Malos tiempos para el pulso independentista. O lo que queda de él. Mientras Pere Aragonès intenta marcar músculo secesionista en plena campaña de las elecciones generales del 23J al margen de Junts per Catalunya (JxCat) y la CUP, el activismo que alcanzó sus cotas más altas se rompe.
La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha perdido el apoyo de sus bases, se enfrenta a la Associació de Municipis per la Independència (AMI) y su márketing ya no vende. Literalmente. Sus ingresos por la venta de camisetas y demás símbolos han menguado tanto como el recorrido de la manifestación que organiza para la Diada. En esta situación de división se presentan los partidos independentistas a los comicios del 23J.
Reunión extraordinaria
El presidente de la Generalitat ha convocado a su gobierno de forma extraordinaria para este viernes, en pleno arranque de la campaña de las generales, para analizar la forma en que se puede hacer frente a un hipotético gobierno de PP y Vox. El acto más partidista que institucional de Aragonès tendrá lugar tras los fracasados intentos de ERC de crear un frente común ante las fuerzas conservadoras con JxCat y CUP. Pero estas tres formaciones no se ponen de acuerdo en cómo se puede plasmar esa unidad.
Descartada una coalición electoral, se habló de la posibilidad de compartir algunos puntos programáticos, pero mientras los republicanos se centran en ese rechazo a PP y Vox, los neoconvergentes y los antisistema exigen culminar la independencia, tras un mandato caracterizado por los escasos avances en la mesa de diálogo creada por los gobiernos de Pedro Sánchez y Aragonès.
Activismo a la baja
En paralelo, el activismo que tomó las calles durante el procés ya no es ni la sombra de lo que fue. Ayer, las bases de la ANC aplicaron un serio correctivo a sus dirigentes al rechazar promover la abstención o el voto nulo en las elecciones del 23J. Así lo había sugerido la presidenta de esta entidad, Dolors Feliu. Pero la militancia ha votado en contra. Hace varios meses, el vicepresidente y 13 miembros de la ejecutiva dimitieron en protesta por el “autoritarismo” y el "abuso de poder" de Feliu. Los dimisionarios rechazaban, asimismo, la formación de una lista cívica de cara a las próximas elecciones al Parlament.
Otro ejemplo del annus horribilis de la ANC es la denuncia que ha hecho la AMI, molesta porque se siente excluida del diseño de los actos de la Diada. La tercera entidad que, junto a los municipios independentistas y la Assemblea había logrado movilizar a miles de personas en las calles, Òmnium, también se ha desmarcado de la radicalización de la ANC y de su empeño en castigar a los partidos políticos que, a su juicio, han renunciado a la independencia.
Una Diada menguante
La amenaza que PP y Vox representan supuestamente para el independentismo no ha logrado reunificar a partidos y agentes sociales. Tampoco parece que vaya a revertir la desmovilización ciudadana que apoya la secesión. La manifestación que ha diseñado la ANC de cara al 11 de septiembre apenas alcanza un recorrido de 2,3 kilómetros, en su tramo más largo –varias columnas confluyen en Gran Via para llegar hasta plaza España-, una cifra que dista mucho de los 400 kilómetros alcanzados en 2012.
Igualmente han menguado los ingresos de la ANC, que han pasado de 3,4 millones en 2013 a 2,8 millones en 2022. Sin embargo, según el informe económico de la propia entidad correspondiente al año pasado, el número de socios ha crecido entre esos dos años, al pasar de 659.000 a dos millones. Pero donde más se ha notado esa pérdida de ingresos es en las donaciones, que había alcanzado los 1,7 millones de euros, mientras ahora no superan los 407.000 euros.
En cuanto a la venta de camisetas y demás márketing independentista, se ha pasado de 1,1 millones a 384.684 euros en los últimos diez años.
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