¿Fue un error anunciar una consulta a la militancia sobre la continuidad de Junts per Catalunya (JxCat) en el Govern? Dirigentes del partido comienzan a pensar que sí. Que si bien hay cierto control de las bases por parte de Jordi Turull --sacó más votos en el congreso de refundación que Laura Borràs o Aurora Madaula, identificadas con el sector más rupturista--, existe el temor de que Carles Puigdemont rompa su neutralidad y haga campaña a favor de romper con ERC.
Ningún consejero de JxCat quiere abandonar el Consell Executiu. Pero es que, tal como publicó Crónica Global, tampoco los alcaldes de JxCat, que solo ven perjuicios en esa eventual salida antes de las elecciones municipales de marzo de 2023. El virtual alcaldable por Barcelona, Xavier Trias, ha puesto como condición para asumir ese papel que los postulados rupturistas de Borràs estén fuera de su campaña. De hecho, los ultimátums y las amenazas de JxCat se están notando en el territorio, pues están ralentizando el esperado trasvase de alcaldes de PDECat a Junts. “La incertidumbre no ayuda a seducir a los alcaldes del PDECat, que tienen la sartén por el mango y hasta el último momento pueden pasar cosas”, afirman fuentes soberanistas.
No es de extrañar, por tanto, que en JxCat hayan comenzado a sonar las alarmas y que Turull, incluso Borràs, hayan bajado el tono de sus críticas hacia los supuestos incumplimientos del presidente Pere Aragonès en lo que respecta a la consecución de la independencia.
Ayer, los miembros de ese tándem que lidera Junts precisan que no hay ultimátums y que la continuidad del pacto de Govern no depende del Debate de Política General que comienza la semana próxima en el Parlament. Dicho de otra manera, los neoconvergentes quieren aplazar esa consulta prometida a las bases. ¿Hasta cuándo?
“No será en octubre y, como muy pronto, se hará en noviembre”, preconizan desde el entorno de JxCat.
Pero el principal temor de Turull y de los consejeros del Govern es que Puigdemont “entre en campaña” y apueste por la ruptura con ERC. El fugado nunca ha querido implicarse en los problemas domésticos del partido. No lo hizo durante las turbulentas negociaciones entre republicanos y neoconvergentes para la investidura de Aragonès, aunque uno de los principales escollos era definir el papel, léase, el ascendente que debía tener el Consejo para la República, una especie de gobierno paralelo creado a la medida de Puigdemont.
Si el expresidente de la Generalitat hace un llamamiento a romper con Aragonès, el voto de la militancia escapará al control de Turull, quien no podrá pilotar el giro pragmático que se le quiere dar al partido.
El fugado ha criticado en diversas ocasiones la estrategia de diálogo de Aragonès pues, afirma, no permitirá implementar la república catalana. Y más recientemente, arremetió contra la decisión del republicano de no acudir a la manifestación de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) en la Diada. “Si el objetivo es la independencia, la movilización es condición necesaria; si el objetivo es vivir con el Estatut que el Tribunal Constitucional recortó al pueblo de Cataluña, la movilización es un estorbo", afirmó. Y por eso instó al independentismo a no dejarse "arrastrar por quienes, prescindiendo del pueblo y de su Parlamento, querrían hacer una declaración unilateral de normalidad y negar la realidad", dijo Puigdemont.