Alemania cierra las fronteras a los inmigrantes. Los invasores rusos avanzan rápidamente hacia la ciudad de Pokrovsk, estratégico nudo de comunicaciones. Los dos contendientes para la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump y Kamala Harris, celebran su primer debate televisado.
Pero lo más “fuerte” de la semana, para la gente superficialmente esteticista como yo, ha sido el video de Melanie Trump.
Puedo aguantar que me mientan, que me engañen, que me tomen el pelo, pero salto indignado cuando quieren venderme una mercancía averiada mediante el kitsch de la trascendencia.
Y esto es lo que acaba de hacer Melanie, la esposa del peculiar expresidente de los Estados Unidos, a la que yo ya no tenía en alta consideración por copiarle un icónico vestido azul a Jackie Kennedy y por plagiar palabra por palabra un discurso de Michelle Obama, hitos negativos en su trayectoria de “trophy woman”, mujer florero, que la retratan perfectamente como una advenediza.
La impostura solemne para envolver una bola, y la utilización propagandística de las tragedias ajenas son cosas que me sacan de mis casillas. Y Melanie incurre en los dos pecados.
El martes pasado publicó ese vídeo, ampliamente difundido, en que aparece, muy mona y rubia ella, muy maquillada, vestida de negro, sobre un fondo negro, con una música inquietante de fondo, mirando a cámara con expresión seria y trascendente, como si envuelta en agobiante oscuridad y sometida a un momento de inmensa gravedad, fuese a decir una gran verdad.
Manido truco de seducción publicitaria del que tuvimos un buen ejemplo aquí en 2017, cuando, copiando desvergonzadamente el famoso “video de Maidan”, del año 2014, donde una joven ucraniana se dirigía al mundo durante las revueltas en la plaza de Maidan de Kiev, la actriz Anna Maruny, por cuenta de Omnium Cultural, lanzó un tétrico y lloroso mensaje en inglés (“Help Catalonia. Save Europe”) para convencer al mundo de que interviniese para acabar con no sé qué horrores que estábamos padeciendo los catalanes a manos de la pérfida España.
Oriol Soler fue el cerebrito del lacrimoso vídeo. Uno de esos momentos vergonzosos que nos deparó el procés.
Bueno, pues ahora resulta que Melanie Trump plagia a Anna Maruny. En su vídeo, publicado el martes, también aparece envuelta en la oscuridad para reflexionar de manera conspirativa sobre el atentado contra Trump. “El ataque a la vida de mi marido fue una horrible y turbadora experiencia. El silencio sobre estos hechos es una pesada carga”, dice, mientras suena de fondo una melodía tintineante y ansiosa. “No puedo evitar preguntarme: ¿por qué los agentes del orden no arrestaron al tirador antes del discurso? Está claro que hay algo más en esta historia, y necesitamos descubrir la verdad”.
En la siguiente imagen, aparece la portada de un libro: Melanie. Mi vida, que sale a la venta el 8 de octubre.
Mira que lanzar teorías de la conspiración -al estilo de Aznar con los responsables de la matanza del 11-M, que según él no se ocultaban “ni en desiertos remotos ni en lejanas montañas”, (se entendía: “están en la calle Ferraz”)- a costa del balazo que un francotirador chiflado de los que tanto abundan en EEUU le pegó a su marido… Insinúa Melanie turbias complicidades policiales… ¡para publicitar su libro! Muy mal, Melanie. Sobre todo, teniendo en cuenta que no corriste a visitar a The Donald al hospital (como en ocasión parecida hizo la esposa de Reagan) ni se te vio a su lado en 15 días.
¡Y muy mal también Donald, en tu debate con Kamala! Todos los analistas (y hemos leído a 10 o 12) dicen que te ha tomado la medida y hacen hincapié en las sonrisas condescendientes de tu adversaria, y hasta en sus francas carcajadas cuando tú asegurabas que los inmigrantes haitianos se comen a las mascotas de los americanos. “¡Se comen nuestros perros, nuestros gatos!”; o que en un indeterminado Estado de la Unión se ha proclamado una ley por la que las madres matan a sus hijos recién nacidos.
Aunque salió del revolcón diciendo a los suyos que había sido su mejor debate y que lo ha ganado, fue un mal día para El Donald, pues horas más tarde la cantante Taylor Swift, que es la personalidad más popular en los Estados Unidos (por motivos que se me escapan), manifestó que votará a Kamala e invitó a sus millones de fans a imitarla.
Los congresistas demócratas suspiran con alivio y con entusiasmo. Tienen líder, la partida no está decidida, y Kamala navega con el viento a favor.