
Paseo marítimo de Caldetes
No lo sabías: este es el peculiar pueblo de las embajadas en Cataluña y está en primera línea de mar
Un tranquilo municipio de Barcelona donde podrás visitar las diferentes delegaciones y consulados extranjeros
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Aproximadamente cien años después de su inauguración, el Passeig dels Anglesos en Caldes d’Estrac -conocido popularmente como Caldetes- continúa destacando como uno de los paseos marítimos más distinguidos de Cataluña.
Durante la guerra civil española, este tranquilo enclave costero, ubicado a unos 40 kilómetros al norte de Barcelona, adquirió una relevancia inesperada en el ámbito internacional. A raíz de los intensos bombardeos que sufrió la capital catalana en marzo de 1938, diversas embajadas y consulados extranjeros buscaron refugio en localidades más seguras. Caldes d’Estrac se convirtió en un destino preferido para estas delegaciones, que se establecieron en elegantes residencias veraniegas del paseo marítimo y sus alrededores.
Esta reubicación benefició tanto a los diplomáticos, que encontraron alojamientos más seguros y cómodos, como a los propietarios de las viviendas, quienes obtenían protección frente a posibles ataques y saqueos. Además, la presencia de estas delegaciones internacionales dotó a Caldes d’Estrac de una dimensión geopolítica singular durante el conflicto.
El pueblo de las embajadas
Hoy en día, el municipio ofrece un recorrido autoguiado por estos históricos enclaves diplomáticos mediante paneles informativos y códigos QR. Los visitantes pueden explorar el legado cultural e histórico que estas residencias representan, rememorando un capítulo poco conocido pero significativo de la historia local.
Consulado del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte: ocupaba dos torres gemelas con jardín común conocidas como Can Mercè i Garriga (passeig dels Anglesos, 30 y 31). En un inicio, la URSS debía instalarse en la segunda, pero la delegación soviética optó por seguir en Barcelona. La apuesta por Caldetes partió del propio cónsul, sir Norman King, que posiblemente veraneaba en el pueblo.
Residencia del cónsul honorario de Suiza: la torre Seldwyla (passeig dels Anglesos, 28-29) alojó al cónsul honorario Frédréric Gaschwind hasta su muerte, en mayo de 1942.
Embajada de Bulgaria: la representación diplomática de Bulgaria se instaló en Can Puig Marcet (passeig dels Anglesos, 20), donde actualmente hay un bloque de apartamentos. Caldetes ofrecía un entorno cómodo, junto a otras legaciones y permitía el abastecimiento tanto por tierra como por mar.
Embajada de Argentina: la sede de Can Miracle (passeig dels Anglesos, 4) representaba no solo los intereses de la República Argentina, sino también los de Uruguay, Alemania, Italia e, incluso, durante un breve paréntesis, Austria. Ante su puerta desfilaban a diario personas necesitadas de ayuda, entre las que se repartían víveres.
Residencia del personal de la embajada de Estados Unidos: el personal diplomático norteamericano se alojó durante un tiempo en el hotel Estrac (calle del Camí Ral, 5), edificio de inicios del siglo XX donde años antes –en 1933– había pernoctado el president Macià.
Residencia del delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja: Se estableció en la fonda Borràs (en la esquina de las calles de la Riera y Sant Pere), local que participó del empuje de Caldetes como destino turístico desde finales del siglo XIX. Otros de sus clientes ilustres fueron el poeta Jacint Verdaguer, el dramaturgo Àngel Guimerà y el historiador Joaquim Salarich, impulsor de los primeros trabajos de búsqueda en el poblado íbero del Puig Castellar.
Consulado de Dinamarca: situado a unos diez minutos a pie del passeig dels Anglesos, el hotel Caldescans (Santema, 6) acogió a la diplomacia danesa. De hecho, una pieza metálica adosada a la fachada recuerda el punto en que se alzaba el mástil de la bandera. El entonces vicecónsul honorario, Hjorth Andersen, sería más tarde ascendido a cónsul en la vecina Arenys de Mar, que lleva su nombre una avenida y una urbanización.
Embajada de Costa Rica: la representación costarricense se ubicó en Can Boada (calle Major, 38), una casa de dos plantas del s. XVIII.
Consulado de Francia: desde la sede de Can Bastos (calle Major, 31), una casa de finales del s.XIX, el consulado francés tuvo un papel muy activo en operaciones de rescate. En un solo día, el 16 de marzo de 1938, coordinó la evacuación de 550 personas en algunos de los barcos de guerra que aguardaban frente a la costa de Caldetes.
Embajada del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte: pocos meses después que el consulado, los británicos también trasladaron a Caldetes su embajada. Eligieron la torre Sol i Mar, conocida como Can Soler, en una ubicación privilegiada: en lo alto de un acantilado, desde donde se divisaban el mar y los barcos de guerra.
Embajada neerlandesa: Los Países Bajos reservaron para sus diplomáticos la Casa de Fusta, un edificio de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Se trataba del pabellón de Suiza, desmontado y reconstruido en el turó de Caldes, a instancias del propietario de la marca de automóviles Hispano-Suiza.
Embajada sueca: aunque buena parte de las embajadas y consulados se reubicaron en Caldetes, otras se situaron en las vecinas Llavaneres (Bélgica, Bolivia, Chile, Estados Unidos) y Sant Vicenç de Montalt (Suecia, Suiza, Yugoslavia). Todas forman parte de la Ruta de la Guerra Civil en el Maresme, inaugurada hace apenas dos años. Como complemento, recientemente, se ha publicado Les ambaixades a les tres viles (las embajadas de las tres villas), de Jordi Sellarés Serra, un estudio pormenorizado sobre la historia de estas delegaciones diplomáticas.