Este es el tesoro idílico de la Costa Dorada: un pueblecito escondido de pescadores y playas encantadoras
Su belleza ha llegado hasta las almas más sensible: Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Barral y Juan Marsé son algunos de los escritores que quedaron rendidos ante los encantos de este municipio
9 julio, 2024 18:50Noticias relacionadas
Últimamente se habla mucho de las consecuencias del turismo en las ciudades y el daño que (mal gestionado) puede llegar a causar.
Entre todo el bullicio, un pueblo en la Costa Dorada que mantiene las tradiciones mientras se muestra atractivo para los turistas. Calafell sigue sacando a la Virgen del Carmen al mar el 16 de junio, para que bendiga las aguas y a los pescadores, mientras los turistas se quedan fascinados. Pero tiene otros grandes secretos escondidos.
Para quienes no conozcan el lugar, detallar que el lugar se divide en dos. Por un lado, está la parte conocida como Calafell pueblo, erigido en un monte presidido por un castillo del siglo XI y que, a pesar de su deterioro, mantiene buena parte de su estructura. Por el otro, Calafell playa, que cuenta con una kilométrica cala y un espacio de cine reconvertido en spa.
Cómo se llega a Calafell
Ante todo, este panorama, lo importante es ir por orden para no perderse. Por eso, nada mejor que saber cómo acceder hasta allí. La manera más fácil para llegar es tomar la C-32, la de los túneles del Garraf.
Calafell cuenta con una salida propia en la autopista que llega directa a la zona del pueblo. Allí uno se puede alojar en hoteles y pensiones de forma más económica, así como conocer los restaurantes típicos de los locales.
Un pueblo con encanto
La parte del pueblo de Calafell no es exageradamente grande. Situado en una colina, casi todas sus calles presentan cuestas. Siguiendo su trazado, uno llega al casco histórico donde está el ayuntamiento. Y frente a la casa de la vila a la iglesia de la Santa Creu, una edificación del siglo XVIII de estilo neoclásico declarado bien cultural de interés nacional.
Pero si algo destaca por encima de todo, es el citado castillo. Se ve desde la misma autopista. Sus paredes exteriores todavía se conservan, así como algunas de sus torres. Una bandera catalana todavía está izada, a pesar de su cada vez más avanzado deterioro.
Una playa de agua cristalina
Apenas 2,5 km separan el castillo de la zona de playa. El lugar preferido de la mayoría de extranjeros que se acercan al lugar. Sus más de cinco kilómetros de costa de arena fina y aguas cristalinas hacen las delicias de los amantes del verano.
A lo largo de un paseo marítimo de unos 10 kilómetros y que uno varios pueblos hasta llegar a Cubelles, los visitantes pueden disfrutar de unas enormes vistas y ver las casitas antiguas de pescadores que se mantienen en pie, entrar en sus tiendas o sentarse en algunas de las terrazas y restaurantes de la zona. De paellas hasta carnes a la brasa, pasando por heladerías de todo tipo, la oferta gastronómica es apta para todos los públicos.
Lugar de cultura y museos
Pero este paseo esconde muchos más secretos para los amantes de la cultura. En este pueblo se crio una de las máximas figuras literarias de Cataluña, Carlos Barral. Su casa tradicional de pescadores se mantiene casi intacta y se ha convertido en un museo totalmente gratuito para quien quiera conocer más sobre esta figura.
Allí se alojaron grandes referentes de la literatura hispana. Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Juan Marsé (quien también tenía allí una casa y le dedicó un libro a una de sus habitantes, La muchacha de las bragas de oro) o Jaime Gil de Biedma pasaron varias veces por ese lugar.
Sitio de encuentro
La casa de Barral fue un lugar de referencia en plena dictadura franquista. En esa casa a la que Gabo sólo fue una vez por miedo a “la pava” (el mal fario) de las gallinas de los vecinos, Vargas Llosa terminó de escribir La casa verde. Pero allí no sólo escribían, también salían en barca y se la pasaban bien, tanto que la esposa de Barral se compró otra de las casas de pescadores del paseo para montar un bar en que los amigos de su esposo se pudieran quedar hasta las tantas.
Ese local todavía existe. Se llama La espineta, un restaurante que mantiene su esencia, donde todavía se conserva la mesa donde se sentaban los literatos. Es la redonda, la cercana a la chimenea, donde se juntaban en invierno. Las anécdotas e historias que esconden ese lugar dan para un libro. Tomar allí algo, es respirar algo de todas esas personas que pasaron por allí y que están retratadas en sus paredes.
Arquitectura que inspiró películas
Pero si uno es más del cine que de la literatura, allí está uno de los edificios que aparecen en uno de los films iniciales del maestro de terror catalán, Jaume Balagueró. Las ruinas del sanatorio de Sant Joan de Dèu aparecen en los sin nombre y todavía se conserva toda la fachada. Luego hay muchos cambios.
Tras una campaña de los vecinos para no dejar perder ese lugar que fue hospicio para las personas que padecían tuberculosis a principios del siglo XX, el edifico se ha convertido en un hotel de lujo con balneario incluido. Allí, figuras del FC Barcelona se han dejado ver para disfrutar de sus instalaciones.
Todos estos ingredientes y muchos más convierten a Calafell en un lugar más que especial de la Costa Dorada.
El secreto mejor guardado: los humedales
Calafell cuenta con su propia vegetación autóctona, como el barrón, una planta que es imprescindible para que haya también una fauna autóctona, ya que sirve de refugio a numerosas especies costeras, como aves marinas.
Toda la zona está delimitada por un cerramiento hecho con troncos de madera de pino y cuerda. Dentro de este espacio hay también 6 hábitats naturales: aguas para ictiofauna, aguas someras para fauna limícola, juncal con carriceras, dunas, pantallas de tamariscos y espacio de nidificación del chorlitejo patinegro.