Sánchez sobrevive y euforia independentista
La prensa subraya la distancia entre las expectativas y la manifestación de Colón. El independentismo "invita" al Gobierno a reactivar el chat de Calvo, Artadi y Aragonés
11 febrero, 2019 10:36El calendario conspira contra la política. Mañana comienza el juicio por la intentona secesionista y pasado vence el plazo para la tramitación, o no, de los Presupuestos. Demasiada premura para el trío del whatsapp formado por Carmen Calvo, Elsa Artadi y Pere Aragonès. Convendría un tiempo muerto que pasa porque el PDeCAT y ERC se envainen la enmienda a la totalidad de las cuentas del Estado, pero tal signo de inteligencia es esperar demasiado de unos partidos que no han dado hasta el momento síntomas de comprender cabalmente la encrucijada.
Salvo el gran gurú monclovita Iván Redondo, todo el mundo quiere humillar a Pedro Sánchez. El presidente de la Generalidad por delegación, Quim Torra, el primero. Exige al líder socialista que vuelva a la mesa con el argumento de que la mani de Colón no ha sumado la masa crítica suficiente como para derribar al Gobierno. El nacionalismo catalán interpreta que los temores sanchistas a una insumisión patriótica eran infundados. Y de ahí infiere que el Gobierno no tiene excusa para no hablar de la autodeterminación y hasta del reparto de activos entre el reino y la república.
Es la tesis de José Antich en El Nacional: "Al Partit Popular, Ciutadans i Vox no podia sortir-los pitjor la manifestació contra el diàleg entre el govern espanyol i el català. Les xifres queden en tots els supòsits molt lluny de les seves expectatives i de les que havien aixecat els seus representants mediàtics madrilenys, des de l'ABC i El Mundo a La Razón de Planeta: no hi han anat ni els seus lectors i això que eren ells els que la convocaven. Lluny també de les pors de la resta de la premsa escrita en decadent influència, d'allà i d'aquí. Hi ha un espai per al diàleg franc que passa per reconèixer el referèndum de l'1 d'octubre, no per desentendre-se'n com suggereixen atribolats els plumillas que no van creure mai en aquella consulta i van callar i van acotar el cap davant de la repressió policial i la violació de drets fonamentals".
Portada de 'El País' del 11 de febrero de 2019
Los políticos indepes están enganchados al órdago permanente y este lunes van de sobrados porque gran parte de la prensa calibra la distancia entre lo que iba a ser la manifestación del siglo y la realidad. Así que a estas horas, el principal problema de Sánchez no sería la oposición, sino la cerrazón independentista que define de esta forma Jordi Juan en La Vanguardia: "El Govern de Quim Torra se empeñó en darle una solemnidad a la negociación como si ya estuviéramos en una segunda fase y donde, en lugar de tener al otro lado a un Gobierno frágil con el apoyo de sólo 84 diputados y con un PSOE dividido, el interlocutor fuera un Ejecutivo sólido con una mayoría amplia detrás. La oposición de PP y Cs, animada ahora por Vox, no lo ha puesto fácil y los estrategas del Govern deberían haber visto que si forzaban demasiado la cuerda, esta se acabaría rompiendo. ¿Hacía falta exigir ahora un relator o la inclusión del referéndum, o era mejor hacer un acuerdo de mínimos, mantener al PSOE en el Gobierno y esperar el final del juicio? Seguramente algunos dirigentes soberanistas estarán lamentándose ahora de no haber sido más prudentes y haber forzado tanto la máquina. Ahora bien, si al final la hoja de ruta es la del cuanto peor, mejor, reconozcamos que la labor de los negociadores del Govern sí que ha sido eficiente".
Se consolida el relato de la inmortalidad política de Sánchez, la baraka o flor en el trasero de un tipo al que se ha dado muchas veces por finiquitado y ahí sigue. De la crónica de Marisol Hernández en El Mundo: "El Gobierno resopla de alivio. La prueba de la protesta en la calle contra Pedro Sánchez les parece superada. (...) Moncloa temía la convocatoria, impulsada por PP y Cs y a la que posteriormente se unió Vox. Les preocupaba su capacidad de movilización y el hecho de que su llamada pudiera atraer a personas neutrales, a ciudadanos que, sin sentirse cercanos a estas formaciones o a su órbita, decidieran que había que salir a la calle para frenar la actuación de Sánchez. Y eso, estiman, no ha sucedido. El Ejecutivo no se siente penalizado por intentar el diálogo. Los socialistas son conscientes de que están inmersos en una crisis mayúscula desde el martes, cuando se hizo público, un día después del anuncio de enmienda a la totalidad de los presupuestos de ERC, que consentían con la exigencia de un mediador. Pero estiman que el PP y Pablo Casado se han pasado de frenada y que eso les beneficia".
La tesis del pinchazo viene más avalada por los caretos de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal que por la guerra de cifras y panorámicas aéreas. Al parecer, nadie estaba cómodo con nadie. Rivera se blindó con los suyos, Casado ocupó el centro de la imagen y Abascal, el otro extremo. Entre medias, representantes de partidos como Unión Progreso y Democracia (UPyD), el Foro Asturias y Unión del Pueblo Navarro. En El País subrayan que "la concentración dejó una imagen que Ciudadanos había evitado hasta ahora: Casado, Rivera y Abascal juntos". Sí, juntos pero lejos, como si en vez de ser los convocantes estuvieran ahí obligados.
El contrapunto de la euforia por la pelota de partido que habría salvado Sánchez viene en El Confidencial de la mano de Nacho Cardero: "Es obvio que la organización y puesta en escena de la concentración resultó bastante mejorable y que el número de asistentes estuvo por debajo de lo esperado, no porque fueran pocos sino por las altas expectativas que había puestas en el acto. Aun así, convocar el martes y llenar la plaza de Colón el domingo no está al alcance de cualquier partido. PP y Ciudadanos lo consiguieron. Había miedo a que cayesen chuzos de bilis y oliese a facha y rancio, pero tampoco se percibió el tufillo. No era la España en blanco y negro a la que aludían Sánchez y sus voceros".
En parecida línea se expresa Ignacio Camacho en el ABC: "La gente que tomó ayer la plaza de Colón en el nublado y gélido domingo madrileño no parecía ir tanto de protesta como de paseo. Gritos, pocos y quedos, aplastados por una megafonía festiva de ritmos bullangueros acaso destinados a desperezar a la multitud del sueño. El ambiente podía resultar cualquier cosa menos bélico; el arma más peligrosa que portaban aquellos feroces guerreros eran banderitas de España -constitucionales, sin aguiluchos, de un rojigualda inclusivo y neutro- compradas en la venta ambulante por tres euros y ondeadas con lánguidos aspavientos. Tienen que haber llegado las cosas muy lejos y que ser muy hondo el descontento para que la bandera de una nación, el símbolo de su unidad en un mismo proyecto, se convierta en un emblema de disconformidad con el Gobierno, en la expresión silenciosa y educada de un severo, extendido estado de cabreo".
A la izquierda de Sánchez, Zapatero reclama "diálogo, diálogo y diálogo", pero cree que quienes se tienen que mover son los independentistas, encasquillados en sus teorías sobre la validez del 1-O. De la postura e interpretación de Podemos escribe en El País José Marcos: "Pablo Iglesias ha advertido de la profundidad de la contrarrevolución reaccionaria cuya máxima expresión ha sido, en su opinión, la concentración de este domingo en la plaza madrileña de Colón. El secretario general de Podemos ha señalado que pese a que la participación 'ha estado por debajo de los deseos de los organizadores y de las expectativas generadas', la reacción de los progresistas requiere reforzar el Estado de bienestar. También la gestión de la 'plurinacionalidad' de España "desde el diálogo sin exclusiones y no desde el poder judicial", ha subrayado a dos días del inicio del juicio del procés".
11 de febrero, santoral: Bienaventurada Virgen María de Lourdes, Castrense, Pedro de Jesús Maldonado y Secundino.