Barcelona también es zona de senderismo y bicicleta. Más allá de la ciudad y de la Carretera de les Aigües, la provincia esconde recorridos ideales para disfrutar del paisaje y otros que se entienden caminándolos.
La vía verde de Cal Rosal a Pedret, en el Berguedà, pertenece claramente a esta segunda categoría. En apenas seis kilómetros, este itinerario permite atravesar más de mil años de historia siguiendo el curso del río Llobregat.
El camino arranca en la Cataluña industrial del siglo XIX y continúa por las montañas del entorno de Berga hasta descubrir, al final del trayecto, uno de los conjuntos románicos más emblemáticos del país.
Como toda vía verde, el sendero aprovecha un antiguo trazado ferroviario. Hoy reconvertido en itinerario natural, discurre con una pendiente casi imperceptible, con apenas 70 metros de desnivel en todo el recorrido.
Quién puede ir
Esa suavidad, propia de las infraestructuras del tren, convierte la ruta en un paseo accesible, apto para familias, ciclistas ocasionales y senderistas sin experiencia técnica.
El punto de partida habitual es Cal Rosal, una de las colonias textiles más importantes del Berguedà y un ejemplo paradigmático del modelo industrial catalán del siglo XIX.
Legado industrial
Como otras colonias del Llobregat, nació al amparo de la fuerza hidráulica del río y se organizó como un núcleo autosuficiente: fábrica, viviendas obreras, iglesia, escuela y espacios comunitarios.
Desde el punto de vista arquitectónico, Cal Rosal destaca por su urbanismo funcional, con edificios de ladrillo visto y piedra, alineaciones regulares y una clara jerarquía espacial que refleja la estructura social de la época.
Ciclistas en un puente de piedra
El paseo comienza así con un marcado poso histórico que nunca se abandona. La vía verde es eso: un eje histórico ligado al trabajo, a la industria y a la vida cotidiana de generaciones enteras, rodeado de naturaleza.
Su origen, en realidad, está en el hierro y la modernidad. Sigue el antiguo ferrocarril del Llobregat, una infraestructura clave para el desarrollo económico y social del Berguedà.
La línea del Llobregat
Esta línea permitió transportar carbón y cemento desde el Alt Berguedà hacia Manresa y Barcelona, facilitando la actividad minera y textil del valle.
Pero su papel fue mucho más allá de lo industrial. El tren conectó el mundo rural con la ciudad, haciendo posibles los desplazamientos por motivos laborales, educativos o médicos, y abrió la puerta a los primeros viajes de ocio.
Caída en desuso
A partir de los años 50, estas líneas empezaron a perder actividad, aunque el declive definitivo llegó en la década de 1970.
La popularización del automóvil, el cierre progresivo de minas e industrias textiles —muchas colonias contaban con parada propia— y, finalmente, la construcción del pantano de Baells hicieron inevitable el cierre definitivo de la línea.
Ciclistas por un túnel
Buena parte del trazado original se perdió con la construcción de nuevas carreteras y variantes. Las colonias quedaron como testigos silenciosos del pasado y la antigua vía ferroviaria cobró una nueva vida.
El tramo entre Cal Rosal y Pedret se conserva hoy en un estado excepcional. Es un espacio recuperado para el uso público, ideal para explorar el entorno y un aliado del excursionismo y del turismo de montaña.
Túneles y bosques de ribera
Desde Cal Rosal, el camino avanza paralelo al río Llobregat. El recorrido atraviesa un entorno de bosques de ribera, con álamos, sauces y fresnos, y tramos más encajonados donde el río gana protagonismo.
Uno de los elementos más atractivos del itinerario son sus tres túneles, herencia directa del antiguo ferrocarril. A lo largo del trayecto aparecen también terraplenes, desmontes y otros restos de obra civil que permiten identificar sin dificultad el origen ferroviario del camino.
Románico medieval
El final del recorrido es uno de sus grandes aciertos. El camino desemboca en el entorno de Pedret, donde el paisaje industrial deja paso a un conjunto patrimonial de primer orden.
El puente medieval de Pedret, de origen románico, cruza el Llobregat con una elegancia sobria y se ha convertido en uno de los iconos del Berguedà.
Muy cerca se alza la iglesia de Sant Quirze de Pedret, una joya del románico lombardo, conocida por sus pinturas murales y por su singular implantación en el paisaje.
El contraste entre este conjunto medieval y la colonia industrial desde la que se inicia la ruta resume, en apenas unos kilómetros, la historia del valle.
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