'Lo que me gusta de Mònica Sales', por Andrea Rodés
De Mònica Sales me gusta que sea de Jesús, un municipio adosado a Tortosa del que no había oído hablar nunca. Tengo debilidad por las Terres de l’Ebre, si pudiera me compraría una casita en Tivissa o Miravet. Me gustan los campos de olivos, las puestas de sol sobre el río, el delicioso dialecto valenciano. Las “ferramentes”, decía mi amigo Lluís, que era de Tortosa, en lugar de decir las “eines”.
Me gusta que sea doctora en Filología catalana y haya participado en numerosas iniciativas académicas para la preservación de la lengua catalana, un idioma que vive y vivirá siempre bajo la sombra omnipresente del castellano y el inglés, y que forma parte de la riqueza cultural de nuestro país.
Me gusta que sea una nostálgica empedernida de los rituales familiares y dedique una vídeo-publicación en Instagram a recordar a su abuela, “ma iaia Carme”, mientras elabora la tradicional mona de Pascua junto a su hijo. En un mundo globalizado, creo que es importante preservar la esencia de los rituales. Pueden viajar con uno mismo a donde sea.
Me gusta que, en ocasión del Dia de la Llengua de Signes Catalana (LSC), el 23 de setiembre, grabase un vídeo para las redes sociales en el que aparece hablando en idioma de signos, un lenguaje que aprendió hace años, cuando era estudiante en Reus, y que tenía un poco oxidado. Muy a favor de facilitar la vida de las personas sordas de Cataluña.
En general, me gusta que represente el tan olvidado sur de Cataluña. Barceloneses, ¡hay vida más allá del Empordà y la Cerdanya! Como cabeza de lista de Junts en Tarragona, ha organizado la iniciativa #10comarques100trobades, un centenar de reuniones con entidades representativas de toda la provincia para promover los distintos sectores empresariales: desde el Clúster @TICSud, una plataforma para promover el sector TIC en las comarcas de Tarragona, a la feria de la miel y el aceite del Perelló, la empresa de cosméticos naturales Freshly Cosmètics, en Gandesa, o el Reus Deportiu, uno de los clubes deportivos de referencia del país.
'Lo que no me gusta de Mònica Sales', por Joaquín Romero
Es una mujer muy entusiasta entregada a sus señas de identidad: el pueblo, al que regresa cada noche a dormir desde Barcelona, su familia, el folclore y, por supuesto, el idioma.
Entró en política por la misma puerta que su padre –concejal de CDC en la EMD de Jesús (Tortosa)— y no se ha movido de ahí, pese a los vaivenes que aquellos convergentes han vivido hasta llegar a Junts+Puigdemont per Catalunya.
Ha publicado dos libros, el primero Quan les revistes conten rondalles, editado por la Abadía de Montserrat, donde profundizaba en la transmisión de la cultura oral, una de las especializades de sus estudios de filología.
El segundo, Confi(n)ada, lo firmó tres años después y está dedicado al periodo que tuvo que pasar aislada durante la pandemia. El título da alguna pista sobre qué opina de las medidas con que el mundo trató de protegerse del virus.
Tanto venera al líder supremo que cuando resumió el programa de la candidatura en Tarragona lo hizo poniendo el valor del liderazgo para Cataluña en primer lugar, su necesidad de “hacerse respetar” como segundo objetivo, además de vivir en catalán y de perseguir la independencia; las mismas palabras que había usado Puigdemont en Elna. Su compañero por Girona, Salvador Vergés, pese a sus frecuentes raptos de frikismo, actúa como un político local. El otro día llevó a Anna N. Schlegel, el fichaje internacional de la lista, a una visita con empresarios de la provincia y hablaron de inversiones, puestos de trabajo y proyectos.
Dos mundos muy distintos en una misma candidatura. Una orientada hacia el voluntarismo, lo esotérico, el aspiracionismo identitario. Y otra que trata de poner los pies en el suelo.