Es cuestión de días que PSC y ERC cierren su pacto presupuestario. Tras diez años de procés, cordones sanitarios y cruce de reproches, Cataluña supera la política de bloques con un acuerdo que, sin embargo, conlleva ventajas e inconvenientes para los dos partidos. De ahí el tacticismo de ambas partes y las dilaciones en las negociaciones, que culminarán a escasos meses de las elecciones municipales.

Republicanos y socialistas buscan ahora un relato que satisfaga a sus bases, lo que no impedirá que sus rivales más directos endurezcan sus críticas. Salvador Illa marca perfil como jefe de la oposición, mientras que el presidente catalán Pere Aragonès despeja un adelanto electoral que, como explicó Crónica Global, estaba abocado a un bloqueo. ¿Un win win? La situación es algo más compleja.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y la líder de los comuns en el Parlament, Jéssica Albiach, al firmar el acuerdo de Presupuestos para 2023 / EUROPA PRESS

Cinco meses después de que el líder del PSC tendiera la mano al Govern para aprobar los presupuestos, los acuerdos están muy avanzados y se espera que, la semana que viene, Illa y Aragonès solemnicen el pacto tras una nueva reunión. Un pacto interpretado como un intercambio de cromos, pues Esquerra apoyó los Presupuestos Generales del Estado, dando estabilidad al Gobierno de Pedro Sánchez. Fuentes socialistas aseguran que, desde un principio, Illa ha contado con el aval de Moncloa para defender el “todo o nada” de sus condiciones para apoyar las cuentas catalanas. Y el pulso está teniendo réditos.

"Asumo la contradicción, el coste y el desgaste político y personal que supone para mí tomar decisiones por el bien del país", aseguraba ayer Aragonès en una comparecencia, después de que ERC diera luz verde a la moción del PSC que reclama la ejecución de la B-40 (cuarto cinturón), un proyecto que mantenía encalladas las negociaciones. Previamente, los republicanos habían flexibilizado sus posiciones respecto al centro recreativo de Hard Rock en Tarragona, y en la ampliación del aeropuerto de El Prat. Dos líneas rojas que En Comú Podem nunca ha traspasado y así lo hicieron constar en un acuerdo firmado con ERC hace semanas, que ahora ha quedado sumido en la irrelevancia --ERC y comunes no tienen mayoría parlamentaria suficiente para impulsar las cuentas--.

"Los del 155"

Los republicanos celebrarán mañana sábado un consejo nacional donde la ejecutiva tendrá que explicar los motivos que la han llevado a pactar con los socialistas, hasta hace poco identificados con “los del 155”, esto es, con la suspensión temporal de la autonomía decretada por el Gobierno español tras el desafío independentista. Es público que, a diferencia de Aragonès, el presidente de Esquerra, Oriol Junqueras, nunca quiso negociar con el PSC.

La dirección republicana también tendrá que esforzarse en buscar un argumentario que neutralice las duras críticas que recibirán por parte de Junts per Catalunya, CUP y comunes. Los dos primeros abandonaron pronto la ecuación negociadora, ya que los neoconvergentes salieron del Govern y los cupaires rompieron su pacto de investidura, liberando a Aragonès de su compromiso de someterse a una cuestión de confianza. Los comunes también han visto romperse su acuerdo de presupuestos.

Huelgas

Evitar la prórroga presupuestaria en plena huelga sanitaria y educativa es un ejercicio de responsabilidad que Aragonès está obligado a subrayar. El president gana estabilidad, aunque la gran incógnita es saber hasta cuándo, ya que los comicios autonómicos tocan en 2025, tras unas elecciones generales cuyo resultado puede dinamitar la estrategia de pactos entre ERC y PSOE. 

En paralelo, los socialistas catalanes son conscientes de los ataques que se avecinan por parte de la derecha por su entente con los “golpistas”. Pero Illa recuerda que no forma parte del Govern y que, a pesar de su entente presupuestaria, no bajará la guardia en su labor de oposición. Lo cierto es que, según los sondeos, ERC y PSC son vistos ahora como los partidos que ocupan la centralidad. Si están condenados a entenderse --¿un tripartito en ciernes?-- es algo que el tiempo dirá. De momento, la política de bloques que polarizaba entre constitucionalistas y secesionistas se ha roto.