El nombre de Eiffel se asocia directamente a una ciudad, París. La famosa torre de la ciudad del amor se lleva toda la gloria, pero antes este arquitecto hizo sus pinitos por Cataluña.
Los más conocedores de la ciudad y de la obra del galo saben de sobras que Girona tiene una obra icónica de él. El puente que une la Plaça Independència con el Barri Vell de la ciudad luce con un rojo vivo sobre el río Onyar y atestigua el paso del francés por Cataluña. Pero hay mucho más.
Una obra que no se ve
Pocos saben que en otro punto de la geografía gerundense, en la Costa Brava, hay más obras de Eiffel. En concreto, en Palamós. Claro que poca gente lo conoce porque en un primer vistazo pasa inadvertido.
Eclipsado por el trajín cotidiano de la vida de la ciudad, incluso tras un par de encuentros fortuitos, nadie repara esta construcción. Pero para el observador curioso, basta con detenerse unos segundos, contemplar sus líneas ferrosas y empezar a detectar ciertas similitudes.
Un lugar curioso
Es fácil si se conoce el puente de Girona y la torre parisina, porque si su estructura y formas son reveladoras, el nuevo color rojo que le han puesto lo emparenta con su hermano en la capital de la provincia. Claro que tampoco es fácil dar con él.
Para empezar hablamos de otro puente, pero no está en el centro ni en algún lugar destacado. De hecho, está a las afueras, entre una zona comercial y una urbanización y, hasta hacer poco, estaba casi dejado. Por eso surgen dos preguntas: ¿por qué fue tan abandonado? Y, sobre todo, ¿cómo ha llegado hasta aquí?
Cambio de siglo
La historia de este puente es más que curiosa. Porque con sus pequeñísimas dimensiones y su ubicación parece difícil que Eiffel se pusiera a trazar un diseño. La realidad es que el francés nunca pensó que iba a acabar a aquí.
Todo empieza al fin del siglo XIX. El ferrocarril conquistaba nuevos territorios, era símbolo de modernidad y vanguardia. Cataluña se apresuró a diseñar su propio entramado ferroviario. Empezó por la línea Mataró-Barcelona, pero rápidamente se extendió. No, no por la Costa Brava.
Un símbolo de modernidad
Girona se convertía en un epicentro de progreso y conectar esta ciudad no sólo con la capital catalana, sino incluso con Francia era fundamental. Favorecía el comercio y dinamizaba la industria. De allí que en 1876 el tren ya entrara a la ciudad.
Pero no fue una entrada típica. La Compañía del Ferrocarril, ávida de ingenio y voluntad transgresora, acudió a un visionario e incipiente arquitecto francés que pasaba sus días en la ciudad en busca de ayuda.
Origen en Girona
Gustave Eiffel fue el responsable del diseño y la construcción de hasta ocho puentes de la red ferroviaria, uno de ellos todavía es conocido: el Pont del Rellotge. Inaugurado en 1878, esta construcción cruzaba el río Güell y sirvió para conectar el Parc de la Devesa con la avenida Ramon Folch.
Hablamos en pasado porque con el paso del tiempo, la afluencia de trenes y el aumento de las cargas, la infraestructura necesitó una remodelación. Aunque en realidad lo que hicieron fue acabar con el puente.
Idea de un ingeniero
No duró ni 100 años, en 1963, el hormigón se impuso a la estructura de hierro diseñada por Eiffel y se dejó de lado la creación gala. ¿Por qué toda esta historia? Porque hay un giro de guion.
Visto que el ayuntamiento de la ciudad se iba a deshacer de esta obra, el famoso ingeniero industrial Josep Maria de Toca decidió hacer algo. La torre Eiffel ya era famosa en el siglo XX y no quiso desaprovechar la oportunidad de que su pueblo, Palamós, tuviera una obra de él.
El traslado
Con determinación y visión de futuro, el catalán no dudó en negociar con los propietarios del famoso puente para llevárselo a su municipio. Lo logró, y por un buen precio. Claro que luego empezaría lo más complicado. El traslado.
Mover un puente de hierro de 18 metros de largo y 6 metros de ancho, no es fácil. Necesitó permisos especiales y dos viajes para que la obra llegara a la costa: Girona-Llagostera y Llagostera-Palamós. Pero lo hizo.
Llegada a Palamós
La obra de Eiffel encontró un nuevo emplazamiento. El 24 de junio de 1969, en pleno Sant Joan, se inauguraba en Palamós el ahora conocido como Puente de la Devesa.
El lugar elegido fue muy particular. Se situó entre la entonces tranquila zona de Balitrà y el ya bullicioso centro urbano de Palamós, donde estrellas como Dick Bogarde y Truman Capote paseaban como un ciudadano más.
Dónde está
El puente, que sirve sobre la riera de Aubí, se ha convertido desde entonces en un testigo silente del devenir de los tiempos y de la historia de la ciudad. La zona ha cambiado mucho, ahora se encuentra a las afueras del pueblo y une la zona donde se sitúa un famoso supermercado catalán con una urbanización. Poca gente le hace caso.
No ayudó mucho que la Administración ignorara esta obra durante todo este tiempo. Pasó de ser un símbolo de modernidad en Girona a una infraestructura convencional y de uso corriente en la que nadie repara. Ni los responsables de la ciudad.
Remodelación
La humedad empezó a corroer la estructura, la pintura azul original se estaba perdiendo y la vegetación que estaba a la orilla de la riera se asomaba a ambos extremos del puente. En definitiva, a pesar de su valor histórico y cultural, el diseño de Eiffel ha sufrido el olvido y el descuido.
No fue hasta hace siete años que el Ayuntamiento de Palamós no empezó a tomar cartas sobre el asunto. Llevó a cabo un ambicioso proyecto de restauración y conservación.
Cómo verlo
Con el objetivo de preservar su legado para las generaciones futuras, se quitó la vieja pintura, se intervino para sacar el óxido y evitar las humedades y se repintó la estructura. Del azul original se pasó al rojo, que recuerda al puente de Girona.
El nuevo aspecto tampoco ha servido para darle más fama. Nunca se puso un panel informativo que contara la historia de este histórico puente. Eso sí, si uno se fija puede ver en uno de los extremos la plancha metálica que indica de quién es obra: Eiffel Constructeurs.
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