La escritora y periodista Laura Freixas habla con Crónica Global de nacionalismo, lengua y feminismo / EUROPA PRESS

La escritora y periodista Laura Freixas habla con Crónica Global de nacionalismo, lengua y feminismo / EUROPA PRESS

Política

Freixas: "El nacionalismo catalán busca una jerarquía lingüística y social"

La escritora y feminista, que reedita su libro 'Adolescencia en Barcelona', lamenta que la escuela "transmita la idea de que el castellano es una lengua hostil, extranjera, indebida"

19 diciembre, 2021 00:00

Laura Freixas (Barcelona, 1958) reedita Adolescencia en Barcelona (La Moderna), un libro autobiográfico donde repasa su niñez, sus años de activismo universitario y su militancia feminista. Nacida en una familia de burgueses y campesinos, la escritora vive en Madrid tras largas estancias en Francia e Inglaterra. En una entrevista con Crónica Gloabal [se puede ver completa en este enlace] habla de los perjuicios del nacionalismo y del intento de inculcar el odio al castellano a través de la escuela.

--Pregunta: Su libro es autobiográfico ¿los españoles somos más pudorosos que los franceses?

--Respuesta: En Francia hay una tradición autobiográfica que tiene que ver con la libertad religiosa, esto es, libertad de conciencia, libertad en la vida privada. En España, creo que por la contrarreforma y la Inquisición no se ha dado esa libertad y por tanto no hemos podido explorar los sentimientos. Yo tengo una cultura francesa, estudié en el Liceo Francés, eso me ha marcado mucho. Siempre me ha atraído lo autobiográfico y en eso creo que las mujeres estamos mejor posicionadas, porque nos educan para cultivar los sentimientos y las relaciones personales. Durante mi trayectoria me he ido acercando cada vez más a la biografía. Y ahora esta Adolescencia en Barcelona, que publiqué en 2007, la he corregido. Creo que sigue teniendo interés.

--Explica en su libro la diferente educación que han recibido hombres y mujeres. ¿Hay mucho por superar todavía?

--Efectivamente, creo que se sigue educando de forma diferente a los chicos que a las chicas. Antes se decía explícitamente que el futuro de la mujer se basaban en la vida familiar. Ahora las ideas son otras, pero el mensaje inconsciente que se transmite a los chicos consiste en reafirmarles más, por ejemplo la agresividad y la competitividad. En cambio, de las chicas se espera que sean complacientes y dulces. Y luego están los mensajes que pasan por los juguetes y la pornografía, que desgraciadamente es el principal vector de educación sexual para la gente joven. Y obviamente los papeles que se asignan a hombres y mujeres en la pornografía son completamente antitéticos, reafirman en los chicos la sensación de dominio, de que sus deseos y placeres son centrales, y que para los chicas, lo importante son ellos.

--Se refiere también al miedo inculcado, algo en el que el movimiento me too hace mucho hincapié.

--La diferencia es que antes lo vivíamos con normalidad y no lo denunciábamos. Ahora lo denunciamos. Los abusos sexuales, los chantajes, la exigencia de favores sexuales a cambio de ascenso laboral con amenaza de perder ventajas. Eso sigue estando ahí, no solo miedo a que un profesor nos suspenda o a que un jefe nos eche, porque el poder está en manos masculinas, sino el miedo básico a ir sola por la calle. Eso nos condiciona mucha. O que nos pongan una droga en la bebida¡ y nos violen. Eso pesa mucho en las mujeres y limita mucho nuestra libertad.

 

 

--Hemos hablado de desigualdades de género, pero también escribe sobre las diferencias sociales a través de sus abuelos, procedentes de la burguesía y de campo. ¿Eso le ha dado una visión más amplia de la realidad?

--Por supuesto, las clases sociales siguen existiendo. La desigualdad social es muy profunda y además crece. Economistas como Piketty lo dicen. Aunque sea disimulado con ese barniz ideológico sobre la libertad y la meritocracia, o el acceso a determinado tipo de consumo. Me alegro mucho de haber nacido en una familia con dos clases sociales diferentes, por parte de mi padre procedo de la burguesía catalana, con un sentimiento de que están en su país, ricos con derecho a serlo y cierto desprecio hacia los pobres. Y por otro lado, vengo de una familia castellana, campesina, que llegó a Barcelona en 1930 con una mano delante y otra detrás. Tener esas dos familias en casa me ha dado una sensación de no tener un lugar claro en la sociedad, de que nunca estoy del todo con los míos. Y también me da la conciencia de que las cosas se pueden ver de distintas maneras, que no hay una sola manera natural y correcta de ver las cosas. Que no hay una lengua que sea la normal. Mi madre hablaba en castellano y mi madre en catalán. Y eso me perece enriquecedor, estoy encantada.

--Es inevitable preguntarle, usted que es trilingüe, porque también domina el francés, qué opina sobre el debate sobre la inmersión, la resistencia al bilingüismo.

--Me parece sintomático de algo que pasando también en otros temas, que es una pérdida de democracia.. Cada vez cuesta más debatir con datos y argumentos sobre determinadas cuestiones, y cada vez se recurre más a acusar al discrepante de odio, de fobia. En cuanto al tema de la lengua en la escuela, se están mezclando dos cuestiones, por un lado formar al alumnado para que salga de la escuela dominando perfectamente el catalán y el castellano. Yo creo que eso no se está consiguiendo. Pero por otro lado, hay un intento del nacionalismo catalán de transmitir a través de la escuela la idea de que el castellano es una lengua hostil, extranjera, indebida, y que, por tanto, los castellanohablantes son sospechosos o ciudadanos de segunda. No se sabe muy bien si son catalanes, o si son colonos, o si son castellanos que viven en Cataluña. Y esa jerarquía lingüística apunta a una jerarquía social en la que los catalanohablantes merecen una preponderancia social, que están más en su país que los otros. Y eso me parece profundamente injusto, y hasta supremacista o xenófobo. La escuela debe transmitir el amor al catalán y al castellano. Y la certeza de que catalanohablantes y castellanohablantes estamos en nuestro país.

--Comenta en el libro que en Cataluña hay mucho de “nosotros y los otros”. ¿Haber vivido fuera da distancia para apreciar determinadas cosas?

--Yo he vivido un par de años en Francia, otro par de años en Inglaterra. Y desde 1991 vivo básicamente en Madrid. Quiero mucho a Cataluña, tengo muchas amistades y vínculos. Viviendo en Madrid soy consciente de lo bonita que es Barcelona, de su historia y su personalidad, que echo de menos, pero también soy consciente de que es una ciudad donde siguen viviendo 300 o 400 familias que manejan el país y están muy relacionadas entre si. Siempre hago la broma de que cuando conozco a una persona catalana, a los cinco minutos nos estamos preguntando a qué colegio hemos ido y donde veranea nuestra familia. Y con eso ya nos hemos situado. Eso no pasa en Madrid, y no digamos en París, eso no pasa. Son ciudades mucho más anónimas, lo cual quizá sea una pena, pero tiene la ventaja de que lo que cuenta es tu aportación, tu trabajo, tus ideas, tu currículum, y no si has ido al Liceo Francés o tu familia veranea en Cadaqués.

 

 

--Trabajó con la agente literaria Carme Balcells y vivió el boom literario de Barcelona. Y ahora miramos esa época con nostalgia. Se dice que la ciudad está en retroceso. ¿Barcelona tiene capacidad para salir del bloqueo?

--Barcelona tiene muchísimas posibilidades. Tiene la montaña y el mar, el gótico, el modernismo y una gran tradición cultural e intelectual. Antiguas fábricas convertidas en centros culturales, festivales de música y literarios. Pero sí que pienso que hay una actitud por una parte de los políticos y una parte de la sociedad de desconfianza y rechazo a la cultura en lengua española y eso es una pena.

--Vivió una época universitaria, tras la muerte de Franco, con un gran activismo. ¿Se considera una persona política?

--A mi me interesa la política, me considero una persona muy ciudadana, muy de mi país y mi época, que siente la obligación de interesarse por los problemas sociales, que tiene un sentimiento de responsabilidad hacia esos problemas. Eso se ha traducido en opinar. Yo opino en La Vanguardia desde hace 20 años y hablo de cuestiones como ciudadana. Y también hago reflexión y activismo feminista de todas las desigualdades que hay, la que conozco, me interesa y me afecta más es la desigualdad que sufren las mujeres.

--Hasta ahora, ningún partido político ha logrado apropiarse del feminismo. ¿Pero existe esa amenaza?

--El feminismo ha tenido mucho éxito a nivel social y de calle, hay una gran tentación por parte de todos los partidos de apropiárselo. Lo que me preocupa como feminista es morir de éxito, en el sentido de que el feminismo sea una etiqueta que todo quieren, porque es rentable electoralmente, pero la están vaciando completamente de contenido. Que en el nombre del feminismo se pueda promover el alquiler de vientres, llámese la gestación subrogada, o la prostitución, o leyes de autoidentificación de género o de sexo que vacían completamente el concepto de mujer, lo que hace imposible las políticas públicas en favor de la igualdad entre mujeres y hombres, me parece muy preocupante. Celia Amorós dijo que el patriarcado se reinventa constantemente. Y lo que pasa es que se reinventa llamándose feminista. Intentan vendernos unas instituciones como la prostitución, unos estereotipos de género como que la feminidad es llevar el pelo largo y pintarse las uñas, totalmente misóginos y reaccionarios, bajo la etiqueta de feminismo. Es una tomadura de pelo.

--La extrema derecha de Vox hace un discurso muy antifeminista en una sociedad todavía machista, eso tiene rédito electoral…

--Dos peligros acechan al feminismo. Por un lado, la reacción neomachista, porque no es el viejo discurso de que el destino de la mujer es ser madre y ser ama de casa y justificar que cobren menos, nadie se atreve. Pero sigue siendo machista decir que todo lo que se ha conseguido está bien, pero hay que dejarlo aquí porque el feminismo tiene demasiado poder y los hombres son oprimidos. Hay que retroceder en el aborto… Es una línea política que tiene poder, lo vemos que en muchos países del mundo retrocede el derecho al aborto. Si ya no podemos controlar nuestra vida y nuestro cuerpo, es preocupante. Y por otro lado está el peligro de la izquierda, que compra un discurso neoliberal. Me extraña el discurso de la izquierda que defiende el derecho de los trabajadores, pero les parece bien la explotación de la prostitutas.

--¿Ha sufrido edadismo?

--Yo personalmente no sufro edadismo ni la famosa invisibilización de las mujeres de más de 50 años porque en la profesión que he elegido, la de escritora, se va ganando visibilidad con los años. La visibilidad no es de tu cuerpo, sino de tu nombre y obra, que es la que yo quiero. Existen esos problemas, pero no me afectan.

--En el libro explica que cumplir años es como subir una montaña, que te permite ver el paisaje que vas dejando atrás. ¿Qué paisaje ve usted?

--Pienso que he tenido mucha suerte, muchos privilegios, desde tener buena salud y haber nacido en una casa llena de libros, haber estudiado en el Liceo Francés, haber viajado, he ido a la universidad. Estoy contenta con lo que he vivido hasta ahora. Pero no hemos acabado, tengo 63 años, estoy escribiendo otra novela y espero seguir muchos años en la profesión.