Alguer es en sí mismo un viaje en el tiempo. Un tiempo en el que el turismo de masas no existía. En que estrellas como Ava Gardner podían disfrutar de un tranquilo baño en esa playa. Donde Lola Flores podía cantar a sus anchas protegida por los acantilados. El lugar donde Dalí podía ver otros paisajes que hicieran volar su imaginación.
Una cala diminuta
Sus casitas de pescadores con bóveda catalana, sus barcas varadas sobre guijarros redondeados por siglos de oleaje, y su silencio roto solo por las gaviotas han cautivado a generaciones.
Esta pequeña playa de apenas 60 metros de longitud no tiene chiringuitos ni tumbonas; ni siquiera una carretera que llegue hasta su orilla. Solo se accede caminando por el antiguo Camí de ronda.
Cómo es
Durante el paseo, se abre esta pequeña bahía empedrada, coronada por un conjunto de antiguas barracas de pescadores con muros de piedra, portones de madera y techos inclinados cubiertos de teja árabe. Unas casitas, cuyo origen se remonta al siglo XVI, que fueron levantadas por marineros locales para guardar sus barcas y redes.
Y no son decorados. Hay gente que todavía es propietaria de estas casetas. De allí que su buen estado. Son muchos los que han tenido que restaurarlas y acondicionarlas con mimo para su uso.
Espacio protegido
Gracias a ellos, el conjunto se ha conservado en esencia tal como fue concebido: funcional, humilde y armonioso con el entorno. Un trabajo que la Generalitat reconoció cuando, en 2004, lo declaró Bien Cultural de Interés Nacional, reconociendo su valor etnológico, paisajístico y patrimonial.
Hay que tener en cuenta que se trata de uno de los pocos enclaves de la Costa Brava que ha resistido la presión urbanística del siglo XX sin perder su alma. Un alma que inspiró a Joan Manuel Serrat y a Dalí, que tranquilizó a una enérgica Lola Flores
Un lugar lleno de secretos
No es para menos. En la escenografía de Cala s’Alguer hay una especie de teatro natural, como si cada casa, cada puerta llevara a otro mundo, escondiera una historia. Como si alguna de las casetas conociera las confesiones que hicieron Ava Gardner y Frank Sinatra cuando pasearon por la playa en los años 60.
A eso, se le suma el Mediterráneo. El agua, transparente y fría incluso en agosto, revela fondos de roca cubiertos de algas, donde pequeños peces se mueven entre las sombras. Por eso no es de extrañar que se haya convertido en el lugar ideal para los amantes del snorkel.
Sin servicios pero con tranquilidad
La belleza de Cala s’Alguer no está solo en lo que se ve, sino en lo que sugiere. En lo que esconde. No le hace falta más ni aseos, ni chiringuitos ni duchas. Solo la naturaleza y la conservación del espacio y de la calma.
Gracias a su difícil acceso, la playa conserva su tranquilidad. Es cierto que en temporada alta puede haber visitantes, pero no todos hacen el camino necesario para llegar hasta allí.
Cómo llegar
Desde la ciudad de Girona, se debe tomar la C-66 en dirección a La Bisbal d’Empordà, y luego enlazar con la C-31 hacia Palamós. Una vez allí, se recomienda dirigirse hacia la playa de La Fosca, donde hay aparcamiento público y lleva a pie en unos 15 minutos hasta Cala s’Alguer.
Desde Barcelona, la ruta más directa es por la autopista AP-7 en dirección Girona norte. Se toma la salida 9A y luego se continúa por la C-35 hasta incorporarse a la C-31 en dirección Palamós. El viaje en coche es de hora y media.