ERC debe decidir si quiere continuar bajo la sombra de Carles Puigdemont o arrimarse al PSC para aliviar su derrota electoral con cuotas de poder en el sottogoverno de la Administración. No es una decisión fácil. Las elecciones europeas del 9 de junio son un problema añadido para un partido en situación crítica tras el descalabro electoral del pasado 12 de mayo, por lo que algunos esperan que los de Oriol Junqueras mantengan el teatro hasta el domingo para evitar interferir en los resultados.
No hay duda de que las formaciones suelen evitar dar pistas sobre los pactos que alcanzarán tras los comicios, reservándose algún as bajo la manga o bien esperando el contexto adecuado para revelar acuerdos que pueden acarrear críticas entre su electorado.
Pero en pocas ocasiones un partido había actuado con la discreción de ERC, que lleva semanas sin apenas mover ficha y ahora mantiene la incógnita sobre si llevará a cabo un pacto con Junts para formar una Mesa independentista del Parlament o si, por el contrario, optará por “respetar las urnas” acordando con el PSC un órgano que represente la pluralidad de los resultados del 12 de mayo.
ERC entre la espada y la pared
En un primer momento, se trasladó la sensación de que ERC se estaba “dejando querer” por Puigdemont, el hombre que ha atizado a los republicanos desde que abandonó la Generalitat y se fugó a Waterloo, criticando su estrategia de “rendición” ante el Gobierno de Pedro Sánchez y poniendo palos en las ruedas al president Pere Aragonès hasta que este echó a sus socios de Junts del Govern.
A partir de entonces, la magnitud de los ataques fue en aumento en paralelo a una estrategia de “intoxicación” de la sociedad civil y las entidades independentistas para “expulsar a ERC de la calle”, según fuentes republicanas.
Pese a este historial de guerra total, ERC veía con buenos ojos pactar una Mesa del Parlament “antirrepresiva”, bien para velar por la sensibilidad indepe que, hasta hoy, ha tenido dicho órgano, o bien para blanquearse ante una futura abstención para dejar gobernar a Salvador Illa.
Los riesgos de estar "en tierra de nadie"
Pero el panorama podría estar cambiando. Y es que las mismas voces republicanas advierten de que estar en “tierra de nadie” y “sin liderazgos claros” está haciendo que Puigdemont los utilice para no “dar la cara y cumplir su palabra” después de haberlos “hundido” con 20 diputados. Sugieren que la campaña europea no puede significar “quedarse fuera de todo” y hacer peligrar una repetición electoral que nadie en el partido desea.
Además, la decisión del Tribunal Constitucional anulando el voto telemático de Lluís Puig es un aviso importante de que puede haber giros de guión en la negociación de la Mesa que hagan saltar sus expectativas por los aires. Si finalmente se altera la aritmética parlamentaria con dos votos menos, los de Puig y Puigdemont, el bloque Junts-ERC-CUP sumaría 57 escaños para decidir la Mesa, el mismo número de votos que PSC y PP.
Cabe recordar que, en caso de empate, el Reglamento de la Cámara catalana dicta que la presidencia del Parlament es para el partido que tenga un mayor número de escaños. De modo que los socialistas podrían salir victoriosos in extremis en la reñida negociación de la Mesa.
¿Qué pasará en la investidura?
También podría suceder algo similar en la negociación de la presidencia de la Generalitat, ya que con dos votos indepes menos, Illa podría sacar adelante una investidura por mayoría simple con los síes de los Comunes y el PP (63), derrotando así al voto en contra de Junts, ERC, CUP y Aliança Catalana (61). Una operación difícil que requiere de la abstención de Vox.
He aquí el dilema de ERC: dar los primeros pasos de la legislatura en la órbita de Junts pese al riesgo de salir mal parados en la Mesa del Parlament y acercar la repetición electoral, o comenzar a acercarse al PSC para conservar cierta influencia y cuota de cargos bajo la etiqueta de “traidores”. Hasta el lunes, todo seguirá siendo teatro.