Setas y un cesto en un bosque

Setas y un cesto en un bosque EP

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Los bosques ideales de Cataluña para encontrar setas: el secreto mejor guardado de los 'boletaires'

No todas las montañas valen, pero en casi todas las provincias catalanas hay una riqueza micológica que puede sorprender

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Ha llegado el otoño y en Cataluña eso sólo significa una cosa: empieza la temporada de bolets, es decir, el tiempo de ir a la montaña a buscar setas.

Sí, cuando el calor deja paso al fresco otoño, algunos urbanistas deciden volverse campestres y suben a la montaña en busca de hongos. Van ataviados como auténticos cazadores: pantalones de estilo militar (que algunos cambian por chándal), bota de vino, navaja y cesto de mimbre.

Este look hace al ‘boletaire’, es decir, al cazador de setas, que, tiene por costumbre guardarse para él dónde va a buscarlas. Unos lo hacen por egoísmo, otros, más concientizados, para no explotar la zona.

En cualquier caso, irse a buscar setas se convierte en un paseo por la montaña que ayuda a conocer el territorio y conectar con él. Y es que esta práctica tiene décadas de historia y es transmitida de generación en generación.

Lecciones a considerar

Uno de los primeros aprendizajes es tener claro cuando ir. Los aficionados saben que el mejor momento para salir al bosque se sitúa entre una y dos semanas después de las lluvias.

Este tiempo es el que necesitan los hongos para brotar jóvenes y frescos. Si la lluvia ha sido excesiva, la humedad puede estropear la cosecha. 

Conocer las setas

Después, conocer bien qué se recolecta. Hay muchas setas que tienen aspecto de buenas, pero hay colores que delatan su maldad, al menos, para el consumo humano.

Por último, el conocimiento clave que se transmite es dónde conseguir llenar la cesta de níscalos (rovellons, en catalán), ceps o trompetas de la muerte. 

Setas en el bosque

Setas en el bosque EFE

No todos los bosques valen, pero en casi todas las provincias catalanas hay una riqueza micológica que puede sorprender. Para los que no saben por donde empezar, aquí una pequeña guía.

Los Pirineos, despensa natural

La provincia de Lleida es uno de los destinos más clásicos para buscar setas gracias a la cercanía de los Pirineos. Antes de que lleguen las nieves, muchos aficionados recorren la Vall de Llord, en el Pallars Sobirà, un espacio de pastos y bosques húmedos que ofrece ceps y rebozuelos. 

En la Sierra de Odèn, en el Solsonès, los pinares de pino rojo son propicios para níscalos, mientras que en el Port del Cantó, paso de montaña que une Sort con la Seu d’Urgell, el entorno alpino favorece la aparición de boletus y negrillas.

Un 'boletaire' buscando setas

Un 'boletaire' buscando setas EP

Tambien en el Solsonès está la Sierra de Busa, un paisaje espectacular de riscos y mesetas donde también aparecen especies comestibles. Sucede algo parecido en el Coll de Jou, paso de montaña situado entre el Ripollès y el Solsonès que concentra hayedos y pinares, dos hábitats idóneos para las setas.

Los valles de Girona

La costa no es favorable a la micología, pero el interior prepirenaico ofrece enclaves de gran riqueza. El Salteguet, en la zona de la Vall d’en Bas, cuenta con bosques húmedos donde abundan los rovellons, es decir, los níscalos. 

La Sierra Cavallera, cerca de Sant Joan de les Abadesses, es otro de los rincones clásicos, con hayedos y pinares que producen gran variedad de especies.

El bosque de Meranges, en la comarca de la Cerdanya, es uno de los lugares más frecuentados por los boletaires, mientras que el Bac de Setcases, en el valle del Ter, combina pinares y prados alpinos donde se encuentran rebozuelos, ceps y otras especies de interés. 

En cambio, la Sierra de Boumort, situada en la transición entre el Pallars y la Noguera, es el secreto mejor guardado de Girona, un entorno menos concurrido pero igualmente fértil.

Rincones ‘boletaires’ de Barcelona

Es, tal vez, uno de los lugares que uno borra de su cabeza cuando piensa en ir a buscar setas, pero no hay que olvidar que la provincia de Barcelona es extensa. En sus límites se conservan bosques donde las setas son protagonistas.

El macizo del Garraf, cercano a la capital, alberga pinares donde aparecen níscalos, aunque en menor cantidad que en otras zonas. Más al norte, el municipio de Borredà, en el Berguedà, es un punto de referencia por sus extensos bosques de pino rojo y abetos.

Personas buscando setas

Personas buscando setas EFE

En los alrededores de Santa Maria d’Oló, en la comarca del Moianès, se combinan encinares y pinares que dan lugar a especies muy apreciadas. Y los bosques de Brocà, cerca de Guardiola de Berguedà, se consideran un espacio de gran tradición micológica.

Por último, destacar el Tossal de la Guàrdia, en el límite con el Solsonès, es otro rincón donde la naturaleza ofrece abundantes sorpresas en temporada.

Tarragona y los bosques mediterráneos

Es la zona más olvidada para algunos boletaires más inexpertos que creen que las setas sólo crecen en las frías montañas prepirinaicas. Algo que juega a favor para aquellos que buscan montañas menos masificadas

La Musara, en el Baix Camp, destaca por sus pinares y encinares. La Sierra de Llaberia, entre el Baix Camp y el Priorat, ofrece un terreno agreste donde es posible encontrar rovellons en abundancia.

Una persona con su cesto buscando setas

Una persona con su cesto buscando setas EP

El paraje natural de Poblet, en la comarca de la Conca de Barberà, combina la historia del monasterio cisterciense con la riqueza micológica de sus bosques de encinas y robles. 

La Sierra de Ancosa, en el Alt Camp, es otro de los lugares recomendados, mientras que el Valle del Gaià, con su mosaico de bosques y campos, completa la lista de espacios ideales en la provincia.