De la lectura reposada de El País, La Vanguardia y El Periódico se infiere que los actos con ocasión del primer aniversario del 17A fueron una demostración de unidad, paz y armonía en medio de conmovedoras muestras de respeto por los familiares de las víctimas de los atentados islamistas. Barcelona es la polla, oigan. Qué manera de honrar a los muertos, qué arte y qué gracia sin perder la natural sobriedad de las expresiones de la catalanidad universal en la vía pública.
Según los citados medios, funcionó una suerte de tregua política y los actos fueron de una elegancia sublime. Sobre todo el de Gemma Nierga, que estuvo inmensa a pesar de que unos desalmados se quejaron de que sólo hablara en catalán. Muy adecuado el tono de fiesta de fin de curso con los niños y niñas entonando el Hallelujah. El Rey saludó a todo el mundo y Torra estuvo encantador, como siempre. Un hombre que es toda una sonrisa. Y la alcaldesa, monumental. Ni se notó que el acto lo había organizado ella. Y ese presidente Sánchez que es un brazo de mar.
Todo genial. Gallina de piel. El mundo nos mira y se ha quedado patidifuso ante el magnífico espectáculo. Así arranca la versión de La Vanguardia sobre el evento: "Pepita, María, Bruno, Carmen, Francisco, Ian, Silvina Alejandra, Pau, María de Lurdes, Luca, Ana María, Jared, Elke, Desirée, Julian y Xavi. Ellos, las 16 víctimas mortales de los atentados yihadistas de agosto pasado en Catalunya, fueron los únicos protagonistas de los actos celebrados ayer en Barcelona para conmemorar el primer aniversario de la tragedia".
Esos nombres no se pronunciaron ni una sola vez ayer, a pesar de que la alcaldesa sí que tuvo el reflejo de incluirlos con sus correspondientes apellidos en la declaración institucional que hizo un día antes.
Sigue la crónica de La Vanguardia: "Tras unas semanas previas de tira y afloja entre las distintas instituciones sobre lo que se debía o no hacer en el día de ayer en el acto central que acogería el corazón de Barcelona, finalmente se impuso el sentido común. Se hizo un homenaje, austero y sencillo, que siguió a rajatabla el guion que escribieron las víctimas al Ayuntamiento cuando les preguntó, hace unos meses, qué querían que la ciudad hiciera ese triste día para acompañarlos. Desde las 9 de la mañana, cuando fueron recibidas por la alcaldesa Ada Colau en el Consistorio, hasta el paseo en silencio por la calle Ferran hasta el mosaico de Joan Miró en la Rambla y en el acto central de la plaza Catalunya, las familias de las víctimas estuvieron por delante de todos los demás".
Cierto. Encabezaron el paseo hasta el mosaico de Miró y los sentaron en las primeras filas en la plaza de Cataluña. ¿Nadie de entre todos ellos podría haber leído unas palabras?
Anota el diario de Godó, sin embargo, una leve disonancia, tema menor: "Para algunos la nota discordante de la jornada fue la aparición de una pancarta contra la presencia del Rey, que colgó durante toda la mañana de una de las fachadas de la plaza Catalunya. Ni una sola vez se vio al Monarca mirando en esa dirección. La pancarta fue colgada el jueves por la noche y, de madrugada, un grupo de mossos de la unidad de montaña se descolgó por la fachada para retirarla. Cuando estaban a punto de hacerlo, un grupo de abogados les advirtió de que estaban en una finca particular y que sin autorización judicial no podían tocarla. Y les debió de convencer, porque la recolocaron y presidió el acto desde uno de los flancos de la plaza de Catalunya. Al final, los políticos le dieron a la pancarta más importancia que la gente".
Así que supernormal todo. Y lo mismo el monarca ni se dio cuenta de la pancarta. Total que un triunfo de las víctimas, que es lo que apunta la crónica de El Periódico: "Hubo tregua y se hizo lo imposible, unos más que otros, por poner en el primer plano a las víctimas de los atentados, los mismos que durante estos 365 se han sentido abandonados a su suerte. Pero fue una tregua que se mostró siempre frágil y por la que se temió varias veces a lo largo del día".
Sigue el texto: "El Govern, tras el amago de boicot que lanzó hace unas semanas, cuando se supo que Felipe VI acudiría al acto central de homenaje, guardó las formas y la compostura. La declaración institucional fue casi impoluta, el protocolo con la Casa Real, recíprocamente de guante blanco. Ni un mal gesto cuando el president Quim Torra presentó al Rey a Laura Masvidal, esposa de Joaquim Forn, conseller de Interior y uno de los artífices de la pronta desarticulación de la célula yihadista (con el mayor de los Mossos entonces, Josep Lluís Trapero) y hoy encarcelado por el 1-O".
Las formas y compostura de Torra gustaron mucho en Madrid (y no es coña), como refleja el texto de El País: "El Gobierno de Pedro Sánchez y la Casa Real quedaron muy satisfechos porque vieron cumplido su objetivo: que las víctimas fueran las protagonistas y no se convirtiera en otro día de abucheos al Rey. Felipe VI y el presidente del Gobierno habían ido a Barcelona a mostrar su respaldo a los afectados por los atentados yihadistas, a estar con sus familias, y eso es exactamente lo que hicieron. Salvo algunos momentos de tensión y consignas cruzadas entre monárquicos e independentistas, la jornada fue tranquila".
Continúa la pieza: "Desde el entorno del presidente trasladaban el mensaje de que todo había funcionado como se esperaba. Incluso pese a que los independentistas lograron colgar en una de los edificios que dan a la plaza una gran pancarta que decía, en inglés, “el rey de España no es bienvenido en los países catalanes”, con una imagen del monarca al revés. (...) Con todo, la Delegación del Gobierno pidió explicaciones para saber por qué no se retiró la pancarta, que consideraba “una falta de garantía de seguridad”".
De hecho, la Delegación del Gobierno emitió una nota horas después del "evento" en el que en tiempo presente decía esto: "Esta pancarta ocupa buena parte de la fachada del edificio, impidiendo el control de varias ventanas con vistas directas al acto, lo que puede dificultar la plena seguridad del acto y poner en riesgo a las propias víctimas, a SSMM Los Reyes y a las más altas autoridades del Estado presentes".
Y esto otro: "la Jefatura Superior del Cuerpo Nacional de Policía en Catalunya ha exigido la retirada de la pancarta debido al espacio ciego de seguridad que generaba, pero dicho requerimiento ha sido desatendido".
Pues eso, que un diez para la organización; la seguridad, OK; los Reyes, felices y las víctimas siempre delante.
En El Món, empero, hablan de un extraño suceso en la plaza de Cataluña: "Però quan ha arribat el moment de les salutacions, hi ha hagut plantades per totes dues bandes. El vicepresident del Parlament, Josep Costa, s'ha negat a donar la mà al monarca, però el rei espanyol també s'ha negat a saludar els consellers del Govern de Quim Torra. Només ha saludat el president Torra i el president del Parlament, Roger Torrent, però no els consellers que hi eren presents. Així ho han confirmat fonts de l'executiu català a El Món: "El rei s'ha negat a saludar els membres del Govern"".
Ya por la tarde hubo lo de la cárcel de Lledoners. Ahí no estaban invitados ni Felipe VI ni Sánchez, pero debió de ser por algún fallo de protocolo. O porque no les iba bien. Se lo habrían pasado genial. Como siempre hubo miles y miles de personas. Acto masivo, sostiene El Nacional. El más nutrido de todos cuantos se celebraron ayer. Otra muestra de la excelencia y la genialidad catalanas en una jornada sólo rota por estrafalarios gritos de ¡Viva el Rey! y en la que también brillaron con luz propia los CDR que desfilaron por las Ramblas, tres mil según La Vanguardia, medio millar en El Punt Avui.
Y como todo ha salido tan bien y tan en paz, el año que viene más. O no.