Esquerra ha encontrado en el cordón sanitario a la extrema derecha catalana un filón para atacar a su principal adversario. Un Junts que podría arrebatarle la hegemonía independentista y al que le cuesta expresar su firme rechazo a la Aliança Catalana de la ultra Sílvia Orriols. No es para menos, pues comparten una parte de su electorado, no solo por su duro discurso contra la multirreincidencia, sino también por sus tesis radicales a favor de la independencia. Este es, precisamente, el drama de Junts durante estos días de campaña para las elecciones autonómicas del 12 de mayo.
Las fuentes de Junts consultadas por Crónica Global admiten los riesgos de ponerse de perfil ante la propuesta de ERC, comunes y PSC de vetar a la extrema derecha. Y es que sus votantes moderados, es decir, más cercanos a la antigua Convergencia, podrían no ver con buenos ojos que se le baile el agua a la alcaldesa de Ripoll. Eso podría provocar fugas de voto hacia el socialista Salvador Illa.
Un difícil equilibrio
Pero los neoconvergentes también quieren retener al votante independentista de pata negra. Más aún en unas elecciones autonómicas en las que hay una amplia oferta de partidos que abogan por la ruptura y que ya no se limita a la CUP. Sin ir más lejos, Aliança Catalana y el Alhora de Clara Ponsatí son opciones alternativas para ese electorado contrario a que Junts haya acabado pactando con el Gobierno de Pedro Sánchez.
Las mismas voces explican a este medio que muchos votantes y simpatizantes históricos les admiten en privado que no votarían a Junts si Carles Puigdemont no fuese el candidato. Un cabeza de cartel más cercano a Convergencia, como Josep Rull, les hubiese alejado hacia otros partidos. Por eso, los equilibrios son difíciles para un prófugo que debe hacer campaña para no perder al votante partidario de regresar al pasado --cuando Junts tenía influencia en las instituciones gracias a sus pactos-- y a los partidarios de mantener el espíritu de 2017.
¿Junts aceptaría los votos de Orriols?
Con todo, Junts se encuentra en una encrucijada similar a la que han vivido otros partidos. Es el caso del PSC con Ciudadanos, que le robaba votos en el pasado por tener un discurso más inflexible con el nacionalismo. También el del PP con Vox, pues la extrema derecha logró seducir a una parte de su electorado exigiendo "mano dura" contra la delincuencia y contra el separatismo catalán. Es decir, que el partido de Carles Puigdemont "tiene un problema" al tener que hacer campaña esquivando a un nuevo partido con el que compite tanto en el eje independentista como en el ideológico.
Además, con no pocas encuestas pronosticando la entrada de Orriols en el Parlament, crece el temor en Junts de tener que acabar negociando una abstención o un sí de Aliança Catalana para poder investir al prófugo en el caso de que el PSC no logre formar gobierno por existir mayoría independentista.
Puigdemont ha intentado echar balones fuera descartando aceptar los votos de Orriols, pero no de manera contundente para evitar el peso de la hemeroteca si le dieran los números para gobernar. Una verdad incómoda que ERC, el PSC y comunes no han dudado en aprovechar en los primeros compases de la campaña.