La playa de Tarragona que se transforma en otoño, la Platja del Port de l'Estany TERRES DE L'EBRE TURISME
La playa de Tarragona que se transforma en otoño: "Un lugar lleno de calma con una rica vegetación"
Ubicada en uno de los pueblos más conocidos del Delta del Ebro, es ideal para relajarse
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Las playas no son como las bicicletas: más allá del verano, también son visitables. Es más, es la oportunidad perfecta para ir preparando e inspeccionando dónde ir cuando llegue el buen tiempo.
El plan es perfecto: uno conoce nuevos lugares en temporada baja, sin masificaciones turísticas y, además, disfruta de un bonito paisaje. Sobre todo si uno baja por las playas del Delta de l’Ebre.
Esta zona, conocida por la mezcla de naturaleza exótica y tradición marinera, en invierno cobra un halo especial. La vida aquí parece tomarse un respiro en los meses fríos.
Sin ir más lejos, una playa como la del Port de l’Estany se convierte en un oasis y en un rincón completamente distinto. Frente a las playas urbanas de arena fina que dominan esta zona del litoral, aquí el visitante encuentra una costa formada por guijarros, grava y aguas tranquilas que se adentran entre rocas suaves moldeadas por el mar.
Lugar para la paz
Y es que el Port de l’Estany no es una playa convencional. Especialmente en otoño, cuando se convierte en “un lugar lleno de calma, con una rica vegetación autóctona como pinos, coscojas o palmitos”.
Su personalidad nace de la combinación entre una pequeña bahía semicerrada, un antiguo puerto natural y un entorno donde la vegetación mediterránea llega casi hasta la orilla.
Cómo es la playa
Con unos 200 metros de largo y 30 de ancho, la playa ofrece espacio suficiente incluso en temporada alta, gracias a que la zona conserva un ambiente local y familiar.
Y, al fondo, el puerto: un brazo de mar que se interna tierra adentro y que históricamente servía de abrigo a embarcaciones pequeñas.
El Port de l’Estany forma parte de un ecosistema litoral donde conviven bien conservados pinares mediterráneos, pequeñas dunas estabilizadas y especies vegetales típicas del clima seco de la zona.
Esta vegetación se extiende por los senderos que rodean la playa y permite observar palmitos, romero, lentiscos y otras plantas autóctonas. Además, la zona conserva restos históricos vinculados al pasado reciente.
La Guerra en la playa
En los alrededores de la playa del Port de l’Estany se encuentran antiguas fortificaciones de la Guerra Civil, hoy integradas en rutas de senderismo y miradores que ofrecen vistas espectaculares del litoral.
En las playas aún se pueden ver y visitar los búnkeres que sirvieron de defensa y refugio en ese pasado turbulento. Muchos están integrados en rutas patrimoniales que permiten recorrer los acantilados y, al mismo tiempo, descubrir estas estructuras semiocultas por la vegetación.
Un pueblo pescador
El contraste entre la brutalidad de la guerra y la belleza del entorno es sobrecogedor. Solo hace falta seguir el camí de ronda para darse cuenta. Y, además, muy cerca se encuentra L’Ametlla de Mar, uno de los pueblos pesqueros mejor conservados del Mediterráneo catalán.
A diferencia de otras localidades costeras que han orientado su economía hacia el turismo masivo, aquí la pesca sigue siendo el corazón del municipio. El movimiento constante de barcas en el puerto, la subasta de pescado y la gastronomía local basada en el producto del mar así lo constatan.
Ametlla de Mar
L’Ametlla es el paraíso de los pescadores de atún rojo. No es extraño ver en el puerto cómo alguno de los barcos llega con un ejemplar que ronda los 250 kilos y los dos metros de largo.
Aunque no todo es pesca. El municipio mantiene la estética de un pueblo costero de toda la vida, con un frente marítimo poblado de casitas pequeñas y fachadas blancas que parecen brillar cuando cae la noche.
Aquí se concentran numerosas heladerías y restaurantes que ofrecen una rica variedad gastronómica típica de la zona del delta. Sin olvidar algún que otro local de ocio nocturno, por si uno quiere compensar la calma disfrutada en la playa del Port de l’Estany.
Cómo llegar
Para acercarse allí hay dos opciones. Por carretera, lo más fácil es ir por la AP-7 y tomar la salida 39. Desde Barcelona, el trayecto dura unas dos horas.
Otra opción es el tren. Renfe ofrece servicios de media distancia (Regional Exprés o R16) que conectan Barcelona con L’Ametlla en entre dos horas y cuarto y dos horas y media.