Este sábado se cumple un año desde la implosión del Gobierno de ERC y Junts. El viernes 7 de octubre de 2022, después de una consulta a sus bases, los neoconvergentes anunciaron su salida del Ejecutivo catalán, ante la magnitud de la brecha abierta con sus socios por la manera de afrontar el camino hacia la secesión.
Los roces entre los dos partidos independentistas acabaron por romper el gobierno de coalición sin haber llegado ni siquiera a la mitad de la legislatura. El poco entendimiento entre ambos sigue siendo evidente hoy en las negociaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez sobre una eventual ley de la amnistía, que abordan por separado en una pugna por ganar el relato independentista.
ERC saca pecho
Aunque el deterioro de las relaciones viene de lejos, el punto de inflexión fue la amenaza de Junts de someter a Aragonès a una cuestión de confianza. El líder republicano contraatacó entonces cesando fulminantemente al vicepresidente Jordi Puigneró, de Junts, por "falta de confianza". Tras eso, los neoconvergentes acudieron a las bases, que avalaron la salida del Ejecutivo con un 55,73% de los votos.
Tras la ruptura, Aragonès acometió una necesaria y profunda remodelación del Consell Executiu con la incorporación de figuras que daban la idea de un Govern más abierto y plural, como la del conseller Quim Nadal, histórico miembro del PSC; Carles Campuzano, del PDECat, y Gemma Ubasart, ex de Podem.
Algunos lunares sonados
Así las cosas, desde el Palau de la Generalitat admiten que aquella ruptura dio paso a un Govern "más tranquilo", con mayor coordinación entre departamentos, bien que el Ejecutivo ha sido duramente criticado por su debilidad parlamentaria, pues con sus 33 diputados es el que menos apoyos tiene de la historia de Cataluña.
En la cara opuesta también aparecen sombras como el caos en las oposiciones que obligó a repetir exámenes, la destitución de consellers como Josep Gonzàlez-Cambray (muy discutido por la comunidad educativa) o Juli Fernàndez (tras menos de un año).
Ha aprobado dos presupuestos
Sea como sea, un año después, ERC saca pecho frente a sus exsocios y reivindica su cometido en los indultos a los condenados por el 1-O, la derogación de la sedición y la reforma de la malversación.
Además, el Gobierno de Aragonès ha sido el único en la última década que ha sido capaz de aprobar dos presupuestos consecutivos: los de 2022 con el apoyo de Junts y la abstención de los comunes y los de este año con el sí de los socialistas y los comuns. No parece que los del 2024 estén asegurados. Pero Aragonès quiere agotar la legislatura en solitario y repetir como candidato.
Arrastrado por Junts
Pero todo ello no le sirve a ERC para ganar votos, sino al contrario. Los republicanos se desangraron en las elecciones municipales (300.000 apoyos menos, pasando de ser la primera a la tercera fuerza) y también en las generales (400.000 votos menos y pérdida de seis diputados).
Esta sangría, y la aritmética que fijó el 23J, han dado alas a Junts, partido que se ve más fuerte ahora ante la parroquia independentista y está llevando a ERC a endurecer su discurso a unos niveles que parecían olvidados. Así, Aragonès y su formación aprietan ahora al PSOE con el asunto del catalán en las instituciones del resto de España, con la amnistía y con el referéndum, todo con el objetivo de que el electorado no considere que se han ablandado en el camino hacia la independencia, y poder competir de tú a tú con Puigdemont.