Día de abanicos en la sala de plenos de los principales ayuntamientos de Cataluña. Hacía calor, sí, pero también había nervios ante el nuevo escenario municipal. Los alcaldables que llegaban a la investidura sin pactos cerrados sudaron en esas horas previas. Y es que lo ocurrido en Barcelona es el epítome de la deriva de los independentistas, que siguen en caída libre y arrastran en su caída ve menos relevancia al gobierno de Pere Aragonès.
El acuerdo histórico del constitucionalismo ha dejado fuera de juego a Junts per Catalunya y ERC, cada vez menos relevantes, mientras que PSC gobierna ya en tres capitales de provincia y arrasa en el área metropolitana.
El acuerdo entre PSC, comunes y PP, que tal como informó Crónica Global se cerró el viernes en Madrid en una reunión entre Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Salvador Illa, fue calificado ayer como “una operación de Estado” por Aragonès para impedir que el independentismo penetre en la capital catalana. El president se refería a un pacto PSOE y PP, pero no valoró la participación de los comunes, contrarios inicialmente a las imposiciones de los populares –exigían que quedaran fuera del gobierno, como finalmente ha sido, para apoyar a Jaume Collboni-- y que estaban llamados a ser los aliados naturales de ERC.
El enemigo exterior
Las cosas han cambiado mucho desde que Esquerra y En Comú Podem intercambiaban cromos a nivel presupuestario en la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, y preparaban el terreno para una gran coalición tras las municipales del 28M. Pero los números no salieron. El adelanto de las elecciones generales pusieron en bandeja a los independentistas un discurso renovado sobre el enemigo exterior, en este caso la extrema derecha que se vislumbra en los acuerdos PP-Vox.
De ahí el frente común propuesto por Aragonès tras unos comicios locales en los que ni Junts ni ERC lograron despuntar, algo que afecta especialmente a los republicanos, que gobiernan en minoría en la Generalitat y se han dado de plazo hasta el 23J para decidir si adelantan las elecciones autonómicas. El independentismo intenta recomponerse a base de pactos ya superados --la etapa procesista de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont está finiquitada--, mientras que también quedan atrás las posturas ideologizadas de Colau. También en la confluencia de izquierdas se abren otras formas de hacer política, con Sumar en cabeza.
¿Hacia un tripartito sin Junqueras?
Del discurso de Ernest Maragall tras la investidura de Collboni no se vislumbra un tripartito de izquierdas que plante cara a ese bloque conservador y deje en un segundo plano la causa independentista. Un pacto de progreso que enfrenta a Aragonès y Junqueras, pero que cobra fuerza en el nuevo mapa municipal, donde ERC presidirá las diputaciones de Tarragona y Lleida gracias a un acuerdo con el PSC, que gobernará las capitales de esas provincias, así como Barcelona. En cuanto a la Diputación de Barcelona, es posible que Junts y ERC se den una nueva oportunidad como aliados contra el PSC.
Cinturón rojo y la Cataluña interior
Solo se ha resistido la capital gerundense, donde Guanyem y Junts fraguaron un acuerdo para impedir que la ganadora del 28M, Sílvia Paneque (PSC), accediera a la alcaldía. Un acuerdo al que Esquerra se resistió, pues no les pasó desapercibido que el cupaire Lluc Salellas, desde ayer nuevo alcalde, pretendía blanquear su acuerdo con los conservadores neoconvergentes incorporando a los republicanos. Finalmente accedieron.
Otros cordones sanitarios no prosperaron, precisamente por las pugnas entre Junts y las izquierdas. Ocurrió en Ripoll (Girona), donde la extremista Sílvia Orriols fue investida alcaldesa tras fracasar el frente común que pretendía evitar la entrada de la xenofobia y el racismo en el Consistorio.
Pero la gran derrota de ERC está en el área metropolitana, donde no han logrado vencer las mayorías rotundas de los socialistas en Cornellà, Santa Coloma de Gramenet, Sant Boi –fracasada operación Rufián—y L’Hospitalet –donde ERC llevaba de cabeza de lista al denunciante de Nuria Marín, exculpada finalmente--.
También en la Cataluña interior se han hecho los socialistas con alcaldías, como las de Tremp, Balaguer o Tortosa.