Ha llegado el día. Este domingo, 5,7 millones de catalanes están llamados a votar en unas elecciones que son decisivas para el futuro de Cataluña. De las urnas debe salir el próximo gobierno de la Generalitat. Es decir, los representantes que deberán hacer frente a los desafíos que tiene el territorio relacionados con la sequía, la educación o la sanidad, entre otros. O lo que es lo mismo: al legado envenenado del anterior Govern, presidido por Pere Aragonès.
Pero también son unas elecciones decisivas para el futuro de los partidos. Los distintos candidatos se someten al escrutinio de los votantes, que deberán decidir si su gestión en los últimos tres años es digna de premio o de castigo. No cabe duda de que su sentido de voto podría cambiar el tablero político catalán, así como la estrategia que de ahora en adelante deberán emprender las distintas formaciones.
Los independentistas se juegan su mayoría
En estas elecciones, Junts, ERC y la CUP se ponen a prueba ante el electorado al que en su día prometieron la independencia. Su objetivo es retener la confianza en un momento en el que irrumpen otras fuerzas partidarias de la ruptura, como Alhora y Aliança Catalana. Obtengan o no representación en el Parlament, no cabe duda de que sus papeletas dividirán el voto de los independentistas que se juegan la mayoría para gobernar. Los sondeos pronostican que, esta vez, los acuerdos con la CUP no serán suficientes para acceder de nuevo al Palau de la Generalitat. Sobre todo, ante un candidato del PSC, Salvador Illa, que se ha propuesto darle la vuelta al gobierno.
Los problemas pendientes de resolver
Más allá de los partidos y de sus estrategias, el resultado de las urnas no solo implicará un posible cambio en el gobierno, sino también un cambio de políticas para hacer frente a los retos pendientes. Los más urgentes que han copado la agenda de los últimos meses son la sequía, los malos resultados en educación, los déficits del sistema sanitario y, recientemente, la situación de las cárceles catalanas.
Este último ha irrumpido de lleno en la campaña electoral, cuando funcionarios de prisiones han boicoteado actos de ERC para protestar por su situación precaria después de que un preso asesinase a una cocinera en Mas d’Enric.
La sequía y la educación
Si hay un problema que Cataluña arrastra desde hace años es el de la sequía. La situación de emergencia ha cambiado gracias a las últimas lluvias, pero el próximo Govern deberá afrontar soluciones como un posible trasvase del Ebro, descartado hasta ahora por Aragonès por cuestiones partidistas.
De igual forma, Cataluña sigue siendo una de las comunidades autónomas que salen peor paradas en educación. El nivel de los alumnos en asignaturas como ciencias o comprensión lectora deja mucho que desear, por lo que el Ejecutivo autonómico que salga de las urnas debe ponerse las pilas para mejorar esos resultados que sacan los colores. Pero también para volver a apaciguar a la comunidad educativa, que lleva años en pie de guerra por los recortes que arrastran desde hace una década.
De este modo, no cabe duda de que la Conselleria de Educación será una de las que más desafíos tenga por delante. Y es que, a los resultados del informe PISA, se les deben sumar otras tareas pendientes que pasan por el diálogo con los sindicatos.
La sanidad y la seguridad en las cárceles
En materia de sanidad, Cataluña tiene muchas medidas guardadas en el cajón. Una de las más preocupantes es la que atañe a la reducción de las listas de espera, así como la mejora de la atención primaria o los dispositivos en la llamada Cataluña vaciada.
El panorama en las cárceles catalanas no es mejor. El asesinato de Núria, una cocinera de Mas d’Enric (Tarragona), puso en pie de guerra a los funcionarios, que ya llevaban tiempo advirtiendo de que las medidas de seguridad eran insuficientes para protegerse frente a unos internos que cada vez son más agresivos.
Pero estos son solo algunos de los asuntos que deberá tratar el próximo Govern, y que se suman a otros de vital importancia como las infraestructuras o las energías renovables.
Polarización política y social
De entre los tres candidatos con más posibilidades de ser president, Carles Puigdemont y Pere Aragonès coinciden en que, si aumentan sus cuotas de poder, lograrán frenar los déficits que arrastra Cataluña ampliando sus exigencias sobre el Gobierno de España. Por su parte, Salvador Illa sigue una senda contraria, y su diagnóstico pone el foco en que las guerras internas de los partidos independentistas y su despreocupación por los problemas reales son, precisamente, los que han arrastrado a Cataluña a esta situación de fragilidad respecto a tiempos pasados.
El color de la receta para que Cataluña salga de la parálisis lo decidirán los votantes este domingo 12 de mayo, pero a estas alturas no cabe duda de que el partidismo y la polarización política y social como consecuencia del procés son una losa sobre las instituciones que han de hacer frente a los problemas de hoy y los de mañana.