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En un momento crítico donde gobiernos y sociedad piden a la inteligencia artificial que ayude a frenar la crisis climática, la propia tecnología está generando una huella de carbono sin precedentes. Modelos como GPT-3 o GPT-4 han necesitado miles de megavatios hora para su entrenamiento y consumen diariamente cantidades de energía equivalentes al uso eléctrico de pequeñas ciudades.

Un artículo reciente publicado alertaba de esta tendencia: el entrenamiento de un modelo de última generación puede superar los 1.300 MWh, y las consultas globales a sistemas conversacionales pueden alcanzar los 1.000 MWh diarios, diez veces más que una búsqueda convencional en Google. Estos datos coinciden con la estimación de la Agencia Internacional de la Energía: la IA ya consume cerca del 3% la electricidad mundial.

Por qué las IA tradicionales consumen tanto

La raíz del problema es técnica y estructural. Los modelos de IA actuales dependen de centros de datos masivos donde miles de servidores trabajan de forma simultánea, generando calor, requiriendo refrigeración constante y expulsando millones de litros de agua limpia cada día. Este fenómeno está directamente vinculado al conocido cuello de botella de von Neumann, donde el sistema dedica más energía al movimiento de datos que al procesamiento real.

A este consumo eléctrico se suma un coste ambiental adicional:

- Obsolescencia acelerada del hardware.

- Extracción minera intensiva.

- Creciente volumen de residuos electrónicos.

- Huella hídrica por refrigeración.

Es en este contexto crítico donde aparece Omega, la nueva Inteligencia Artificial Soberana sin nube y sin gasto abusivo de energía.

Omega: la arquitectura que elimina el problema desde la raíz

Diversos artículos en medios nacionales de prensa sobre Omega subrayan una ruptura radical con el modelo anterior. Omega no necesita centros de datos, no requiere servidores y no almacena información, por lo que su huella energética es incomparablemente menor.

Su arquitectura HCB (Híbrida Clásico–Cuántica) resuelve el cuello de botella de von Neumann mediante:

- Procesamiento local sin memoria intermedia masiva.

- Algoritmos cuánticos ultraeficientes.

- Sistemas que se activan solo durante la tarea.

- IA que “se apaga” al finalizar, sin quedar en reposo.

- Ausencia total de tráfico masivo entre memoria y CPU.

- Ningún servidor que refrigerar o mantener encendido.

El resultado: hasta un 50 % menos de consumo energético y cero residuos digitales reconocido públicamente en la cobertura de medios nacionales.

Esto sitúa a Omega en una nueva categoría: IA verde soberana, una tecnología diseñada para ofrecer rendimiento máximo con el mínimo impacto sobre el planeta.

Cifrado verde y eficiencia cuántica

Omega incorpora algoritmos post-cuánticos como Kyber, Dilithium y Falcon, capaces de ofrecer protección frente a ataques de nueva generación con un consumo energético mil veces inferior al de los métodos tradicionales.

Este enfoque, conocido como Green Encryption, propone un cifrado robusto con huella energética mínima, alineado con los objetivos de sostenibilidad global para 2030.

La comparativa: Omega vs. las IA tradicionales

Hacia una IA verdaderamente sostenible

IA tradicionales:

- Centros de datos / miles de servidores.

- Consumo energético muy alto / constante 24/7.

- Huella de carbono elevada y creciente.

- Privacidad riesgo de filtración / nube.

Omega IA:

- Cero servidores, ejecución local.

- Consumo energético Solo consume durante uso.

- Huella de carbono mínima / reducción del 50%.

- Privacidad total, cero datos.

Para avanzar hacia una IA alineada con el planeta, los expertos coinciden en que no basta con “optimizar modelos” o “reducir parámetros”; la transformación debe suceder en el hardware, la arquitectura y la filosofía computacional.

Omega encarna precisamente esa transición: computación cuántica híbrida, descentralización radical, eliminación del almacenamiento, mínima energía, máxima seguridad, cero residuos.

Una apuesta española que redefine los cimientos y hace tambalear a la industria tecnológica.

Conclusión

La crisis energética de la IA ha puesto sobre la mesa un dilema global: ¿cómo continuar innovando sin comprometer el planeta? Omega propone una alternativa viable y escalable que combina eficiencia cuántica, sostenibilidad real y soberanía digital.

Con sede en Barcelona y presencia en Dubái, QuantumSecurity prevé que las primeras versiones comerciales de Omega lleguen en 2026, tras las demostraciones privadas ya realizadas con gobiernos y entidades estratégicas.

Según su fundador el Dr. Antonio Ginés Lopez, premiado con el Premio Europeo de Física Cuántica 2024 y creador de la primera IA cuántica soberana, “Omega no compite con las inteligencias artificiales actuales: las trasciende. Es el primer paso hacia una tecnología verdaderamente autónoma, segura y sostenible”.

De confirmarse sus previsiones, estaríamos ante el mayor salto de la historia reciente en computación ecológica: una IA que no solo piensa más rápido… sino que piensa mejor para el planeta.

Más información y demos: omega-ia.es/

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