Pere Aragonès fue designado candidato de ERC a las elecciones del 12 de mayo tras meses de rumorología sobre su idoneidad como cabeza de cartel. También tras haber gobernado Cataluña durante los últimos tres años mientras su partido se veía sumido en una suerte de bicefalia protagonizada por el president y Oriol Junqueras. La formación tirará de ambos durante la campaña de ERC para conservar la hegemonía en el espacio independentista y, sobre todo, frenar el efecto Puigdemont.
Pocos republicanos ponen en duda la épica del discurso de Junqueras, quien estuvo al frente del partido y como vicepresidente del Govern durante los años decisivos del procés y, no menos importante, fue la cara visible de los políticos presos tras la sentencia por sedición y malversación. Concediendo entrevistas y escribiendo libros desde la cárcel, Junqueras se convirtió en el líder moral de su partido. Un activo electoral para representar la supuesta “represión del Estado” ante sus votantes.
Junqueras pierde fuelle
No obstante, la figura de Junqueras ha ido perdiendo fuelle en los últimos años. Especialmente entre las bases del movimiento independentista, tras obtener el indulto y aceptar la vía pragmática de negociar con el PSOE y favorecer la gobernabilidad de España. En no pocas manifestaciones ha sido abucheado al grito de botifler e influyentes entidades como Òmnium o la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se han distanciado tanto del partido como del Ejecutivo de Pere Aragonès.
Con todo, el protagonismo de Junqueras se ha reducido a excepción de en los periodos electorales. Es más, algunas fuentes del partido le han percibido como “escondido” para no opacar la presidencia de Aragonès. La relación entre ambos, president y exvicepresidente, ha sido complicada. Varios hitos han sido decisivos en este sentido, como cuando Junqueras presionó a favor de un cordón sanitario al PSC al inicio de la legislatura, perjudicando gravemente la credibilidad del proyecto tiempo después, cuando han pactado con los socialistas en prácticamente la mayoría de instituciones.
También cuando influyó para que no se pactaran con el PSC los presupuestos de 2023, intentando así evitar un abrazo del oso de Illa que, las mismas voces, reconocen que ha terminado por producirse.
Un freno para el entendimiento entre ERC y PSC
En definitiva, Junqueras ha sido un freno para el entendimiento entre ERC y el PSC en el Parlament, pero también ha generado controversia por haber impuesto perfiles como el de Gabriel Rufián, quien se estrelló en las elecciones municipales de Santa Coloma de Gramenet el pasado año ante Núria Parlon. Aquel fichaje, bendecido por Junqueras, pretendía que ERC diera un mordisco al electorado del PSC en el área metropolitana, pero ha sido catalogado de “catastrófico” por fuentes de la formación.
Ahora, con el prófugo Carles Puigdemont como absoluto protagonista de la escena política indepe y Salvador Illa como principal favorito para ganar las elecciones --según los sondeos--, ERC se conduce hacia una mayor participación de Junqueras en la campaña electoral.
Fugas de voto hacia Illa
El principal objetivo, según fuentes republicanas, es “aguantar” en los territorios más hostiles al partido en Cataluña, así como cerrarle el paso a la candidatura de Puigdemont, pero siempre “guardando el equilibrio” para que la campaña sea coherente con el “perfil de gestión” de Aragonès. Y es que el partido, que sufre riesgo de serias fugas hacia el PSC conforme vaya avanzando la campaña, no quiere perder el “votante más moderado” en favor de la campaña presidencial de Illa por darle demasiado protagonismo a Junqueras.
Finalmente, hay quienes temen que Junqueras ya esté “calentando” para asumir el liderazgo del partido “si Aragonès se la pega” en las elecciones. Para entonces, la amnistía podría haber dado sus frutos y el fin de su inhabilitación, estar más cerca. Eso sí, habría de esperar a que se resolviera la cuestión prejudicial que presentará el Tribunal Supremo y que dilataría el proceso varios meses, además de lograr que Aragonès no oponga resistencia después de haber anunciado que dejará la política activa si pierde la presidencia de la Generalitat. Difícil horizonte para los republicanos.