El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y un lazo amarillo de fondo en un escaño de Junts, vacío

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y un lazo amarillo de fondo en un escaño de Junts, vacío GALA ESPÍN

Política

12M: un año de las elecciones que sepultaron al 'procés'

El independentismo perdió la mayoría absoluta en el Parlament de Cataluña por primera vez en los comicios de mayo de 2024, que llevaron a Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat

La llegada del PSC al Govern, que ganaron con rotundidad pese a la mesiánica campaña de Puigdemont, finiquitó una década de conflicto e incertidumbre y abrió una nueva etapa de “normalización institucional”

Más información: El 12M apuntilla el ‘procés’: el independentismo pierde 13 escaños y la mayoría en el Parlament

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Ha sido un año muy largo, pero los diputados del Parlament de Cataluña y los candidatos que quedaron fuera del mismo recordarán con perfecta nitidez el 12 de mayo de 2024. El día que, para alivio de unos y resignación de otros, las urnas enviaron al procés a la papelera de la historia. La compleja pero inevitable llegada de Salvador Illa a la Generalitat, en agosto, fue sólo la ceremonia.

La campaña de aquellos ya lejanos comicios vino marcada por, entre otros factores, la enésima promesa de Carles Puigdemont de volver a Cataluña; algo que, esta vez y aunque cobardemente, más o menos cumplió. El Govern republicano de Pere Aragonès no consiguió el apoyo necesario para aprobar los presupuestos y se vio forzado a convocar elecciones, y Junts sacó toda su artillería. Le sirvió para doblegar a ERC, pero no a un Illa que ya maniobraba como líder de la oposición con cara de president.

Sosegado y dialogante, además, como se define hoy su Ejecutivo.

Los candidatos a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa (PSC) (4d), Pere Aragonès (ERC) (4i), Ignacio Garriga (Vox) (3i), Carlos Carrizosa (Cs) (d), Jessica Albiach (Comuns Sumar) (2i), Laia Estrada (CUP) (2d) y Alejandro Fernández (PPC) (i), y el número tres de la candidatura de JxCat, Josep Rull (3d), participan en el debate organizado por TV3 y Catalunya Ràdio

Los candidatos a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa (PSC) (4d), Pere Aragonès (ERC) (4i), Ignacio Garriga (Vox) (3i), Carlos Carrizosa (Cs) (d), Jessica Albiach (Comuns Sumar) (2i), Laia Estrada (CUP) (2d) y Alejandro Fernández (PPC) (i), y el número tres de la candidatura de JxCat, Josep Rull (3d), participan en el debate organizado por TV3 y Catalunya Ràdio EFE / Quique García

El Hard Rock de Tarragona, el detonante

Con la fuga de Junts de aquel Govern, a Aragonès sólo le quedó acercarse al PSC, que tendió su mano con perspicacia y apoyó sus dos últimos proyectos presupuestarios. Los Comuns, necesarios como hoy para consumar esta mayoría progresista, hicieron lo propio en 2023, pero el Hard Rock de Tarragona, un macroproyecto hotelero que ERC aceptó no entorpecer a cambio del apoyo socialista, fue un escollo insalvable al año siguiente.

Aquel pleno fue tenso. Aragonès se whatsapeó con Jéssica Albiach hasta minutos antes de una votación muy ajustada y con varias incógnitas sobrevolando el hemiciclo, pero los morados no dieron su brazo a torcer. Los casinos del Hard Rock, un complejo que sigue en el aire, fueron una línea roja para los Comuns, no dispuestos a seguir poniendo toda la carne en el asador del sector servicios de la Costa Daurada y los “empleos precarios” que, a su juicio, fomenta la estacionalidad.

Salvador Illa y Jéssica Albiach, tras la aprobación de los presupuestos de 2023

Salvador Illa y Jéssica Albiach, tras la aprobación de los presupuestos de 2023 Kike Rincón EUROPA PRESS

Tras el ‘no’ del Parlament, aquella misma tarde, el president republicano anunció elecciones anticipadas. El 12M fue la fecha escogida por ERC –según Junts calculando que todavía no habría llegado la amnistía–, y todos los actores, incluso aquellos a quienes nadie conocía como la alcaldesa ultra de Ripoll, se pusieron manos a la obra.

La mesiánica campaña de Junts desde Francia

“Me presentaré a las elecciones al Parlament de Cataluña”, anunció Puigdemont, entonces eurodiputado, para clamor de los seguidores que se desplazaron al mítin celebrado en la localidad francesa de Elna. La campaña se llevó a cabo a pocos kilómetros de allí, en un pabellón de Argelès-sur-Mer, donde varios autobuses transportaban a diario a los fans del prófugo desde la francesa Cataluña norte, convencidos de que, esta vez sí, su líder “recuperaría” la Generalitat que dinamitó en 2017.

El No Surrender de Bruce Springsteen acompañó al falso Mesías durante toda la campaña; Josep Rull, hoy presidente del Parlament, le sustituyó en los debates; y ficharon a la empresaria Anna Navarro, una incorporación del todo rana, como número dos. Todo ello, a la desesperada, para que el final del expresident, ya entonces amortizado políticamente, fuera lo más digno posible para los posconvergentes.

Illa, mientras, se paseaba por barrios y ciudades como el favorito de todas las encuestas; Aragonès se diluía en una campaña discreta -antesala del batacazo que le esperaba a ERC tras un mandato desaprovechado-, y el PP de Alejandro Fernández, que tuvo que convencer a Madrid del potencial de su líder territorial, preparaba su particular remontada principalmente a costa de Ciutadans, que se despediría para siempre.

La Aliança Catalana de Sílvia Orriols, por su parte, se hacía hueco en las portadas a golpe de tuit; y las proclamas xenófobas y antiprocesistas de la ripollesa motivaron un cordón sanitario preventivo y por escrito del conjunto de las llamadas “fuerzas democráticas”, que solo sirvió para impulsar a una ultraderecha que, a día de hoy, sigue creciendo.

El PSC gana y busca aliados para la investidura

El PSC ganó indiscutiblemente las elecciones con 42 diputados, nueve más de los que obtuvo en 2021 pero a años luz de la mayoría absoluta. Tocaba pactar, y la correlación de fuerzas no presentaba un escenario cómodo para Illa pese al justificado jolgorio que se adueñó de la sede socialista de Pallars aquella noche de domingo, mucho más cálida que esta temporada.

Puigdemont se quedó en los 35, mejorando sus resultados en apenas tres escaños, y el gran perdedor de la noche fue Aragonès, que anunció que renunciaría a su escaño y dejaría la primera línea política. El PP alcanzó los 15, Vox se mantuvo en 11, Aliança entró con 2, y CUP y Comuns perdieron apoyos aunque no los suficientes para desaparecer de la Camara, como sí le ocurrió al ya mencionado Ciutadans, que declinó concurrir junto a los populares.

Salvador Illa, nuevo presidente de la Generalitat, saluda a su predecesor, Pere Aragonès, al término de la sesión de investidura

Salvador Illa, nuevo presidente de la Generalitat, saluda a su predecesor, Pere Aragonès, al término de la sesión de investidura Luis Miguel Añón / CG

El independentismo perdía, así pues, la mayoría absoluta, pero Illa solo alcanzaría la Generalitat pactando con el secesionismo, que había negado esta posibilidad en campaña. El varapalo de los republicanos facilitó el cambio de postura, inicialmente rotunda, y pronto se sentaron a negociar pese a las reticencias de la mitad de la militancia, que tendría la última palabra sobre los pactos.

La opción de que el PSC se abstuviera en favor de Junts ni se exploró. Los posconvergentes no se vieron con fuerzas de chantajear a Pedro Sánchez de tal manera y asumieron su papel de oposición no sin antes pactar con ERC una Mesa del Parlament con mayoría independentista, que les permitiría seguir haciendo y deshaciendo, como los viejos tiempos, para con los derechos de los diputados fugados.

La financiación singular, clave en el acuerdo ERC-PSC

Liderada por Marta Rovira, que regresó de Suiza para complicar, sin éxito, el pretendido regreso de Oriol Junqueras a la presidencia de ERC, la negociación entre el PSC y los republicanos acabó dando sus frutos. El pacto incluía, entre otras materias, una nueva financiación diferenciada para Cataluña. Los Comuns, que se debatieron entre formar parte del Ejecutivo o dejarlo para más adelante, centraron sus exigencias, por su parte, en materia de vivienda.

Aceptadas las premisas de republicanos y morados, sólo faltaba el OK de la militancia de ERC, que acabó apoyando a su cúpula provisional por escaso margen. Todo quedó, así pues, atado y bien atado para que el Parlament invistiera a Illa, finalmente, el 8 de agosto, en una jornada que será recordada por muchas cosas pero no por el aterrizaje en Palau del flamante president, que sólo después de sus vacaciones pondría en marcha el hoy plenamente consolidado Govern "de tothom".

El 'show' de Puigdemont en Barcelona

Apenas acertaba a amanecer en Barcelona el 8 de agosto de 2024 cuando centenares de nostálgicos de las grandes Diadas se concentraron alrededor del Arc de Triomf para recibir a Puigdemont, que había anunciado su movimiento por redes sociales. El expresident se dejó ver a la hora y, escoltado por los líderes terrenales de Junts y su abogado Gonzalo Boye, consiguió alzarse en el escenario, pronunciar un breve y sentido discurso y automáticamente desaparecer. Nada de boicotear el pleno, que parecía la motivación del arriesgado plan. El expresidente, a riesgo de ser detenido, ni se acercó al Parlament.

La pregunta corrió como la pólvora: ¿Dónde está Puigdemont? Todo formaba parte del 'show' y, acompañado de Jordi Turull, burló desde un piso del Poblenou el dispositivo jaula improvisado por los Mossos hasta que, entrada la tarde, ambos tomaron el camino de vuelta hacia a la frontera francesa. A efectos prácticos, la maniobra fue irrelevante. Illa fue investido president a media tarde y Junts pasaba a ser el principal partido de la oposición con el escaño de su cabeza de lista vacío. Esto no ha cambiado, ni literalmente ni en lo que políticamente significa.

Irrelevante siempre con permiso de los Mossos d'Esquadra, a los que el expresidente doblemente fugado sumió en una gravísima crisis reputacional y de confianza, atajada desde el primer momento por Núria Parlon como consellera entrante.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en su reaparición en Barcelona el 8 de agosto antes de fugarse por segunda vez

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en su reaparición en Barcelona el 8 de agosto antes de fugarse por segunda vez EUROPA PRESS

El nuevo Govern, consolidado

El reto de mantener satisfechos a socios como ERC o Comuns, que había hecho caer al anterior Govern republicano, no presagiaba un inicio cómodo de legislatura. El pacto de investidura con los republicanos era, además, ambicioso, y la nueva financiación encontraría el rechazo frontal del constitucionalismo tanto en Barcelona como en Madrid. Los avances, por ahora, han sido mínimos. Es una de las carpetas que deberá abordar Illa --y Sánchez-- en las próximas semanas, pues por ahora ha habido muchas declaraciones de intenciones, pero poca concreción. 

Esta dilatación en dar respuesta a los acuerdos dejó a la Generalitat, un ejercicio más, con presupuestos prorrogados. El president y sus nuevos consellers, elegidos minuciosamente para proyectar la transversalidad que pretendió en todo momento Illa, han caído, no obstante, de pie. Núria Parlon, al frente de Interior, o Alícia Romero, que ha conseguido apoyos para hacer frente a la guerra arancelaria de Donald Trump, son algunos de los ejemplos.

Los nuevos 'consellers' de la Generalitat, durante la toma de posesión

Los nuevos 'consellers' de la Generalitat, durante la toma de posesión EUROPA PRESS

Los avances materializados en vivienda, por su parte, han facilitado esta consolidación del Govern, que también se ha manifestado, precisamente este fin de semana, con el acuerdo entre socios por el Pacte Nacional per la Llengua. Un reclamo de ERC que Illa se hizo propio y que ha conseguido el apoyo, también, de patronal y sindicatos. La relación con estos sectores es buena, como se constató la pasada semana en el Cercle d'Economia pese a que algunos, sin cuestionar al president, anhelan el retorno de la famosa sociovergència

El CEO no advierte cambios significativos un año después

En lo estrictamente electoral, el último barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), primero de 2025, no advierte demasiados cambios respecto al 12M. Illa seguiría siendo el candidato más votado, constatando su buen hacer en el cargo, pero el PSC no se movería de los 41-43 diputados. Tampoco lo harían el PP (14-15), Vox (10-12) o la CUP (3-4), cuyo papel en el hemiciclo resulta insignificante en la configuración de mayorías. 

Más allá de un ligerísimo aumento de ERC, que podría sumar un par de escaños, o los Comuns, que harían lo propio, quien podría perder hasta ocho escaños sería Junts, que hasta la fecha lleva a cabo una oposición crítica, poco constructiva y sin remarcables liderazgos ante la ausencia de Puigdemont. Estos votos irían a parar a la ultraderecha independentista, que alcanzaría la inédita cifra de 10 diputados de la mano de Sílvia Orriols, que se ha convertido en protagonista pese a su también irrelevante papel con dos parlamentarios.