La Costa Brava es una zona única de Cataluña por su diversidad, belleza e historia. No todo son calas preciosas o aguas cristalinas. Es mucho más. Cadaqués, por ejemplo, es el caso más evidente: más allá de sus calas, el encanto de sus casas, el precioso paseo marítimo y la gastronomía y cultura son un aliciente diferencial.
El pueblo de Dalí no es el único que tiene ese poder de atracción. Casi en la otra punta del litoral de Girona, a menos de una hora de Barcelona, hay otra ciudad que destaca por ser la puerta de entrada a la Costa Brava y, además, tener uno de los jardines botánicos más bonitos de toda Cataluña.
Índice de contenidos
-Qué ver en el jardín botánico de la Costa BravaEste es el jardín más especial de Cataluña
En una montaña con vistas al Mediterráneo de la ciudad de Blanes se aparece imponente Jardín Botánico de Marimurtra. Con más de 4.000 especies de plantas y flores de cinco continentes diferentes, una ubicación de escándalo, el contexto y el contenido hacen de este espacio en una de las joyas de la Costa Brava.
Este espacio es obra de un particular y no tanto un proyecto del ayuntamiento. Fue Carl Faust quien, en 1924, llevado por su pasión por las ciencias naturales, dedicó años al diseño y a la materialización de lo que hoy es este emplazamiento natural.
Desde entonces, hace ya más de medio siglo, esta obra se mantiene gracias a las entradas de los visitantes. De este modo, pasar el día en el jardín botánico de Faust, además de ser un lujo para los sentidos, es una inconmensurable ayuda para su mantenimiento. No es fácil. Sus dimensiones, la cantidad y variedad de especies y la sequía hacen cada vez más complicado la conservación de este jardín botánico con vistas al mar, pero aun así, sus colores, su calma y sus vistas, bien merecen una visita.
Qué ver en el jardín botánico de la Costa Brava
Este maravilloso enclave natural con más de 16 hectáreas ofrece a los visitantes numerosos alicientes. Uno de ellos, sin duda, es el bosque musical de bambús del Oriente. En la zona de Europa destacan unos alardes únicos de flora. Por último, las evocaciones a las áridas extensiones de América y la representación de la flora australiana son otros ejemplos de lo que los visitantes tendrán ocasión de contemplar.
Pero otra de las gracias de este jardín son dos construcciones que le añaden un toque de distinción y singularidad: un templo y una escultura. El primero es un pequeño pabellón de gran hermosura integrado en el jardín. Este paraje está situado en lo más alto del acantilado, lo que permite admirar unas más que destacadas vistas al Mediterráneo. Un pequeño tesoro arquitectónico que no deja indiferente a quien lo visita.
A modo de curiosidad, su nombre no es nada casual, como todo lo que tenía que ver con el creador del jardín. La admiración que sentía Faust por el conocimiento tiene que ver con todo lo referente a su legado.
Por lo tanto, contextualizando los nombres de sus calles, no resulta extraño que Linneo sea el elegido para este templete. Linné o Linneo es el nombre del biólogo sueco que está considerado como padre de la taxonomía biológica. Un lugar de estilo clásico, gobernado con columnas, convierten a este lugar en el mejor tributo al conocimiento.
Tampoco podía faltar alguna referencia clásica. Unas escaleras de acceso al templete siguen cierta continuidad filosófica. Como si fuera la puerta de entrada al conocimiento o, como interpretan muchos, una alegoría al hedonismo, se encuentran las escaleras de Epicuro.
El filósofo griego, padre del hedonismo, está allí como ejemplo de lo que le hubiera gustado a su creador que pasara allí. Y es que la escuela de Epicuro en Atenas era un Jardín. No es casualidad, por lo tanto, que Faust se basara en ese espacio para diseñar el paisajismo que flanquea la escalinata. Una apuesta por la efímera especie de flor denominada Drossanthemum floribundum.
Eso sí, hay que esperar a la primavera para que estas flores tiñan de rosa un escenario que parece sacado de una postal. Merece la pena la visita en cualquier época del año, aunque con las escaleras floridas es cuando más se entiende la intención de Faust.
Por qué es un Bien de Interés Nacional
Razones no faltan para pasar el día en el jardín botánico. Además de las riquezas naturales y arquitectónicas, hay que sumar el atractivo animal, ya que en este lugar viven un sinfín de especies de insectos y pájaros.
Sin duda, el avistamiento de aves es un plus de atractivo a un entorno privilegiado en todos los sentidos. Tanto es así, que fue catalogado por la Generalitat como Bien de Interés Nacional. Un reconocimiento que habría satisfecho a Faust tras el esfuerzo que hizo para la creación de este jardín.
Lo del esfuerzo es real. En la biografía de este alemán afincado en Cataluña constan las intensas labores realizadas durante la Guerra Civil. Tesón y dedicación destinados a que el conflicto bélico no supusiera destrozo alguno o expolio para su idílico jardín. Unas tareas que dieron sus frutos y que mantuvieron a salvo su legado de la guerra, así como de las confiscaciones del Gobierno alemán durante la II Guerra Mundial.
Gracias a ello, y a los visitantes que se sienten atraídos por este bucólico rincón de la Costa Brava, este lugar se ha convertido en un must a la hora de conocer el territorio. Y es que a la curiosidad que genera su ubicación y la belleza de su contenido se le añade el peso de historia. Pasear por estos jardines, subir la escalera o ver las vistas desde el templete son actividades muy distintas si se considera la lucha que esconde cada rincón del paisaje.