
El rincón de Cataluña que enamoró a Woody Allen CRÓNICA GLOBAL
El rincón de Cataluña que enamoró a Woody Allen: "Es ahora una de las ciudades más encantadoras de Europa"
El cineasta no es el único famoso que adora esta localidad
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Ya lleva unos años sin salir de Nueva York, pero Woody Allen se ha recorrido el mundo grabando sus últimas películas: Londres, Roma, Paris, San Sebastián y Barcelona han sido algunos de sus últimos escenarios.
Esplugues del Llobregat también sirvió de plató cuando vino a rodar Vicky Cristina Barcelona, a la capital catalana. Un lugar que él mismo reconoce adorar.
Durante la promoción de esta cinta, el cineasta neoyorquino confesó caer rendido ante la ciudad que le sirvió de escenario. “Es ahora una de las ciudades más encantadoras de Europa”, señalaba en una entrevista para la agencia Reuters. Y algo de eso debe haber.
El director de Annie Hall se dejó seducir por las calles modernistas, la luz suave que cae sobre el Eixample y la atmósfera de Barcelona para hacer de ella una postal mediterránea en el film protagonizado por Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Penélope Cruz. Pero es que antes y después él se ha dejado ver por la ciudad, tocando jazz con su banda en distintos escenarios.
Famosos en Barcelona
No ha sido el único. La capital catalana se ha ganado, desde hace décadas, el favor de cineastas, artistas, escritores y visitantes de todo el mundo que encuentran en ella una mezcla difícil de reproducir. Por la ciudad se ha paseado desde Viggo Mortensen a Dua Lipa, pasando por Spielberg, Kylie Minogue y Tom Hanks, entre tantos otros.
Y es que, a pesar de la masificación turística que sufre la urbe, Barcelona está llna de encantos. De las obras modernistas de Gaudí a templos góticos como la Iglesia del Pi, de los bares de vermut a los rooftops de diseño, de la bulliciosa Rambla a la tranquilidad de Vallvidriera.
Qué dice de la ciudad
Tal vez es precisamente esa tensión lo que la convierte en un destino fascinante. Como dijo una vez el chef Anthony Bourdain tras recorrer sus mercados y tabernas: “Es una ciudad donde se puede comer, beber y vivir como un rey con muy poco”.
Aunque el atractivo de Barcelona va mucho más allá de lo estético. La vitalidad que se respira en sus calles, la personalidad de sus barrios, sus salas de fiesta, sus museos de temáticas diversas son también un imán para ciertos turistas. Porque la ciudad también es sinónimo de arte y no solo fiesta.
Cultura y espectáculos
El legado de Antoni Gaudí y sus edificios de formas imposibles son casi su seña de identidad. Pero aunque él se lleve todo el protagonismo, convive con la huella de Miró, el rigor de Sert o el trazo irreverente de Picasso.
Y al arte arquitectónico y pictórico se le añade el inmaterial, el que conforma eso que se llama cultura. La música es parte esencial de la energía de Barcelona como confirman festivales como el Primavera Sound o el Sónar. Pero el teatro también, y el festival Grec lo demuestra cada año.
Woody Allen, Dúa Lipa, Shakira o el propio Messi han destacado estos aspectos de la capital catalana a la que tanto han querido. De allí que cada vez lleguen más turistas. Porque Barcelona, a pesar de todo, conserva su carácter.
Es cierto que mercados como la Boqueria o Sant Antoni ya han cambiado su forma de ser y de vender, pero allí siguen conviviendo turistas con vecinos de toda la vida. Al igual que sucede en las playas de la Barceloneta y Poblenou.
El atractivo de los barrios
En los barrios más alejados del circuito turístico, como Horta o el Guinardó, pervive esa Barcelona íntima, cotidiana, donde se toman cañas al sol y se discute sobre fútbol y política como si no pasara el tiempo. Algo menos en los rincones del Eixample, donde sobreviven tiendas centenarias entre cafeterías de especialidad y firmas de ropa hipster.
El problema es que muchas veces esta mezcla no se fusiona, sino que choca, impacta. En todos los sentidos. Las bondades de la ciudad han atraído a tanto turista que ha tensionado la convivencia.
Problemas con los turistas
Los hoteles encarecieron sus precios y han aparecido cantidades ingentes de pisos de turísticos que no dejan de incrementar el precio de la vivienda para las personas que viven y trabajan en la ciudad. A eso se le suma la llegada de expats, que aún añade más leña a un fuego que parece no extinguirse.
Por mucho que en las noticias aparezcan los mensajes de ‘tourist go home’ colgados en los balcones o las manifestaciones donde se rocía con agua a los visitantes, lo cierto es que son acciones que beben de una realidad: el auge de los alquileres turísticos ha expulsado a vecinos del centro.
Las grandes avenidas, antaño pensadas para el paseo local, se han convertido en ríos de maletas con ruedas. Las colas en monumentos, los ruidos nocturnos en zonas residenciales o el alza de precios en los servicios básicos son también parte del reverso de este magnetismo.
Pero bueno, ya lo dijo Woody Allen, Barcelona “es ahora una de las ciudades más encantadoras de Europa”. Y a pesar de que ese ahora era el año 2008, casi 20 años después, el encanto no ha desaparecido.