Vista panorámica de Sant Jaume de Frontanyà

Vista panorámica de Sant Jaume de Frontanyà

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No es Gliscareny: este es el nuevo pueblo más pequeño de Cataluña de sólo 26 habitantes

Este municipio de los Pirineos catalanes conserva una ermita románica del siglo X

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La competencia por el pueblo más pequeño está muy reñida. Desde hace años dos municipios parecen turnarse en el podium. No es que cambie su extensión geográfica año a año, sino su número de habitantes.

Desde hace décadas, estas dos localidades compiten por esta dudosa medalla de honor que no hace otra cosa que demostrar la situación de esta Cataluña vaciada y rural a la que no se presta atención, a pesar de sus posibilidades, historia y encantos.

El pueblo más pequeño

Los pueblos en disputa son Sant Jaume de Frontanyà y Gliscareny, rincones que, por extraño que parezca, pertenecen a Barcelona. Desde 2017, el segundo estaba líder como el municipio menos habitado de Cataluña, pero ahora, el primero le ha dado el sorpaso. Cayendo.

Sant Jaume de Frontanyà, un diminuto municipio del Berguedà, ha vuelto a ser el pueblo más pequeño de Cataluña. Título que no ostentaba desde 2016, cuando registraba 27 vecinos. Ahora, ocho años después, en 2024, con solo 26 habitantes registrados en el último censo, ha superado a Gisclareny como pueblo menos habitado. 

Oasis inmobiliario

Este intercambio refleja la difícil realidad de ambos municipios, que enfrentan retos comunes: la falta de viviendas disponibles y la imposibilidad de construir nuevas por restricciones urbanísticas. El deterioro de algunas casas complica aún más la posibilidad de establecerse en estos enclaves rurales, condenados por ahora a disputarse el título del pueblo más pequeño.

Algo de esto sucede en Sant Jaume de Frontanyà, y es que este municipio ya no puede crecer más en viviendas. Todas están habitadas y la falta de terreno hace imposible construir más, lo que lo convierte en un oasis entre tanta especulación inmobiliaria y sus encantos parecen un miraje.

Dónde está

Enclavado entre las montañas y bosques del Berguedà, la accidentada orografía del municipio forma valles y colinas que ofrecen una riqueza paisajística incomparable. Elevaciones como el Pedró de Tubau, con 1.542 metros de altitud, dominan un entorno marcado por bosques de pino rojo, hayas y robles.

Su historia es igual de fascinante que su naturaleza y está intrínsecamente ligada a su monasterio, fundado como un priorato de canónigos agustinianos en el siglo XI. La población pertenecía a la baronía de Mataplana, pero gozaba de una notable independencia gracias a los privilegios otorgados por el monasterio, que tenía jurisdicción civil y criminal sobre el territorio. El esplendor del municipio decayó tras la secularización del priorato en 1595, aunque su iglesia parroquial sigue siendo un emblema del románico catalán.

Historia

Otro de sus atractivos patrimoniales e históricos es la iglesia de Sant Jaume, consagrada en el año 905, fue reconstruida en el siglo XI y destaca por su arquitectura románica única. De planta de cruz latina, su cimborio poligonal de doce caras es un ejemplo excepcional de la época y sirvió de modelo para la reconstrucción de la basílica de Ripoll. Los tres absides, decorados con arcuaciones lombardas, forman un conjunto estéticamente perfecto. En su interior se conservan piezas de arte valiosas, como un frontal de altar del siglo XIII y un retablo dedicado al apóstol Santiago.

El pueblo, formado por una veintena de casas dispuestas en dos calles principales, es un remanso de tranquilidad. Además de la iglesia, el municipio alberga joyas arquitectónicas y naturales. El santuari dels Oms, al suroeste, es un punto destacado. 

Gliscareny

Gliscareny

Reconstruido en el siglo XVIII, este templo fue un centro de devoción popular desde la Edad Media. También merece una visita a la iglesia prerrománica de Sant Esteve de Montner, situada en las cercanías de la masía de Tubau, y Santa Eugènia de Solls, una pequeña iglesia que data del siglo XIV.

Ritas de senderismo

Como se ha dicho, el Pirineo es el escenario de este increíble pueblo. El entorno natural ofrece rutas para senderistas y amantes de la naturaleza. 

La riera de Merlès y los torrentes de la zona forman un paisaje idílico, mientras que los visitantes pueden explorar caminos que conectan el pueblo con localidades cercanas como la Pobla de Lillet o Gombrèn. Durante los meses más cálidos, Sant Jaume recibe a excursionistas y visitantes que buscan escapar del bullicio de las ciudades.

Un futuro incierto

El despoblamiento ha afectado profundamente a Sant Jaume de Frontanyà, que en el siglo XVIII llegó a albergar hasta 800 habitantes. Aunque su población se redujo drásticamente a lo largo de los siglos XIX y XX, el interés turístico y las iniciativas para restaurar algunas casas han dado un pequeño respiro al municipio. Sin embargo, los desafíos siguen siendo enormes, con una economía local limitada a la agricultura de subsistencia y una ganadería reducida.

A pesar de todo, Sant Jaume mantiene vivas sus tradiciones. La fiesta mayor, celebrada el 25 de julio, atrae a vecinos y visitantes con eventos que incluyen la entrega de una flor de nieve natural como símbolo de identidad local. Además, la fira dels Reis, restaurada en 1978, sigue siendo un punto de encuentro para la comunidad.

Cómo llegar

Para llegar a Sant Jaume de Frontanyà desde Barcelona en coche, se toma la C-58 en dirección a Sabadell y Terrassa, y se sigue hasta enlazar con la C-16 en dirección a Manresa y Berga y continuar hasta la C-26 hacia Ripoll.

Se sigue por esta carretera hasta encontrar el desvío señalizado hacia Sant Jaume de Frontanyà, que lleva por una carretera local hasta el núcleo del pueblo. El trayecto tiene una duración aproximada de 1 hora y 45 minutos.